AKIKO, PEQUEÑA Y GRANDE AL MISMO TIEMPO (3/3)

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Me dijo que me tumbara boca abajo en el colchón de plástico hinchable y empezó a ponerme una especie de gelatina viscosa por todo el cuerpo. Me pasó la mano por el culo para ver si resbalaba bien y se embadurno ella. Se sentó encima de mi culo y se desplazó hacia el cuello pasándome el chocho por la espalda para volver a la posición inicial, restregándoselo contra mis nalgas al tiempo que me metía un dedo en el trasero.

Se deslizó entre mis piernas y quedamos haciendo la tijera. Me cogió los huevos y se los pasó por el clítoris, desistiendo de seguir antes de correrse de nuevo. Se tumbó encima de mi en posición inversa y se metió la polla por delante.

Yo tenía las piernas abiertas para que pudiera deslizarse por el colchón y ella carradas para hacer más presión en la polla. Agarrada con las manos a mis pies como punto de apoyo, deslizó el cuerpo hacia delante sacándosela casi por completo y me pidió que tirara de sus pies hacia mi cabeza para metérsela de nuevo hasta dentro.

Nos costó un poco amoldarnos a la posición y al final conseguimos coordinarnos. Ella tiraba de mis pies para sacársela y a continuación yo con fuerza de los suyos para insertarla hasta que su pubis chocaba contra mis huevos. Cuando sentí que no iba a aguantar mucho, empecé a tirar de ella solo de un pie y le metí dos dedos en el culo. Me aprisionó la polla con los músculos internos y nos corrimos los dos.

Se tumbó encima de mí poniéndome el coño en la boca mientras me chupaba la polla. Yo necesitaba recuperarme antes de empezar de nuevo, pero ella se corrió de nuevo mientras yo la chupaba el clítoris.

Nos incorporamos y se ocupó de limpiar ambos cuerpos con una toalla húmeda. Me ofreció una botella de champagne para que la abriera mientras ella sacaba dos copas de un mueble. Brindamos y nos las bebimos de un trago. Volví a llenarlas y las dejamos en una mesita baja.

Nos sentamos en la cama y al poco se tumbó en mis rodillas y me pidió que le diera azotes en el culo. Cundo lo hice me dijo que no me había pedido caricias, sino azotes de verdad, de los que dejan los dedos marcados en el culo y las nalgas coloradas. La azoté con todas mis fuerzas y soltó un leve gemido, repetí la operación y pidió más. La azoté hasta que me dolió la mano.

Se levantó con la respiración agitada y los muslos manchados de flujo, señal de que estaba excitada de nuevo. Cogió unas pinzas de la mesa donde estaban los consoladores y se colocó una en cada pezón. Después cogió una vara fina y flexible y me la dio, se apoyó en la cama con el culo en pompa y me dijo que la azotara con fuerza. Después de dos zurriagazos con la vara se colocó una cadenita en las pinzas que asió con los pulgares y me dijo que volviera a azotarla.

Con cada golpe que le aplicaba ella levantaba el cuerpo para que las pinzas tiraran de sus pezones. Se notaba en las nalgas líneas rojas donde le había golpeado la vara. Me pidió un golpe lo más fuerte que pudiera y tiró de la cadenita como si quisiera arrancarse los pezones. Volví a golpearla con la vara y con un grito desgarrador se corrió, quedando exhausta sobre la cama. Nunca había visto someterse a una mujer a semejante salvajada. Cuando pudo moverse cogió de un cajón un tubo de crema y me pidió que la embadurnase el culo para aliviarla, sino no podría sentarse, al menos, en una semana.

Tenía los pezones amoratados, con la sangre a punto de brotar sin llegar a hacerlo. Me acerqué y se los besé suavemente, pasando la lengua a modo de masaje, gesto que me agradeció con una sonrisa.

Charlamos un rato mientras bebíamos champagne. Me contó que venía de una familia tradicional japonesa y entre las muchas disciplinas a las que sometían a las niñas desde pequeñas, estaba la de infligirles dolor corporal para prepararlas para la boda, en prevención de que el marido que les tocara en suerte quisiera gozar pegándolas. Estaban destinadas a ser gueisas de sus maridos sin derecho a quejarse. Ya se había acostumbrado y disfruta con el dolor. Finalmente me dijo que durante los próximos días le dolerían los pechos y las nalgas y eso le recordaría la noche de sexo que había pasado conmigo, era una ofrenda y un halago hacia mí.

Aquello me superaba un poco, pero estaba otra vez excitado. Con la polla dura de nuevo, se encargó de ponérmela más dura aún cuando se la metió en la boca alternando con la vagina para chupar sus propios jugos.

Me dijo que volviéramos al colchón hinchable y me tumbara boca arriba. Vertió de nuevo sobre mí el líquido viscoso y lo acabó vaciando encima suyo. Cogió un consolador de la mesa y lo empapó de líquido. Se sentó encima de mí y dijo que doblara las rodillas para poder apoyar la espalda. Se deslizó sobre mis muslos hacia arriba con las piernas a mis costados y se dejó caer lentamente al tiempo que la polla le entraba en el culo.

Se quedó un rato allí quieta, tan solo presionándome la polla con contracciones musculares internas. Cuando se incorporó, deslizó el culo hacia arriba, colocó el consolador apoyado junto a la base de mi polla y volvió a deslizarse hacia abajo. Esta vez penetrándole la polla y el consolador al mismo tiempo. Era increíble ver lo que era capaz de admitir tan poca mujer.

Le presión era increíble y no solo por la fuerza de sus músculos, el consolador llenaba el orificio delantero y presionaba el trasero. Poco a poco fue incrementando la velocidad de sus ascensos y descensos y justo antes de correrme me dijo que le agarrara los pezones y se los retorciera. Nada más apretarla los pechos pegó un grito y nos corrimos los dos.

Tardamos bastante en recuperarnos y que ella se sacara tanto mi polla como el consolador. Nos fuimos a la ducha y volvió a lavarme, esta vez se lavó ella misma para evitar que le hiciera daño en las partes del cuerpo lastimadas. Nos fuimos a la cama y nos dormimos.

Ya era de día cuando me desperté al notar humedad en la polla. Miré hacia abajo y me la estaba chupando al tiempo que me hacia señas con la mano para que no me moviera. De pronto note una vibración en la entrada del culo que poco a poco fue ascendiendo por dentro.

Fue mi última corrida de la velada. La vibración dándome por el culo y la polla en su boca hicieron que me vaciara en el orgasmo más placentero y largo que he tenido en mi vida. Me dijo que me vistiera y me marchara. Un coche con chofer de su embajada me esperaba en la puerta para llevarme a donde le dijera.


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