Nunca imaginé lo que sucedería con Lorena, una mujer aparentemente fría, indiferente, de grandes senos y hermosas piernas. Lorena era la típica mujer acostumbrada al asedio de los hombres, a mi ella me atraía, pero decidí ignorarla y enfocarme en las otras mujeres que estaban teniendo sexo conmigo regularmente.
Una tarde, tras un olvido, se me quedo mi celular cerca del lugar en donde ella estaba. En esos minutos me llegaron ciertos mensajes de alto calibre que ella espió y leyó. Uno de ellos decía: Eduardo, me encantó la forma en que me hiciste tuya y me gusta esa grande y gruesa verga que tú tienes.
Los días posteriores yo empecé a notar que Lorena me miraba de formas extrañas, yo sospechaba que había leído aquello, pero no tenía certezas. Yo veía a Lorena desmotivada y eso que estaba rodeada de hombres suplicantes de sexo con ella.
Una tarde calurosa, ya finalizada la jornada laboral pasé a la ducha y cuando ya estoy desnudo bajo el agua, la veo entrar, me sorprendo, ella me mira con deseos en sus ojos y en su piel. Comienza a sacarse la blusa, los sostenes, comienza a acariciarse los senos. Yo comienzo a tener una gigantesca e impresionante erección y ella finalmente se quita toda la ropa y empieza a tocarse la vagina, húmeda, brillante, anhelante de deseos. Lorena mira mi verga enorme y gruesa y dice: te deseo y eso que ahí tienes me lo comeré entero. Se me acerca, se agacha y empieza a darme un delicioso sexo oral. Lorena chupaba mi verga a las mil maravillas, mientras yo acariciaba sus senos, apretaba sus duros pezones y luego la apoyaba firme contra la pared y la empiezo a penetrar rítmicamente y comienzo a volverla loca de placer y (CONTINUARÁ)...
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