Repetitivo, periódico y de largo alcance

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Helena: Daniel, por favor, te he dicho que regañes a Edgar más seguido. Me da la impresión de que se está descarriando. Y ve tú a saber dónde terminará. Si en las drogas, el alcohol o una banda de esas. 

Daniel: Mujer, te he dicho una y otra vez que los jóvenes son así. Solo recuerda lo que hacíamos nosotros de peques. Déjalo. Dice el marido mientras se recuesta en el sofá y enciende la TV en el canal de deportes. 

Helena: Claro. Pero yo lo digo para que seas tú quién ejerza autoridad. Me parece que cada vez eres más pusilánime y no quieres enfrentar tus responsabilidades paternas. Parecce que soy la única que se procura formar una familia decente y ser un modelo ejemplar para nuestra comunidad. Dice furiosa mientras señala con el dedo índice a Daniel. 

Daniel: Mujer, por favor. Pudes traerme una cervez de la nevera. Se echa un pedo en el sofá. 

Helena: No sé por qué me casé contigo, a veces  provoca matarte. Y cada vez hacemos menos el amor. Te odio. 

Pasa un rato...

No vas a decir nada, eh??

Daniel: Goooooool!! Así se hace carajo. Ese jugador es un crack. 

Helena: ¿Eres una mierda, lo sabías? Hay que poner autoridad en esta casa. Voy a terminar por vender esa TV a ver si hablamos un momento. 

Daniel: Mujer. Estoy cansado. Solo quiero ver el partido. Y además, el muchacho no está en casa. Cómo quieres que hable con él. 

En eso llega Edgar con un gorrito de esos hippies. Va fumando y viene con un skate en sus brazos. 

Helena: Con que andabas con esos delincuentes que tienes por amigos. Vaya tú a saber qué mañas se te están pegando de esos bichos. 

Edgar: Mamá, no otra vez con lo mismo, por favor. 

Helena: Claro que sí. Te voy a prohibir salir durante esta semana. Es más. Te quedas sin celular y sin Internet. También sin videojuegos. 

Edgar: ¿Al menos me das una cuerda para ahorcarme?

Helena: Mira Edgar, aquí quiénes mandamos somos tu padre y yo. Y mientras vivas en esta casa deberás seguir nuestras órdenes. Verdad cosito. 

Daniel: ¿Qué? Sí, sí mujer. 

Helena: Daniel. Mira al muchacho. Ahora está fumando. Un día de estos trae la matita esa verde y al siguiente lo tenemos metido en la cárcel. 

Daniel: Mujer, por favor. Ya está. No lee daré dinero esta semana, así no se comprará los cigarrillos. 

Edgar: Papá, pero yo lo dejo cuando quiera. 

Daniel: Gooooooooooll. 

Helena: Necesitamos ir a terapia de familia. Por eso he reservado una cita la semana que viene con un psicólogo. 

Edgar: Tonterías. Eso no funciona. 

Helena: Que sí. Tiene testimonio de varias familias disfuncionales que mejoraron con sus tratamientos. 

Edgar: Después de dejar una fortuna allí. Seguro que ese señor también fuma. 

Daniel: Mujer. No. La semana que viene es el partido final. 

Helena: Pues ves la repetición. 

Daniel: ñkñkñkñkñkñk--Gruñe-Refunfuña

Helena: Nada de refunfuños cariño.

Daniel para sí. Por qué me habré casado con esta mujer. Hubiése escogido a la otra... 

Helena: Esta familia tiene mal karma, mal fen shui y mal todo. Las energías no son positivas en este ambiente. 

Se esucha un estallido de fondo. Se nubla el día y de un momento a otro comienza a llover. 

Helena: Daniel, no tenías que ir buscar el pan.

Daniel: Mujer, pero sí está lloviendo.

Helena: Pues lleva el paragüas. 

Viendo la oportunidad de escapar de cada Edgar se ofrece.

Edgar: Ma, yo voy. 

Helena: Tú no sales de esta casa, a tu habitación. 

