NOCHE DE CHICAS

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NOCHE DE CHICAS

Era el cumpleaños de Nora y como siempre que una de las compañeras del departamento cumple años, quedamos a comer las cuatro. Este año en vez de ir a comer íbamos a quedar a cenar, ante la imposibilidad de juntarnos a medio día. Además, era viernes y podíamos alargar la juerga lo que quisiéramos.

Cuando le dije a mi marido que se tenía que hacer cargo del niño al día siguiente por la noche, en principio puso cara de perro, pero enseguida cambió y me dijo que no había problema. Yo creo que se pensó dos veces no fuera a hacer yo lo mismo cada vez que se va a cenar con sus amigos y alargan la sobremesa jugando al mus hasta las tantas. Me dijo que le parecía muy bien y que nos divirtiéramos.

Eran las ocho de la tarde cuando le dije que por favor me pidiera un taxi. No me apetecía pasar la noche pensando en no beber porque luego tendría que conducir y al final cogería el coche con alguna copa de más.

Cuando salí de la habitación y me vio soltó un silbido y me preguntó en broma si podía tardar un cuarto de hora más para marcharme. Le pregunté que por qué un poco mosqueada y me dijo que para echarme un polvo rápido porque estaba preciosa con mi vestido corto negro, zapatos de tacón de aguja y la ausencia de sujetador, una licencia que a mis treinta y ocho años aún me puedo permitir. Me acerqué a él y le besé a modo de despedida, teniendo la precaución de no estropearme el carmín de los labios.

Al llegar al restaurante ya estaban mis compañeras sentadas en la mesa tomándose el primer vino blanco de la noche. Nora nada más verme me sirvió una copa y esperó a que me quitara la americana para levantarse y solicitar un brindis por la cumpleañera Nora.

La cena transcurrió entre risas y críticas a los compañeros para variar. Fue ligera y exquisita, ostras de aperitivo, lubina salvaje al horno y cerramos con un brownie de chocolate y unos cafés. Nos habíamos acabado la segunda botella de vino y rechazamos los chupitos a los que nos invitaba la casa.

Nora mandaba esa noche, era la más joven de las cuatro y propuso ir a un garito de salsa cercano que conocía. A todas nos pareció bien, aunque la salsa no es mi baile preferido me defiendo lo suficiente como para no hacer el ridículo.

Al llegar había cola en la entrada, muchos más hombres que mujeres, aunque la mayoría eran grupos de parejas. El mulato que hacía las veces de portero, al vernos a cuatro chicas solas vino a buscarnos para decirnos que entráramos directamente, seguramente la sala necesitaba presencia femenina sola para ambientarla.

Era un tío no muy alto, rondaría el metro setenta, pero guapísimo y todo músculo. Los abdominales se le marcaban en la camiseta ajustada como si no la llevara. Nos acompañó a la entrada ante alguna protesta de la gente que esperaba para entrar a la que ni prestó atención.

Ya una vez dentro y sin que nos pudiera oír, Silvia expresó a su manera lo que las cuatro estábamos pensando.

Joder, cuando me ha puesto la mano en la espalda y tan cerca del culo estaba deseando que cogiese un cachete y me lo estrujase. Solo de pensarlo me he mojado las bragas. Que pedazo de tío – dijo de corrido. Seguro que las cuatro nos meteríamos encantadas en la cama con él y ni os acordaríais de vuestros maridos – dijo Nora riéndose. Chicas, vamos a divertirnos bailando y a dejar el sexo aparte por una vez, no sea que la noche acabe como el rosario de la Aurora y mañana nos maten los remordimientos – dije yo.

Nos sentaron en una mesa al lado de la pista de baile que tenía un cartel de reservado. Seguramente para hacernos bien visibles y dar ambiente al local, haciendo gala de que también iban mujeres solas para animar a la parroquia masculina que acudía sin pareja.

Dos horas más tarde, agotadas de tanto baile y después de rechazar multitud de invitaciones a seguir bailando, apareció el portero en la pista y por megafonía dijeron que se iba a hacer una rueda, animando a todo el público a unirse. Empezó s sonar una salsa rápida y el portero cogió el micrófono para dirigir los pasos. Ninguna de las cuatro nos animamos a salir a la pista.

Al acabar la ronda se acercó a nuestra mesa y me tendió la mano invitándome a bailar. Le dije que estaba cansada y me contestó que no admitía escusas al tiempo que me agarraba la mano y me hacia levantarme, ante el jolgorio de mis amigas diciéndome que lo estaba deseando.

Sin soltarme la mano nos dirigimos a la pista y nos enganchamos a media canción. Al acabar me agarró de la cintura y me dijo que quería seguir bailando conmigo. Yo estaba encantada, bailaba de maravilla y me hacía sentir que volaba sobre el suelo dejándome llevar.

