El masajista (Prácticas)

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Conseguí un spa urbano en el que hacer las prácticas del curso de masajes que estaba por terminar. Estuve buscando varios sitios y finalmente conseguí que me admitieran en éste, que estaba cerca de mi casa.

El dueño se llamaba Jordi y era un homosexual que me aceptó sin pensar por dos razones. Primera, quería penetrar mi ano. Segunda, le salía gratis.

Llevaba ya unas cuantas semanas dando masajes y se me daba bastante bien. Los sábados por la mañana había bastante aglomeración de gente en el spa. Algunos esperando para el jacuzzi. Otros para la sauna. Era un recorrido de actividades relacionadas, en el que se cruzaban parejas en bikini de un lado para el otro. 

La última actividad del recorrido era el masaje, en unas cabinas que había al lado del vestuario. La chica de la recepción era la que organizaba las cabinas. Mandaba a los clientes a una o a otra. Jordi siempre le decía que enviara a su cabina a tíos macizos. Le gustaba tocar al muy cabrón.

- Ya tienes preparada a la siguiente - me dijo Claudia, la recepcionista.

Entré en mi cabina y ya estaba tumbada en la camilla la clienta. Normalmente se tumbaban en ropa interior o solo con las bragas. Allí había unas braguillas de usar y tirar por si no querían usar las suyas, para que no se llenaran de aceite de masaje. 

Pero en esta ocasión, la clienta se había desnudado integralmente. Según entré pude ver su coño peludo desde atrás. Yo sabía que estaba prohibido que los clientes estuvieran totalmente desnudos y si lo hacían, debíamos decirles que se pusieran una de nuestras braguillas. Por cuestiones legales. Pero yo me callé. 

Por lo visto era un masaje que le había regalado su novio por su aniversario, que estaba en la sala de espera tranquilamente. No entiendo cómo puede regalarle a su pareja para su aniversario que otro hombre la manosee.

Comencé el masaje relajante. Me embadurné las manos con aceite y froté su espalda delicadamente llegando a su cuello. Acaricié sus orejas y cabeza y bajé a sus piernas. Metía las manos por el interior, rozando sutilmente su vagina por los lados. Le temblaban las piernas.

- Dese la vuelta por favor- le dije

Comencé a masajear su estómago, bajando al límite del pubis. Subí y comencé con sus pechos. Ella no me dijo nada. Tenía los pezones muy duros y los ojos cerrados. Bajé a sus piernas subiendo hasta el pubis, apretando y moviendo las manos, una encima de la otra, en círculos. Como no decía nada, bajé las manos a su raja. Estaba toda mojada. A la vez, ella movió la mano hacia arriba buscando mi polla. La encontró. La sacó de mis pantalones y se la metió en la boca.

Me tumbé con ella en la camilla (esas camillas son duras) y me la follé, primero por el coño y luego su culito, que estaba resbaladizo por el aceite. Yo solo podía pensar en la cara de gilipollas del novio, sonriente, pensando en que esta noche follaría, gracias al gran regalo que le había hecho a su novia.


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