A través del Estado Intermedio (Primera parte)

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Me encontraba caminando por una calle luminosa dónde había más gente  que seguía la misma dirección que yo.
No había sonido, era raro. Sin embargo en la mente había un sonido imaginado para aquella situación. Oía de forma más nítida, algo así como murmullos y respiraciones. 
La sensación me recordaba a un sueño lúcido, como otros que había experimentado. Te notabas pleno de energía y tu consciencia era más impactante en tí mismo. Había más atención en lo que sucedía. 
Veía gente curiosa y despierta y a otros con la cabeza gacha, como durmiendo y andando. Pero todos íbamos en la misma dirección.
-¿A dónde vamos? - preguntó alguien.
Yo no sabía que responder, pero se oyó una voz a mi lado que dijo:
- ¡Estamos muertos! 
Me quedé asombrado, como si no lo creyera. Pensaba que de un momento a otro me despertaría. Pero no tenía memoria, no sabía de dónde venía, parecía no tener recuerdos. 
A medida que avanzábamos la luminosidad se hacía mayor, mirabas hacia atrás por encima del hombro, pero no podías volver, tus pasos llevaban una dirección fija. Hacia adelante, hacia adelante... 
Y en un momento de tiempo incalculable ya no se veía nada, todo era luz. Ni tan siquiera veía mi cuerpo. Parecía no haber dimensión, sólo mi consciencia en la luz. 
De pronto comenzé a percibir pequeñas manchas en la luz, como un cuadro de acuarela creciendo semiderretido, o mejor dicho, como la reverberacion del calor en el desierto.
! Efectivamente ! 
Eso era lo que ocurría. 
Estaba en un desierto y a lo lejos podía ver algo de color indefinido que destacaba en aquella luminosidad amarillenta. Miré atentamente y distinguí un coche en una carretera. Me acerqué, pero allí no había nadie. 
Seguía pensando que estaba en un sueño largo. Pero la sensación era, que llevaba mucho  tiempo en aquél lugar. 
El coche tenía las llaves puestas, así que subí, arranqué el motor y tiré hacia adelante. No sabía en que dirección iba. Había mucha luz, pero ningún sol. 
Entonces tomé conciencia de que no anochecía y vagué por aquella carretera sin fin en un atardecer perenne e inagotable.
Al principio evitaba desviarme en algún cruce, pero como no llegaba a ninguna parte, empecé a girar en los cruces aleatoriamente. 
Ni una señal, sólo una línea negra de alquitrán que giraba a derecha o izquierda, sorteando lomas y montañas. 
A veces se veían algunas aves grandes, como águilas y cuervos y bandadas de pájaros más pequeños. 
Entonces me di cuenta de que iban en la misma dirección, así que empecé a seguirlos. Más edelante divisé también otros animales. Algún coyote entre las rocas, un puma y algunos perros en grupo siguiendo el mismo camino que yo. 
No sé cuantos kilómetros pasaron, tampoco sé cuanto tiempo pasó hasta que llegué a un pueblo llamado Encrucijada. Parecía pequeño, pero cuando entre en sus calles, enseguida me perdí. 
La gente iba y venía dando la sensación de ajetreados, como buscando algo, una dirección, el número de un edificio. 
Vi el letrero de un bar y aparqué. 
Entré en el local y sólo vi al barman, impoluto, limpiando un vaso con un paño blanco. 
Pregunté si había agua. 
- No existe - dijo éste. Y añadió:
- Todo lo que ves son apariencias, ilusiones de tu mente. Como un sueño. Pero puedes preguntar lo que quieras. 
-¿Donde estoy? - Dije inmediatamente. 
-Este lugar es el principio de un camino que te llevará al estado más afín a ti - Contestó el barman 
- Puedes elegir entre seis calles que te conducirán a una existencia innata a tu naturaleza de ahora. Las calles parecen iguales, todas tienen nombres y números. 
- En las casas viven seres que están esperando para volver a hacer el camino. Unos vuelven de las regiones más profundas, las que se relacionan con el odio y las perversiónes más bajas. Volverán a elegir un camino y si tienen suerte alcanzarán una vida humana. 
- También existen regiones de la ignorancia, dónde vagas por mucho tiempo antes de comprender lo que te pasa y volver a Encrucijada.
- Pero ten mucho cuidado con lo que escuches. Esos seres pueden querer ayudarte, pero también engañarte. Tú decides. 
-¿A dónde llevan las calles? - pregunté 
- Hay tres calles que conducen a las regiones inferiores y tres que van a las regiones superiores - dijo limpiando por enésima vez el vaso - Y añadió mirándome atentamente: 
- Todas ellas tienen olores, colores, sonidos y otras características que puedes identificar, tú decides - dijo. 
Salí de allí y me puse a investigar el aspecto de las calles. 
Ahora entendía a la gente que ví por primera vez observando con atención todas las casas, como queriendo averiguar por dónde tenían que ir. 
Recorrí las calles y todas finalizaban en el inicio de una carretera. 
Estaba al final de una calle de nombre Asura, dónde predominaba el color verde, olía bien, había frutos en los árboles de las aceras, pero la sensación era como si necesitases algo con urgencia, con ansiedad. Algo así como quitarle algo a alguien. La carretera de esta calle conducía a unos valles de apariencia agradable.
Volví sobre mis pasos y exploré otras calles buscando algo que no comprendía. 
Atravesé un arco de piedra y desemboqué en una plaza circular, con una fuente en el centro. No había agua. Recorrí con la vista a mi alrededor y a la derecha vi un cartel que decía "La Reunión" y una puerta abierta. 
Entré, el lugar era grande con mesas y sillas de lo más confortables. Parecía un club exclusivo de alto nivel. 
Había gente en las mesas hablando de manera normal. Nadie se percató de que entraba. Me senté en una mesa sin esperar nada, pero enseguida apareció un individuo que dijo estar allí por segunda vez. 
Se sentó y empezó a relatarme su experiencia antes de volver a Encrucijada. 
- Tomé la carretera de la calle Naraka - empezó diciendo - La calle era gris, pero olía a barbacoa y yo tenía hambre. No estaba de buen humor. Tenía recuerdos agresivos, pero continúe. Allí había un autobús y me subí a él. Al principio el paisaje era normal, pero poco a poco entramos en terreno quemado, todo estaba calcinado, la vegetación había desaparecido. 
Empezamos a subir como si fuera un puerto de montaña y aquello derivó en un entorno helado, con un frío inimaginable. El bus paró y bajamos algunos. Empezamos a andar y estuvimos así por tiempo incalculable. No sabíamos que pasaba, sólo buscábamos una salida. No había comunicación, sólo el anhelo de salir de allí y siempre hacia adelante con un frío insoportable.
Sentía que pasaban eones de tiempo. Que aquel andar sin rumbo sería eterno. 
Un día apareció en el espacio una energía envolvente que devolvió calor a mi cuerpo. Comprendí qué estaba pasando. Alguien estaba pidiendo fervientemente que finalizará nuestro sufrimiento. Y así fue. 
Regresé aquí y ahora se que estaba en un "infierno helado". 
- Evita la calle gris, no te acerque por allí - término diciendo. 
Salí de aquel lugar de reunión y seguí vagando por las calles...


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