MI PRIMERA VEZ VERDADERA (1)

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Mis 18 años recién cumplidos, para ayudar a pagar mi universidad, empecé a laborar en un café internet. Mi jefe, era un hombre de unos 34 años alto, atlético, y según yo muy guapo y atractivo. No sé si era porque me gustaba, que me complacía sentir su mirada desnudándome y pensar que cuando me veía traspasaba mi ropa. Yo no era una belleza pero sí atraía bastante. Últimamente platicábamos bastante de varios temas, incluyendo sexo, eróticos e íntimos, de cómo y cuándo fue mi primera, y la única vez, hasta ahora. Sobre preferencias y esas cosas solo podía relatar fantasías y deseos. Él contaba sus conquistas, y me encantaba y excitaba.

Todas las tardes al salir de la U, me dirigía al trabajo ávida de oír sus historias y fantasear con él. Era mi tercer mes de trabajo al llegar yo, él siempre estaba esperándome, tomaba mi mano, me acariciaba suavemente, me daba un beso en la mejilla. Yo lo aceptaba porque me gustaba. Luego de dos semanas acariciaba a lo largo de mis brazos. Al beso agregó un suave mordisquito, que a una inexperta como yo me ponía nerviosa, mis piernas temblaban, mi voz se quebraba, y sentía un cosquilleo en mis partes íntimas, pero a la vez me gustaba al sentirme así, halagada y especial, y excitada. Por las noches me auto-gozaba pensando en él, sola en mi cama.

Así comenzaba el juego de la seducción, un día era el mordisco en la mejilla, otro día era una caricia en el cuello, en la espalda, un suave roce en la cadera, en la nalga, el beso en la oreja, abrazos prolongados y fuertes, su pierna entre mi entrepierna. Yo todas las tardes deseaba llegar y descubrir qué nuevo tendría. Me excitaba imaginarlo, y ni qué decir de las fantasías al llegar a casa, y jugar sola conmigo misma en mi habitación. Debo decir, que tal y como se lo conté a él, no era virgen, porque años atrás como parte de un juego de adolescentes, había tenido sexo. Fue por una única vez, algo rápido, un juego, y que no había sido ni satisfactorio ni prolongado, pero había sido penetrada por un compañero de colegio. Los halagos, saludos efusivos y demás, me estaban generando harta curiosidad. Hace 5 años, desde aquella vez, y de no ser por mis sesiones de auto-satisfacción, sería como si no tuviera actividad sexual, y tampoco sabría lo qué es sentir un orgasmo.

Jueves por la tarde, era mi día de actividad deportiva en la U. Llegué a trabajar algo tarde, venía desarreglada y sudada, y aun así, lejos de regaños, fui objeto de la ya más que cariñosa y habitual recepción. Incluso, el olor, mezcla de sudoración y perfume, pareció gustarle a mi jefe, porque fue algo más efusivo, no violento ni grosero, pero si más intenso que de costumbre, al punto que me costó zafarme de sus abrazos, besos y arrimones. Sin temor alguno, y más bien en busca de ser más agradable a mi jefe, fui al baño a arreglarme un poco el pelo y refrescarme. Desabroché mi blusa, me admiraba en el espejo, cuando de pronto apareció la imagen de mi jefe en él. Su reflejo estaba detrás del mío, yo de espaldas sentí cuando posó sus manos en mis senos. 

Me quedé paralizada, pero no de miedo sino de excitación, ansias y ganas. Sentía justo detrás de mí su cuerpo, y sus manos en mis senos sobre mi sostén, y pensaba: "ufff, debí cerrar la puerta, ¿y ahora?". No podía moverme, ni quería moverme, menos cuando empecé a sentir y disfrutar sus caricias. Besó mi mejilla, y apartando mi cabello, su lengua comenzó a deslizarse en mi oreja, y en mi cuello. Sentí que todo se me estremecía, que toda mi piel se erizaba, mi vagina se humedecía, mis pezones erectos se hipersensibilizaron, mis piernas y estómago cosquilleaban. Las sensaciones que experimentaba en todo mi cuerpo eran muy placenteras. Comencé a perderme en sus caricias, de pronto bajó sus manos las posó en mis nalgas, las acarició, y las apretó suavemente.

Deslizó una mano entre mis piernas, y por sobre las bragas rozó mi ano, siguió a mi vulva, despacio. Las sensaciones sobre todo mi cuerpo casi me hacían desmayar. Soltó y bajó mi falda. Bajó mis bragas, y yo ya sabía qué iba a pasar, pero aún estaba indecisa, quería y no quería hacerlo. Lo deseaba, pero no me decidía. Deseaba que este hombre hiciera conmigo algo de lo que me había contado de sus conquistas. Sería prácticamente mi primera vez, con un hombre de verdad, y aunque había pensado en hacerlo, no me lo había imaginado así, pero las ganas, ansias, y excitación me ganaban, y mi humedad íntima crecía y crecía. Mientras yo pensaba mil cosas, él recorría mi espalda, acariciaba mis partes, e incrementaba mi deseo.

Su cuerpo cada vez más próximo me tenía paralizada. Susurrando me dijo: "confía, no te voy a lastimar, déjame estar dentro tuyo, deseo penetrarte, quiero cogerte, prometo hacerlo con cuidado". Su voz en mi oído, su respiración y su forma de tocar mi cuerpo, me convencieron y me dejé, me entregué a su voluntad. Terminó de bajar mis bragas y acariciaba mi vagina, despacio, suave, lento muy lento, mi furor y humedad intravaginal aumentaba. Sentía sus dedos deslizarse con mis fluidos, resbalar sobre los pliegues de mis labios. Lo disfrutaba, en especial el roce con mi clítoris. Desabrochó mi sostén, acarició mis desnudos pechos, y pasó de inmediato a mamarlos y jugar con su lengua en mis pezones.

Yo disfrutaba, pensaba todo era perfecto, a mis inexpertos 18 años, todo lo que él me hacía me gustaba. Gozaba con un hombre mayor, guapo, gentil y experimentado. Bajó sus pantalones, me haló hacía atrás, pegó su cuerpo al mío. Nos observábamos en el espejo mutuamente. Sentí algo grande y duro tocar mis nalgas, era su pene. Me inclinó hacia adelante, situó su pene entre mis piernas, y yo se lo aprisioné. "Por dios" lo percibí enorme, no lo esperaba tan grande. Ante mi sobresalto, tomó mi mano y dijo: "tócalo, siéntelo". Y "wooow", por su grosor apenas pude cerrar mi mano. Era enorme, largo, grueso, caliente y hasta pude  palpar las protuberantes venas. Sentí la sangre fluir por aquel inmenso pene, y la voluminosa cabeza ya se sentía mojada.

En realidad, no tenía noción de que tan grande podía ser aquel pene, dado que era la primera vez que tenía uno en la mano. Igual pensé ¿Y ahora qué hago? Algo nerviosa, pero con ansias. Yo inexperta y él con toda su experiencia, lo notó, me dijo: "tranquila no pasará nada que tú no quieras". Ya era demasiado tarde para esas palabras, mis bragas abajo, su miembro rozando mi culo, mi vagina chorreando, y yo sin saber que realmente esperar. De pronto me susurra: "tranquila, si no quieres di no". Obvio no dije no, y ya su pene intentaba entrar en mi vagina. Casi virgen por novata, y por grueso costaba un poco, pero él supo cómo masajear mi vagina que se mojó más y más. Me besaba, tocaba mis pezones, al tiempo que lamía mi cuello y espalda.


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