Bronca con tijera

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Cristina se despertó de mal humor. Normal. El despertador sonó a las cuatro de la mañana. Jamás en su vida, cuando era joven, pensó que se tendría que levantar tan temprano. Ni siquiera se planteó nunca que existieran las cuatro de la mañana.

Tenía mucha pereza y no se ducho, como acostumbraba a hacer todas las mañanas. Se pasó la palma de la mano por la axila y la olió. Decidió lavarse un poco con agua y jabón esa parte.

Sentada ya en el coche le dio por pasarse la mano por la vagina. La olió. Ese olor era bastante más fuerte, pero ya no le daba tiempo a ducharse. Bueno, nadie tendría que oler sus partes en todo el día. Ni ver sus bragas con un ligero toque marrón en la parte trasera.

Llegó al trabajo y lo primero que tenía que hacer todas las mañanas era inventariar lo que tocara. Le había tocado la fruta. Con una pequeña tablet iba verificando que todo estuviera en orden y no hubiese nada caducado.

- ¡POR FAVOR, CRISTINA, ¡ACUDE A LA OFICINA! - sonó en estruendo el megáfono de la tienda.

Terminó lo que estaba haciendo y se acercó a ver qué es lo que quería la encargada. Ese día, el resto de compañeros entraban más tarde, pero ellas dos tenían que entrar las primeras para hacer el inventario.

- No me cuadra el inventario de la semana pasada. No coincide el dato del ordenador con el producto físico que hay en el lineal - le dijo Sara, la encargada, con un tono amenazante que a Cristina no le gustó nada.

- Por favor, Sara, ¿Podrías hacer el favor de hablarme en un tono algo menos amenazador? Es que me resulta incómodo -

Sara se quedó impactada con la contestación. Estaba acostumbrada, una de dos, o a que se callaran o a que se enfadaran, pero no a una contestación tan asertiva como aquella. Eso hizo que se viniera abajo y de repente Sara se puso a llorar.

Cristina se sentó a su lado para consolarla.

- ¿Qué es lo que te pasa, Sara? No te he contestado mal -

-No, si no es eso. Es que he descubierto que mi novio me engaña con una compañera de su trabajo - dijo Sara, ya llorando perdidamente.

-Vaya, lo siento mucho Sara - y la estrechó entre sus brazos con fuerza y la dio un beso en la mejilla.

Sara giró lentamente la cabeza y besó en los labios a Cristina sin que ésta se lo esperara. Esperó unos segundos y la devolvió el beso, convirtiéndose en un caliente morreo. Sara comenzó a acariciar los pechos de Cristina. Ésta miró la hora en el ordenador. Aún quedaban cuarenta y cinco minutos para que llegara el resto. Cerraron la puerta de la oficina con pestillo.

Sara desabrochó el pantalón de Cristina. 

- No, Sara -

-¿Qué te pasa?¿He hecho algo mal? -

-Es que con las prisas hoy no me he duchado y tengo el coño muy sudado y oloroso -

-No me importa Cristina. Eso me excita aún más -

Bajó los pantalones y antes de bajar las bragas notó el olor a pescado y amoniaco. Le bajó las braguitas y metió toda su cara en el coño de Cristina, agarrando con las manos su gran culo celulítico.

-Ooooooo, siiiiiiiii. Sara, cómeme entera - 

A la vez que lamía su coño, Sara le metió a Cristina dos dedos por el culo, que también estaba muy sudado.

-Diossssssssssssss, Sara. Me corroooooooooooo. Aaaaaaaaaaaaaa - 

El flujo salió a borbotones por el coño de Cristina, mojando toda la cara de Sara y manchando todo el suelo. 

Cristina acarició la cara de Sara, que olía a pescado y flujo vaginal.

- Me encanta hacer inventarios contigo Sara -

-Cristina, por favor, tráete la fregona y limpia todo esto-

Cuando Cristina salió de la oficina, Sara se metió la mano en la entrepierna y se masturbó pensando en su jefe.


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