La tercera canción que sonó fue un bolero. Me cogió una mano y me agarró por la cintura para pegarme a él y juntó su cara a la mía. Olía de maravilla a pesar de las incipientes muestras de sudor que perlaban su frente. Yo también empezaba a notar el vestido pegándoseme al cuerpo.

Con su cara pegada a la mía me cantaba la canción que estaba sonando y su aliento me en el cuello me estaba excitando. El colmo fue cuando me puso una mano en el culo y me apretó contra él. Estaba empalmado y me restregó la polla a la altura del ombligo.

Cuando dejó de presionarme el culo no me aparté. Ahora era yo la que se presionaba contra él y me puso una mano por detrás del cuello enredándolas en el pelo. Separó nuestras caras un poco tirando hacia atrás del cabello y me giró la cabeza lo suficiente para plantarme un beso en los morros presionándome con la lengua.

Estaba como hipnotizada. Abrí la boca y busqué su lengua con la mía fundiéndonos en un morreo salvaje. Cuando se separó me miró a los ojos y medió un pico en los labios. Acto seguido me cogió de la mano y tiró de mí. Me dejé llevar.

Llegamos a una puerta que tenía un cartel de PRIVADO. Entramos en un pasillo y abrió una puerta que ponía SERVICIOS. Era la zona reservada para los empleados, seguramente las otras puertas darían acceso a despachos y vestuarios.

Nada más entrar cerró la puerta con pestillo y deslizó los tirantes de mi vestido escotado por los brazos. Me dejé hacer e incluso ayudé a que me los sacara. Me bajó el vestido dejándome con los pechos al aire y los beso pasando la lengua alrededor de los pezones sin llegar a tocarlos.

Al final se los metió en la boca y los succionó machacándomelos con la lengua, pensé que iba a acabar corriéndome sin remedio. Consciente de que me tenía donde quería, me subió la falda a la cintura y me bajó las bragas hasta las rodillas. Me sentó encima del lavabo y acabó de quitarme las bragas.

Volvió en busca de los pezones con la lengua mientras se bajaba los pantalones y los calzoncillos. Fue directamente con la boca a mi pubis y con tan solo dos lengüetazos, hizo que me corriera.

Se incorporó y me puso la punta de la polla entre los labios del coño. Me besó de nuevo metiéndome la lengua en la boca al tiempo que me la metía muy despacio, como queriendo sentir cada pliegue de la vagina en su sexo.

Esperaba que me una vez dentro empezara a bombearme como un poseso. En vez de eso, entraba y salía lentamente, haciéndome disfrutar de cada centímetro de polla que metía y mi vagina se adaptaba al recibirle, tenía la polla más grande que he visto en mi vida. 

En ningún momento aceleró las penetraciones, era como si me estuviera haciendo el amor en vez de follarme mientras me besaba los pezones mismo ritmo que me la metía. Las emociones empezaron a confundirme. Me sentía como si estuviera con un amante en vez de con alguien que ni siquiera conocía. El orgasmo se fue fabricando poco a poco, a fuego lento, hasta que me mordí los labios para evitar gritar cuando me corrí por segunda vez en menos de cinco minutos.

Me abrazó sin sacármela y me llenó la cara y los labios de besos. Esperó a que mi respiración se normalizase para sacármela aún dura, no se había corrido. Al retirarse tuve una sensación de abandono, me hubiera quedado con su polla dentro eternamente.

Me bajó del lavabo y se miró la polla. Supe inmediatamente lo que quería que le hiciera y yo estaba deseando. Nos soy muy de chupar pollas, pero aquella mirándome hacia arriba empapada de mis fluidos era una tentación, imposible resistirse.

Al agacharme me dijo que me avisaba cuando se fuera a correr y asentí con la cabeza al tiempo me la metía en la boca. Poco a poco notaba como se le iba poniendo mas gruesa cada vez y yo disfrutaba chupándosela. Cuando noté que se iba a retirar para correrse, se la cogí con las dos manos para retenerle y le pasé la lengua por la punta. Un chorro de semen me inundó la boca y no recuerdo haberme puesto nunca tan cachona al recibirlo. Ni siquiera me planteé la posibilidad de escupirlo.

Sin ser muy consciente de lo que estaba haciendo, me lo tragué y seguí chupando hasta ya no salía nada. Me dio la mano para ayudarme a levantarme. Nos arreglamos la ropa y me dio un beso en los labios. Me dijo que era un amor de mujer y volvimos a la sala. Al llegar a la mesa donde estaban mis amigas me preguntaron de dónde venía y porque estaba sofocada.

Me acaban de echar el mejor polvo de mi vida - les dije y las tres empezaron a aplaudir.   


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