Edgar: Pero ma. 

Helena: Nada. Somos la ley aquí. Se debe respetar. 

Edgar se va al cuarto furioso y golpea la puerta. Está tan furioso que comienza a dar golpes a las paredes y hacer un estruendo. 

Helena: Ya ves como se pone. 

El marido ya se había quedado dormido. 

Helena: ¿Daniel, me escuchas? ¿Viste cómo se puso tu hijo, no?

Daniel despierta de repente y ve la cara de la mujer enfrente gritándole. 

Daniel: Ehh sí mujer. Que ya voy. Dice mientras levanta. 

Edgar gritando: Odio tus órdenes. Todo aquí son órdenes y yo quiero libertad. 

Helena: Deja la gritería. Sabes bien que aquí nunca te ha faltado nada. Lo que pasa es que eres un malcriado. Hay quiénes nada tienen y no andan con esos alaridos. Compórtate como un hombresito. Todo esto pasa porque tú papá es demasiado permisivo y no te castiga como mereces. 

Edgar: Me voy a encerrar en el cuarto y voy a dejar de comer. Ya quiero morir. 

Helena: Ja. Pues suerte con eso. 

Regresa el marido con los panes, jamón y queso. 

Daniel: Dale un emparedado al muchacho a ver si se le quita la rabieta. Dice mientras arranca un pedazito de pan. 

Helena: No, ahora dice que se declara en huelga en hambre. 

Daniel: Sí, pero eso dice ahora. Ya verás como al rato sale. 

La semana siguiente van a la consulta con el psicólogo. 

Psicólogo: Buenas tardes. Ya Helena me habló de su caso. Se trata de que usted,  señor Daniel, con todo repeto, no es lo suficientemente estricto con su hijo. 

Daniel: Yo hago lo que puedo. Dice para defenderse. 

Psicólogo: Lo que ocurre es que usted tiene un complejo de feminidad. Su mujer a ocupado su puesto. ¿Usted por decirlo de alguna forma, le ha dado su pene. Usted se ha quedado sin pene, me entiende?

Daniel: ¿Me está tomando el pelo, no?

Picólogo: En absoluto. Usted lo que necesita es ir a la caza de otras féminas. Con perdón de su esposa.

Helena: Pero doctor, cómo se atreve a decirle a mi esposo que me sea infiel delante de mis narices. 

Psicólogo: Nada de eso. Lo que dije es que necesita cazar. Él es un cazador inato. Pero sus intintos naturales han sido restringuidos. Lo que estoy diciendo es que le permita a su marido ir detrás de otras mujeres sin llegar a serle infiel a usted. 

Helena: Pero aún así no lo puedo permitir. 

Psicólogo: Créame que si su marido reactiva ese instinto ya verá como su hijo lo trata diferente y lo respeta. 

Helena: Bueno, si usted lo dice. 

Psicólogo: Pero claro, está clarísimo. Yo siempre me dejo llevar por los razonamientos de mi amigo Freud. 

Edgar: ¿Ese no era el que se metía cocaína doctor?

Psicólogo: Ese es correcto mi querido saltmonte. Pero lo hacía con fines prácticos. Para inspirarse en su trabajo. Nada que ver con la adicción. 

Edgar: Fíjese doctor. Igual que yo con el cigarrillo. Jeje

Helena: Calla muchacho. 

Psicólogo: Nada de eso señora. Esta consulta es para hablar. Y debo percibir cada una de sus inquitudes mentales. Pero en líneas generales ya veo que pasa. El muchacho también está siendo muy coartado. ¿No será que es gay?

Edgar: Nada de eso doctor. A mí me encantan las mujeres, solo que no sé cómo hablar con ellas. Me cuesta mucho acercarme. 

Psicólogo: Está viendo. Otro caso de pene coartado. Lo que necesita es llevar al muchacho con las putas. 

Daniel para sí. Vaya loco. 

Helena para sí. Pues bien que me salió la consulta. Y de paso hay que pagar. Peor el remedio que la enfermedad. 

FIN. 


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