Entonces, ven aquí... Putita.II

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Y ahí estábamos, una chica de veintitantos y cuerpo menudito totalmente desnuda y con la vagina escurriendo sobre un hombre de treinta y tantos con la camisa medio abotonada y su pantalón mojado con el orgasmo de una desconocida.

-Aún no termina esto mi deliciosa perrita.

Ella no terminaba de sentir las convulsiones de su orgasmo cuando yo me puse de pie a desabotonarme la camisa, ella se puso de frente y luego de darle un beso la puse de rodillas mientras me desabrochaba los pantalones.

Mi verga estaba deseosa, grande, venuda y completamente hinchada queriendo arremeterla con fuerzas sobre todo el cuarto para llenarla de semen, pero primero quería ver sus habilidades orales. Ella miraba mi verga como sorprendida y luego de lamer el líquido pre seminal de mi glande poco a poco fue metiéndola en su boca. Yo dejé que ella me mostrara sus ansias, con un poco de torpeza mamaba mi verga como sin saber que lo que hacía me gustaba.

-Tócate las tetas putita, eso me pone caliente.

La tomé del cabello y con poca fuerza al principio, movía mi verga hasta tocar su garganta, en segundos ella sintió mi verga y se fue expandiendo para dejarla entrar por completo, era el tiempo de cogerla por la boca y mis movimientos se hicieron más fuertes, ella gemía mientras pellizcaba sus pezones y yo tomándola con fuerza del cabello empujaba mi verga hasta sentir que se ahogaba.

Le sacaba la verga de golpe y ella recuperaba su aliento, me miraba a los ojos con ansias y luego de un par de cachetadas le clavaba mi verga de golpe, era delicioso sentirla y ella sentía venirse nuevamente gemía y jadeaba mientras mi verga entraba y salía con fuerzas de repente ella comenzó a temblar y en un instante le saqué mi verga para jalarla y tenerla de pie ente mí. Mi mano nuevamente entraba a su vagina para manosearla mientras que con mi boca chupaba sus tetas lamiéndolas y mordiéndolas como perro sin dominio, ella entre gemidos gritaba con la boca llena de saliva espesa, mi mano se movía con fuerza y rapidez hasta hacerla venir delicioso con las piernas tambaleantes.

-¿Te gusta esto Putita? ¿Te gusta que te haga mi perra? ¿Te encanta que te haga venir muchas veces?

Ella solo asentía con la cabeza mirándome con los ojos en blanco, sus muslos mojados y mis dedos empapados dejaban de moverse mientras que ella temblaba su voz al sentirse nuevamente dichosa.

-Quiero que me cojas David, quiero que me metas esa vergota en mi panochita.

Estando parados nuevamente la cargué como al principio, sus brazos y piernas me abrazaban y con la vagina escurriendo le clave mi verga a la mitad, ella jaló aire y abrió los ojos con un extraño gesto de dolor y placer. –Te gusta mi verga? –Le dije mirándola a los ojos. Ella nuevamente no pudo decir nada y solo movía la cabeza, entonces de golpe y con coraje solté su cuerpo para que cayera a clavarse mi verga completa.

Sentí sus uñas aferrándose a mi espalda sus dientes clavados en mi hombro y un intenso gemido agudo saliendo de aquella putita, la apreté de la cintura y dejé que su sexo se acostumbrara a mi verga, ella gemía sintiendo mi verga pulsando dentro de su coño y en un gemido que más bien parecía que estaba llorando, un rio caliente vino a mojarnos completos. La movía despacio mientras ella aferrada sin moverse solo gritaba como con un llanto de placer, sus dientes penetraban mi hombro y en la espalda solo sentía puñetazos mientras que mi verga se bañaba de líquido caliente.

-Métemela duro cabrón, cógeme como a tu perra y no me tengas piedad.

Aventé mi cuerpo a la cama y una vez arriba me le fui con todo, ella ni siquiera parecía estar en este mundo pues sus ojos estaban dios sabe dónde y su cuerpo solo parecía agarrado de mi como por reflejo, sin embargo, yo metía mi verga hasta el fondo y la sacaba casi completa, sus tetas rebotaban mientras que mis huevos chocaban fuerte en su culo. Mariela recobró la conciencia sintiendo mi verga entrando y saliendo, miraba sus ojos y ella solo tenía lujuria en ellos, nos acomodamos de lado y con las piernas abiertas nuevamente se vino completa.

Seguimos cogiendo de varias maneras, pero llegado el momento la puse en cuatro. Ella estaba escurriendo y jadeando mientras su culo estaba en lo alto. Abrí sus nalgas y noté que su culo era nuevo, un escalofrió me recorrió el cuerpo pues tenía tiempo de no ver algo así. Mi verga se puso como loca y me abundaba el deseo de romperle el culo en pedazos.

-Nunca me lo han hecho por el culo, pero me tienes tan caliente que si tú me pides yo aquí mismo te lo entrego.

Me fui sobre ella como loco, lamiendo su culo un buen rato hasta que con mis dedos estaba intentando penetrarlo. –No me desvirgues el ano con los dedos. Quiero sentir tu verga, aunque me duela.

Escucharla me puso caliente, mi verga estaba dura como al principio y opté por acomodarla de lado. Era difícil entrar en su culo, sus impulsos de apretar y su poca costumbre empujaban la cabecita apenas lograba entrar un momento. Sin embargo llegó un momento donde su cuerpo se puso suelto y sintiendo una presión exquisita, mi verga fue entrando sintiéndose abrazada casi completa.

Mariela gemía sin contenerse mientras se aferraba de las sábanas de la cama, mi verga se deslizaba de a poco hasta que finalmente estivo adentro de su culo. La besé en el cuello mis manos apretaban sus tetas y sintiendo que su culo me abrazaba con fuerza Mariela se vino de una manera distinta.

Ya no era un rio de fluidos mojando sus muslos, era un puto chorro saliendo con fuerza, ella gritaba y temblaba cada que sentía nuevamente venirse. Escucharla me tenía muy caliente y como pude comencé a moverme, ella parecía poseída pues jadeaba y gritaba al sentir mis movimientos, yo me sentí dominante y la tomaba de cuello y le tapaba la boca, la cogía cada vez más fuerte mientras que en el cuarto se escuchaban nalgadas y cachetadas.

La estaba cogiendo bien rico luego de un rato, su culo ya estaba dilatado y ella misma se empujaba para clavarse, nos fuimos a un sillón que estaba junto a la cama porque ya eran pocos los espacios donde no estuviera mojado. Hincada en el sillón y yo de pie sobre la alfombra pude con todas mis fuerzas clavarla con todo haciendo que en el cuarto se escuchara el choque de nuestros cuerpos, mi verga se puso completamente gorda y entre un último orgasmo de Mariela sentí que mi semen estaba dispuesto.

Saqué mi verga y ella se recostó boca arriba y masturbándome mi leche salió con fuerzas mojando sus tetas, su cuello y su abdomen, yo gruñía y jadeaba mientras ella con cara de felicidad sentía los chorros calientes de mi semen. La besé y me quedé recostado a su lado.

-Eso fue increíble, pero aún no quiero regresar a casa.

-¿Sabes? yo tampoco...


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