Le avergonzaba su secreto (1 de 2)

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Recién graduado de la universidad, acepté un trabajo en una ciudad distante. Contacté una prima, que reside en esa ciudad para que me recomendara alojamientos,. Me topé con la suerte de que habían construido dos apartamentos para rentar, y quedaba uno libre. Ya tengo varios meses de estar aquí. Se ubican detrás de la casa principal, en la que habita ella junto a su pareja y su hijastra de 18 años, que cursa primer semestre en la Universidad. La chica es bella, pero parece algo tímida e inocente, tal es así que fue su madrastra, mi prima, quién me solicitó si podía ayudarla con algunas materias y trabajos de la U.

Por tener tiempo libre, y por la oportunidad de conocer más de cerca a la chica, que se me hace atractiva, acepté. Por el clima de esta zona es usual cuando se está en casa, vestir ropa ligera, shorts y camiseta, y lógico que a las chicas como ésta les luce más y eso es un incentivo extra. Al inicio solo me solicitaba ayuda, nada más que una vez por semana, pero luego fue haciéndose más seguido, y ahora es más frecuente. Yo no tengo reparo porque disfruto, el simple placer de estar cerca de ella, y la posterior autosatisfacción en privado. A pesar del inmenso deseo que me produce, no me he atrevido a nada, por su forma de ser: tímida e inocente, y porque no quiero problemas con mi prima, su madrastra, mi casera. Sin embargo, creo que si se presenta la ocasión todos los "peros" se me olvidarán.

En ocasiones, al estar reunidos estudiando he sentido su muslo rozar al mío, y eso me excita. La miro y ella parece no darse por enterada, y yo lo que veo es su escote y sus pechos espectaculares sobre la mesa. El roce de muslos, por momentos me parece adrede, pero no he logrado distinguir si es así. Fingiendo no inmutarme sigo con el tema, y ella igual, no da señal de nada, pero continua con el roce. Mi imaginación vuela, con la lógica erección involuntaria, que por dicha ella parece no percibir, no sea que se vaya a disgustar. No me atrevo a nada, aun cuando lo deseo, reitero, porque ni quiero perder estos ratitos de placer, ni tampoco quiero eventuales líos con la familia.

Ha pasado varias veces lo del roce de piernas, y ya es casi obligatorio cuando nos juntamos. En otras ocasiones la he sentido apoyar, o restregar sus senos en mi espalda o brazos, y una vez lo hizo sobre mi rostro dizque al intentar alcanzar unos libros, pero en todos los casos se disculpa como si fuera algo totalmente accidental. Creo, sin embargo, y siento a veces que ella lo hace al propio, para provocar en mí la erección, que creía ella no notaba, pero que ya la he visto observándome con disimulo. Sigo sin atreverme a hacer o decir algo, por esa actitud de ingenuidad con que hace esas cosas. El ambiente tampoco ha ayudado, ya que no ha habido oportunidad de estar a solas con ella, siempre hay alguien de la familia rondando.

Hoy estoy ayudándola, y al cabo de media hora, se levanta sin decir palabra, y se aleja. Regresa habiéndose cambiado de short, por uno menos ajustado en sus piernas, pero más corto que el anterior, alegando no podía concentrarse por lo incómodo del anterior. Se acomoda nuevamente a mi lado, cruza sus piernas, y retoma los libros. Yo sin poder dejar de ver aquellos preciosos muslos, y casi actuando automáticamente poso mi mano sobre el muslo que descansa cruzado encima del otro. Ella que, aparentemente no esperaba eso, pregunta: "qué haces?". Solo atino a responder: "tengo curiosidad de si la piel de tus muslos se siente tan suave y exquisita como se ven".

Seria, sin parpadear, sin quitar su vista de la mía, pero sin tampoco alejarse de mí, dice: "Y cómo la sientes?". Acoto: "Estoy en eso, no lo decido aún, necesito tocar más". Bajo, acaricio su muslo, deslizo mi mano hacia su rodilla, y luego subo, al contrario, buscando hacia su ingle, pero por su cruce de piernas se me hace difícil. Ante mi esfuerzo por meter mi mano entre sus piernas, ella las descruza, abriéndolas. Con el camino libre, sigo con mis caricias. Con las yemas de mis dedos recorro todo su muslo. Siento la exquisita suavidad de la piel de su entrepierna, e inserto mi mano por la manga de su short hasta sentir la sedosidad de su ropa interior. Ella permanecía con los ojos cerrados sin moverse, no siento vellos, lo que me hace suponer depila su zona íntima, pero al intentar comprobarlo, corriendo con mis dedos hacia un lado su calzoncito, su mano agarra la mía, la hala y me detiene, pero no es que me rechace, sino justo a tiempo para ver entrar en la habitación a su madrastra, mi prima.

Disimulando, seguimos con el trabajo. Su madrastra indica que va a salir, y parece por fin nos quedaremos solos. Oímos el auto alejarse. Me mira, nos miramos. Mis manos regresan a sus piernas, y pregunto: "Dónde estábamos?". Ella sonríe, cierra los ojos, tira su cabeza hacia atrás al sentir mi mano en su muslo, acariciándolo suavemente. No protesta, no se mueve, excepto para abrir más sus muslos. Acaricio con las yemas de mis dedos su entrepierna y siento su piel erizarse. Mira, dice y me muestra sus brazos con "piel de gallina" y sus vellos erizados. Yo lo que veo son sus pezones que se resaltan más que antes, erectos bajo su top, totalmente erectos. "Mira cómo me puse. Me gusta, sentí como un cosquilleo en mi estómago" dice mientras se pone de pie frente a mí. Paso a acariciar su espalda, al tiempo que beso sus labios, ella tirita y tiembla, los vellos de su columna se erizan también. Juego con mis dedos en su nuca. Beso su boca, su cuello, mi lengua recorre sus orejas, mientras con las manos estrujo sus nalgas.

Se estremece, gime, otra vez se escalofría, se eriza toda su piel, pero no me rechaza. Se contorsiona como un gatito invitando a acariciarlo. Sigue frente a mi, me besa. Mis manos en sus nalgas. Beso su cuello, sus hombros. Levanta sus brazos exigiendo quite su top, descubriendo sus pechos. Mis manos rozan sus pezones. Con mi boca aprisiono uno de los senos, mi lengua juega con su pezón erecto y duro. Igual hago con el otro pecho. Sus gemidos crecen al tocar sus pezones, su respiración se agita mas y mas. Ella se recuesta en la mesa, recorro con la lengua por su ombligo. Levanta sus caderas, facilitando le quite el short. Retiro también su calzoncito y dejo al descubierto su prominente Monte de Venus, y una vulva rosada deliciosamente depilada. Ambos ya sabemos lo que pasará...


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