MAMÁ NO VA A VENIR.

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Llevaban años dedicándose a aquello, la inmobiliaria les enviaba a las casas que querían poner en venta o alquilar para que reparasen y acondicionasen todo lo que estaba mal.

Normalmente se llevaban sorpresas, les avisaban de algunos desperfectos, pero no de todos.

Aquella casa estaba bastante bien si lo comparaban con algunas en las que ya habían tenido que trabajar.

Tenían que reparar algo de electricidad, de fontanería, quizás una mano de pintura en el salón y poco más. Les habían comentado que el sótano era lo que peor estaba y darle una nueva vida, sería muy buen incentivo para los clientes.

Compraron lo necesario, arreglaron el pequeño desperfecto de la electricidad y comprobaron habitación por habitación y sala por sala que estaba solucionado. Confirmando su buen funcionamiento.

El tema de la fontanería tuvo algo más de trabajo, pero entre ambos lo solucionaron en unas horas.

-    Voy a comprar las cosas que faltan y tú baja al sótano para ver que más necesitamos. Me llamas si ves que algo no lo tenemos aquí.

Se quedó solo e inmediatamente se comenzó a sentir mal, comenzó a sudar, un dolor de cabeza no muy fuerte pero molesto, un zumbido de oídos extraño, que nunca había sentido. Intentó no darlo importancia, sería puntual, pensó.

Abrió la puerta del sótano tras varios tirones cuando comenzó a sentirse mejor. Dio la luz desde el segundo escalón y vio que no funcionaba, se extrañó porque horas antes él mismo había comprobado su funcionamiento. Pensó que las bombillas se habían fundido, así que se volvió hacia del salón y cogió de la caja de herramientas, una bolsa con bombillas y su linterna.

Comenzó a bajar la escalera y algo golpeó su mente diciéndole que no bajase. El dolor de cabeza volvió más fuerte y los zumbidos de los oídos se hicieron más penetrantes. Levantó las manos rápido para tapárselos, sin darse cuenta que se había caído la bolsa con las bombillas escaleras abajo. Tras verlo, bajó para comprobar si quedaba alguna de ellas en buen estado, aunque con bajas expectativas, pero cuando las vio hechas pedazos se llevó las manos a los bolsillos para buscar su móvil y llamar a su compañero.

-   ¡Vaya!, me lo he dejado arriba, menudo día. Dijo en voz alta, lamentándose.

Se volvió hacia la escalera y cuando pisó el primer escalón, la puerta se cerró de golpe, como si hubiera una fuerte corriente de aire, se asustó bastante pero cuando consiguió calmarse subió para abrirla, lo intentó de varias formas, golpeando con todas sus fuerzas y finalmente se dio por vencido. Su compañero no tardaría en llegar y creía recordar que había una ventana. Igual por allí podía salir.

Bajó y alumbró con la pequeña linterna, no se había fijado en la grandeza de aquel sitio. Cierto que había una ventana, pero descubrió estaba tapiada, no le extrañó. Varios pasillos a la nada dividían el sótano y, aunque no entendía el sentido, quiso pensar que sería para organizar el espacio.

Escuchó un ruido a sus espaldas y se volvió rápidamente.

Silencio de nuevo. Dio dos pasos hacia el frente y de repente.

-   ¿Mami?

Escuchó la voz de una niña, como un susurro.

-   ¿Qué coño? ¿Hay alguien ahí? Dijo avanzando por el pasillo que había a sus espaldas.

Silencio rotundo, mientras avanzaba por el pasillo que se ramificaba en varios.

-   Mamá, ¿ya vienes? Escuchó algo lejos pero claro.

-   Me estoy volviendo loco. Dijo mientras escuchaba su corazón demasiado rápido.

Un golpe lo sobresaltó.

-   ¡Ayuda! Estoy encerrado, gritó comenzando a agobiarse. Hay una niña aquí y no tenemos luz, necesitamos ayuda.

