Manu el abuelo electricista

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No sé qué hacer, si volver a repetir o no; la verdad es que estuvo bien, pero...

Todo empezó en una aplicación de dating. De los likes y algunos mensajes sólo deseando sexo recibí uno que me hizo gracia: "Sesentón experto lamedor, ni cobro ni pago, te garantizo placer intenso".

Le contesté que con esa edad ya podía ser un experto y de ahí salió mensajes para un lado y para el otro tratándonos de conocernos, pero pensando siempre que esta charla no iba a llegar a nada pues era un viejete para mí.

- Mira Paula puedo ir a tu casa si quieres. Eres tú la que mandas, yo haría lo que tu quisieras. Yo vivo en una habitación alquilada desde que me divorcié hace años.

- No, no en mi casa nada, que yo vivo con mis padres desde que me separé.

-Paula, tengo un local en la calle Peña Prieta, en Vallecas, donde tengo mis trastos del oficio. Está limpio y lo acondicionaré. Podemos quedar un dia de diario, y me ves y si quieres pasas y si no te vas. Incluso si pasas y no quieres continuar pues lo dejamos, soy un caballero.

- Mándame una foto y yo te mando una mía. y bueno la verdad es que me no me gusto su aspecto. En la parte inferior ponía su nombre: Manuel y su teléfono.

Al cabo de más de un mes decidí llamarle más por curiosidad que por otra cosa y me presenté delante de su local. Iba con una ropa interior negra, una falda a juego, blusa blanca y chaqueta pues ya empezaba a hacer calorcillo.

- Hola Paula, soy Manuel, aquí me tienes.

Estábamos en la acera, en la misma puerta del local; la gente pasaba por allí pero iban a lo suyo y en toco caso pensarían que necesitaba un electricista. 

- Puedes pasar si quieres... ¡eres guapa!; me dijiste 34 y separada.

- Yo tengo 66, divorciado con dos hijos y ya abuelo de una niñita.

Me asomé un poco para inspeccionar el pequeño local y no sé por qué, entré. Había una mesa despejada y un sofá más bien viejo y un servicio al fondo.

- Deja tus cosas en el perchero, Paula.

- No busco penetración ni la quiero Manuel. Vine por lo de tu anuncio.

- Está bien, no te preocupes, aquí se hace lo que tu digas y si en un momento dado te quieres marchar, ahí tienes la puerta.

- Seguro que has traído aquí a más chicas.

- No te miento, sí, pero chicas jóvenes, universitarias, a las que tengo que pagar. En eso se me va parte de las ganancias. Y tú con la edad que tienes seguro que te lo han comido alguna vez.

- Menos de las que me gustarían; Manuel. 

- No te desnudarás, me lo harás vestido y si te propasas daré unos chillidos que lo oirán todo el barrio.

- Que no mujer, que soy un caballero.; el único chillido si lo hay será cuando llegues al clímax.

- Bueno soy tuya, Manuel, ¿dónde me pongo y cómo?

- ¿te importa que te desnude? ¿te dejarás besar brevemente y tocar tus senos?

- No me importa.

- ¿aceptas que cuando te lo esté haciendo te penetre con los dedos?

- Casi siempre se hace.

Manuel empezó a desnudarme colocando la ropa en la silla dejándome sólo con las bragas. Me beso y tocó los senos un poquito y me sentó encima de la mesa donde me recostó. 

Me volvió a besar los senos y se fue para mi vientre y luego me quito las bragas, me separó las piernas un poco y me abandoné a las sensaciones.

Su lengua barrio mi vagina de arriba a abajo y de abajo a arriba en varias ocasiones y abriéndome los labios vaginales empezó a meter la lengua rápidamente. 

Su cabeza no se separaba de mi pubis; este abuelo sabía hacer las cosas, su lengua se movía frenéticamente y en pocos minutos empecé a tener sensaciones agradables. 

Entonces me cogió de las manos y me levantó llevándome al sofá donde me hizo recostarme y me separó mucho las piernas, una sobre el cabecero y la otra sobre el suelo y volvió con más intensidad a lamerme volviendo las sensaciones agradables.

¡¡vaya lengua tenía Manuel!! que forma de moverla. A cuantas chicas este hombre habría dado tanto placer; esos pensamientos me excitaban aún más.

Ya estaba mojada, lo sentía y también empecé a sentir la penetración con los dedos.

- Sigue Manuel, sigue, no te pares..., me lo haces muy bien, sigue joder...

Fue entonces cuando se fue directamente a mi clítoris; su punta de la lengua jugaba con mi clítoris mientras con un dedo me penetraba vaginalmente y con otro me lo introducía por el culo.

- sigue, sigue, sí,sí,si.....joder, sí, sí...

Entonces Manuel dejo de penetrarme con sus dejos y me abrió mucho mis labios vaginales y presionó sus labios en m clítoris mientas la punta de su lengua hizo el resto.

- hay, hay, sí, sí que me corroooo... y arqueando mi cuerpo tuve un pedazo de orgasmo de categoría, uf, joderrrrr.

Quedamos en silencio y Manuel se incorporó sonriendo.

Yo también sonreí tenuemente.

- Paula, no te mentí, soy un buen lamedor; a mi ex se lo comía teniendo en ella a una buena profesora y se los he comido a bastantes chicas, pero desgraciadamente pagando y eso no me gusta.

Me dio algo de lástima y me fijé que tenía algo de erección.

Me levanté y le dije que fuéramos al pequeño servicio.

Manuel pensaba que era porque me quería limpiar, pero no era por eso.

- Manuel, saca el pene, esto no lo suelo hacer, pero es por no dejarte así.

 Manuel pensaba que le iba a hacer una felación, pero no era eso y accedió a ello.

Entonces le cogí su miembro medio erecto y empecé a masturbarlo.

Mi mano iba para arriba para abajo y él cada vez la tenía más erecta.

Cuando la intensidad de mis movimientos era rápida Manuel en un gesto rápido puso sobre uno de mis senos su boca para ahogar su gemido mientras que su leche abundante quedaba derramada sobre mi cuerpo.

- Gracias Paula, gracias, no tenías por qué haberlo hecho; todavía me quedan ganas pues con las otras chicas no quieren ni esto ni la felación.

- No te quedes con ganas, Manuel, mastúrbate tú mientras me tocas.

Y así estuvo Manuel besándome los senos, mordisqueándome los pezones mientras se masturbaba y al poco tiempo me puso de espaldas a él y aproximando su miembro a mis nalgas derramó lo que le quedaba.

- Perdona, Paula, joder con lo buena que estas y sin pareja… que tontos somos los hombres. Te dejo que te limpies tranquilamente y te vistas; la toalla está allí, tienes todo lo que necesitas.

Me lavé, me vestí y me despedí de Manuel, tal vez hasta otra.


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