LUJURIA

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No sé lo que me ha pasado. Yo siempre he sido más bien sosa respecto al sexo. Es más, entre mis amigas siempre me han considerado como la mojigata del grupo. No es que fuera virgen cuando conocí a Pedro, porque ya me había acostado con algunos chicos.

Mi desfloramiento fue a los dieciocho años con Mario, un chico con que salí durante unos meses hasta que me dejo por otra chica y lo pasé muy mal. A partir de entonces siempre me ha dado miedo volverme a enamorar y aunque he salido con otros con los que me he acostado, cuando he empezado a sentir algo más que atracción he cortado.

Pedro es quince años mayor que yo y mi profesor en la universidad. Era su primer año como profesor y el último mío como alumna, ya que espero licenciarme este año sin problema. Mi nota media de la carrera esta por encima de notable y gozo de la estima de todos mis profesores como alguien con un futuro profesional brillante.

Desde el primer día de clase me quedé prendada de Pedro, fue verle en la tarima del aula presentándose y explicándonos en que iba a consistir la asignatura que nos iba a impartir y al acabar la primera clase ya estaba babeando y conspirando sobre como acercarme a él.

La casualidad hizo que me le encontrara un sábado en el supermercado al lado de mi casa. Yo no le había visto y estaba descargando el carro en la cinta para pagar cuando alguien me tocó en el hombro. Me giré y allí estaba, a mi espalda apoyado en su carro. Tanto me impresionó que me quedé callada como una idiota. Inmediatamente fue consciente de que me atraía físicamente.

Me saludó y preguntó si quería que me ayudara a descargar mi carro. Solo pude asentir con la cabeza y aunque intenté decir algo, fui incapaz de articular palabra. Para colmo se puso a mi lado y por primera vez capte su olor, incluso nos llegamos a rozar los brazos al sacar mis cosas del carro.

Desvió la mirada hacia mi escote. Al inclinarme hacia delante para sacar los artículos del carro, la camisa se despegaba del cuerpo y al ser más alto que yo tenía una buena panorámica de mi sujetador, lo que me puso más nerviosa y excitada aún.

Fui a guardando en bolsas lo que había comprado mientras él sacaba lo suyo del carro del supermercado y pagaba. Al salir a la calle me dijo que si quería me llevaba en su coche para que no cargara. Le dije que no era necesario porque vivía a dos calles de donde estábamos. Insistió y cuando me quise dar cuenta estábamos cargando mis bolsas en el maletero de su todoterreno.

Nos subimos al coche y cuando metió la marcha atrás y se giró para mirar, no sé lo que me pasó. Me abalancé sobre él y puse mis labios sobre los suyos. Sorprendido quitó la marcha por seguridad y metió los dedos entre mi pelo, cogiendo el control de la cabeza. Presioné para que me dejara meterle la lengua.

Empezamos una guerra de lenguas por ver quien era capaz de invadir más la boca del otro. No nos habíamos separado aun cuando noté su mano en mi pecho por dentro del sujetador e instintivamente busqué con la mano su paquete. Fue tocarle y empezó a estrujarme el pecho desplazándolo hacia arriba y hacia abajo. Inevitablemente ya estaba mojada.

Me separó y me pidió que esperara, no estábamos en un sitio muy discreto para lo que iba a pasar. Condujo el coche hasta el final del aparcamiento y paró detrás del lavadero de coches, lejos de posibles miradas de la gente.

Me dijo que me desabrochara la camisa y lo hice sin pensarlo. Me subió el sujetador hasta el cuello y tiró de mis pezones hasta que nuestras bocas volvieron a juntarse. Nos empezamos a devorar de nuevo mientras yo le desabrochaba la camisa y el metía la mano entre mis piernas.

Me deslicé hacia abajo para besarle el pecho y él busco el borde de mis bragas para meter un dedo que fue directamente al interior de mi sexo. Cuando lo sacó lo puso directamente sobre mi clítoris y nada más empezar a masajearlo el orgasmo empezó a sacudirme por todo el cuerpo y exploté escandalosamente entre jadeos.

Se bajó la bragueta y se sacó el pene ya erecto, nada más tocarlo comprobé lo duro que lo tenía y me abalancé a comérmelo como una posesa, algo que siempre había evitado con mis otros amantes ocasionales. Cuanto más dentro conseguía metérmelo más me excitaba y con más ganas se la chupaba.

Noté perfectamente cuando se iba a correr y lejos de querer retirarme deseaba que lo hiciera en mi boca. Deseaba constatar el placer que era capaz de proporcionarle, estaba fuera de mí. Cuando se corrió con espasmos presionándome la cabaza hacía abajo para metérmela hasta la garganta, probé el sabor de su menen y un nuevo orgasmo me sacudió el cuerpo.

Me preguntó si vivía sola y le dije que con una compañera de piso. Dijo que entonces íbamos a su casa, sin preguntarme. Aparcó en garaje de su edificio, recogimos solo los perecederos del maletero y subimos en el ascensor. Nada más entrar cerró la puerta y soltó las bolsas de los dos en el suelo. Enredó sus dedos en mi pelo y me devoró la boca.

Empezamos a desnudarnos uno a otro y apoyados en la puerta de su casa me la metió hasta el fondo y nos bastaron solo unos cuantos empujones para corrernos. Sin sacármela me cogió en volandas, yo abracé su cuerpo con las piernas y así me llevó directamente a su habitación.

Me dejó encima de la cama y acabó de desnudarme sin preocuparse de su ropa. Metió la cara entre mis piernas y me comió el clítoris hasta que me corrí otras dos veces. Entonces se acabó de desnudar él y me acercó la polla a la cara. No lo dude, se la chupé hasta que conseguí de nuevo su semen y me lo tragué.

Pasamos el sábado entero sin salir prácticamente de la cama. Ya estaba anocheciendo cuando le dije que tenía que irme porque había quedado a cenar con gente. Me llevó a casa en su coche y me llevó las bolsas hasta el ascensor. Antes de entrar me beso de nuevo y metió la mano dentro de mis bragas, fue mi último orgasmo ese día. Se despidió y me dijo que el lunes nos veíamos en clase.

A partir de ese día nos vemos con frecuencia. A veces al acabar la clase, la última de la jornada, me pide con cualquier motivo que me espere un momento. Cuando nos quedamos solos yo ya estoy chorreando, se que me va a follar encima de la mesa de profesores.

Alguna vez lo hemos hecho en los servicios de la universidad entre clases o en su coche en el aparcamiento con el riesgo de que alguien nos vea. Nos da lo mismo, la ansiedad y las ganas de follar en cuanto nos vemos, puede con cualquier precaución.


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