Lo interrumpió una risa sincera o macabra, no estaba seguro, no estaba seguro de absolutamente nada.

Su cuerpo empezó a temblar y de nuevo la risa sonó como si lo rodease, los pitidos de los oídos volvieron de repente dejándolo incapacitado por unos segundos mientras caía al suelo totalmente desorientado.

-   ¡Joder! Gritó Desesperado. ¡Ayuda!

Se levantó poco después como pudo e intentó subir por la escalera casi a rastrándose, pero el mareo se lo impedía.

-   Mami, ¿eres tú?

Entonces se volvió y alumbró con la linterna todas y cada una de las equinas del sótano mientras aquella voz seguía escuchándose en su cabeza.

-   ¡Mami! Escuchó de nuevo.

Cada vez parecía venir de un sitio. Cada vez más cerca

Dio otra vuelta más poniéndose de pie y un escalofrío bajo desde su cuello hasta la baja espalda recorriendo cada milímetro de su columna, haciéndole encogerse.

La temperatura bajo de pronto y el aire helado le golpeó fuerte en la cara haciéndole girarla.

-   Mamá no va a venir. Escuchó susurrar roncamente a otra voz.

Un llanto de niña agonizante sonó de repente y le hizo taparse los oídos como instinto, segundos después el grito se desvaneció en la lejanía, poco a poco como si de un eco se tratase.

Se movió buscando la escalera para subir arriba, quería irse de allí, no podía aguantar, se encontraba mal, incluso tenía nauseas. Comenzó a subir las escaleras, le pareció que su cuerpo pesaba cien veces más que normalmente.

Las voces resonaban fuerte, los gritos de la niña, la voz ronca diciendo que mamá no iba a venir.

-   Estás sola, tu mamá se ha ido no va a venir.

-   ¡Mami!, chillaba la niña con sufrimiento.

Dolor de cabeza cada vez más fuerte, voces y más voces, a raíz que subía la escalera con las fuerzas disminuyendo.

-   ¡Mami! Chilló de nuevo.

Alumbró desde la escalera a la zona de donde le parecía que venía aquella vez. Con la luz de la linterna temblorosa y lo vio. La cara de una niña pequeña se iluminó, lo miraba desde el final del sótano muy fijamente, era la mirada más triste que jamás había visto, su palidez resaltó con aquella luz.

-   ¡Mami! Dijo más cerca.

La linterna comenzó a fallar y de pronto se apagó.

Sentía un pánico aterrador, escuchaba respiraciones cerca de él y le costaba hasta abrir los ojos. Golpeó la linterna contra la barandilla de la escalera en la que se mantenía sentado y la linterna se encendió al momento.

La cara de aquella pequeña estaba allí a apenas un metro, gritándole agónicamente muy cerca. Se quedó paralizado, tras gritar atemorizado.

La voz ronca sonó muy cerca.

-   ¡Mami no va a venir porque tú ya estás muerta!

Inmediatamente silencio rotundo tras aquella frase demoledora. La puerta se abrió y su compañero apareció tras ella. Con cara de asombro, encendió la luz que funcionó a la perfección. Miró desconcertado.

-   ¿Qué te pasa tío? Como si nada hubiera ocurrido.

-   Hay una niña. Dijo temblando. Hay gente.

-   ¿Qué estás diciendo? Pregunto acercándose preocupado al ver la cara de pánico de su amigo.

-   ¡Hay una niña, joder! Gritó.

-   Tranquilo, voy a comprobarlo, tranquilízate.

-   La he visto, te lo juro. Dijo desesperado.

Pero él ya lo sabía, no encontraría nada.

Se juró no volver nunca más a aquella casa, se prometió no contárselo a nadie y quiso no recordar jamás aquel momento, aquella niña, esa mirada tan triste y a la vez aterradora. Pero esto último le persiguió tantas noches que decidió escribir este relato para deshacerse un poco de aquellas pesadillas.


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