FATÍDICO DESCUBRIMIENTO

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Hace unas pocas semanas que yo me hallaba en la terraza de un bar que está situado en una calle céntrica de mi ciudad tomando una cerveza, cuando pude escuchar casualmente una insólita conversación entre dos jóvenes amigas; morenas; de muy buen ver que estaban en una mesita muy cerca de la mía ante una taza de café con leche, que me dejó la sangre helada.

- Bueno, ¿qué tal te va con Pablo? - preguntó la amiga que parecía más mayor que su acompañante.

- Ay, Mercedes. Si te he llamado para que salgamos a tomar algo, es porque necesito hablar con alguien con urgencia, porque he descubierto algo terrible de mi marido - dijo la otra con un aire compugnido.

- ¿Pues qué sucede? - se interesó la tal Mercedes con preocupación.

- Como bien sabes Pablo y yo nos conocimos en una fiesta particular que organizó una amiga que tenÍamos en común, y yo me enamoré enseguida de él porque es un hombre apuesto y atento con los demás. Por otra parte mi marido se gana muy bien la vida en la empresa de Importación y de Exportación que es de su familia, por lo que no había que sufrir por problemas económicos; y además hemos tenido dos preciosas hijas, a las que mi marido las lleva al colegio, y a veces juega con ellas, y claro las niñas están locas por su padre. Pero ahora veo que todo esto no es más que una fachada. Este bienestar familiar se me ha derrumbado de golpe como un edificio en ruinas. 

- ¿Qué quieres decir Isabel? ¿Tu marido tiene acaso una amante?

- No. Es algo mucho más grave. ¿Recuerdas que un día te conté que mi marido tenía un amigo de la infancia que estaba casado con una buena mujer, y a menudo salíamos los dos matrimonios algunas noches; así como también hicimos juntos un viaje a Suecia?

- Sí, lo recuerdo. Este amigo fue el que se murió ¿no?

- Exacto. Fue en un fatal accidente de coche en las enrevesadas costas del Garraf cuando iba a visitar a su madre que vive en en Sitges (una población marítima de Cataluña). El coche se despeñó por un barranco, se incendió y él murió carbonizado. Se dijo que los frenos le habían fallado; cosa rara porque este chico era muy cuidadoso con su auto. Pero lo que a mí más me llamó la atención fue que mi marido en el sepelio adoptó una actitud de una indiferencia total. Le miré a los ojos y no vi ningún atisbo de aflicción. Al contrario. estaban vacíos, como carentes de alma. Cuando una vez en casa le pregunté si sentía la muerte de su mejor amigo, él se limitó a contestarme frívolamente que ésto son cosas que pasan y que no había que darles más vueltas a aquel asunto.

- Mujer. Hay personas muy introvertidas que no quieren demostrar a la gente sus sentimientos. Se losguardan para ellos - apostilló Mercedes.

- Sí, ya lo sé. Pero supongo que te habrás enterado del horrible asesinato de la pobre chica llamada Rocío Fuentes, que encontraron su cadáver con el cráneo destrozado en un descampado en las afueras de la ciudad.

- Si... Los medios de comunicación no dejan de hablar de este terrible suceso, y la policía anda despistada porque el asesino no ha dejado ninguna pista, ninguna huella que pueda comprometerle. ¿Pero qué tiene que ver todo esto con Pablo?

Isabel fijó la vista en el fondo de la taza de café como si allí tuviese que encontrar las palabras adecuadas y seguidamente prosiguió con su disertación.

- Nosotros conocimos a esta pobre chica. Nos la presentó un día el amigo de Pablo cuando coincidimos en un bar. Al parecer había una relación entre ellos dos. Tú ya me entiendes. Pues bien. Anteayer, me dediqué a quitar el polvo de unos muebles en casa, y cuando fui al escritorio de mi marido vi que había un cajón que estaba medio cerrando, y en él se encontraba una especie de Diario personal. Entonces me puse a ojearlo por curiosidad, y Pablo había escrito que había vuelto a ver en varias ocasiones a esta tal Rocío. Porlo visto se encaprichó de ella, pero como estaba con su amigo y Pablo no puede soportar que haya ningún obstáculo que se interponga en su camino para alcanzar su objetivo, se las ingenió para desestabilizar los frenos de su coche y que su mejor amigo tuviese un accidente como así pasó. En otra ocasión mi marido se hizo el encontradizo con Rocío al salir ella del trabajo, y se ofreció para llevarla a su casa en coche. La joven aceptó, pero él la llevó a las afueras de Barcelona, y quiso intimar con ella. Mas Rocío se negó y nuevamente como mi marido no puede soportar ninguna contrariedad en sus propósitos, la sacó del auto y la golpeó varias veces con una piedra en la cabeza hasta causarle la muerte, y a dicha piedra él la lanzó luego al río Llobregat.

-¡Oh, todo esto que me cuentas es terrible! ¡Tu marido es un psicópata! - exclamó Mercedes con estupor.

- Sí, sí. Ahora recuerdo algunas cosas significativas que me contó una vez mi suegro sobre el comportamiento de Pablo. Por ejemplo él se complacía en torturar a los perros y a los gatos vagabundos que encontraba en las calles del pueblo al que la familia iba a veranear. Y cuando murió su abuelo, que lo quería mucho, Pablo tampoco mostró ningún sentimiento de pena. Sus padres creyeron que aquel desalmado comportamiento se debía a su inmadurez, pero que cuando se hiciese más mayor cambiaría. ¡Se equivocaron por completo!

- ¡Isabel! Es urgente que llames a la Policía y que denuncies a tu marido, porque tu vida está en peligro. Hasta ahora has hecho siempre lo que él te ha pedido. Pero imagínate que un día discutáis por algo como cualquier matrimonio, y entonces ¿qué? Si no lo denuncias tú, lo haré yo.

- Ya, ya...

- Ciertamente, el monstruo no es un ser deforme y tenebroso como sale en las películas, sino que puede ser cualquier sujeto normal, pero dominado por el "ello" que según el psicoanalista Sigmund Freud, es la parte del subconsciente más animal y savaje del ser humano.

Y dicho aquello, las dos mujeres pagaron su consumición, se levantaron del asiento, y con paso agitado se perdieron en la lejanía. ¿Llamaría Isabel a la Policía? Es de esperar de que sí.

                                                                     FRANCESC MIRALLES


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