Gracias a mi primo dejé los hábitos

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—¿Qué me está comunicando doctor? ¡Yo no puedo abandonar el convento ahora, los ancianos me necesitan! —reproché muy enfadada.

—Es solo una temporada Sor Matilde, te lo estoy advirtiendo desde hace meses, tienes una salud muy débil, tienes que descansar y está claro que aquí no lo consigues. Ya la madre superiora lo tiene todo previsto y arreglado, partirás hoy hacia Madrid, allí te espera tu único pariente, tu primo Joaquín.

Toqué el timbre, me sentía muy nerviosa, hacía 15 años que lo había  dejado todo para entrar en el convento y aquí estaba otra vez, enfrentándome a mis fantasmas.

— ¡Ya llegó mi primita! —se oyó chillar con euforia desde dentro, estaba claro que el loco de mi primo no había cambiado nada.

Cuando abrió la puerta solamente tenía una toalla envuelta a la altura de las caderas, era hermoso ver aquel torso desnudo, fuerte, con sus tabletitas de chocolate en el abdomen, mi sangre empezó a bombear fuertemente hacia todos lados queriéndose salir de mi cuerpo, y más cuando me fijé en su paquete bien marcado en la toalla, parecía un dios del Olimpo...

Noté como me faltaba el aire, la cabeza me daba vueltas—me mareo primo.

Joaquín me cogió en volandas y me metió en casa —me dijo la monjita que estabas jodida pero nunca pensé que tanto, tranquila primita que voy a cuidar muy bien de ti, no sabes cuanto, —dijo susurrando en mi oído.

Cuando llegó al sillón para depositarme, se fijó como sudaba y es que mi cuerpo respondía a algo inevitable, —prima por dios, ¿por qué no te quitaste este hábito cuando saliste del convento, no me extraña que sudes.

Me sentía como en una nube, flotaba y al mismo tiempo mi corazón palpitaba fuertemente.
Con mucho cuidado me colocó en el sillón y comenzó quitándome el velo, seguido quitó mis horquillas y soltó mi cabello, con sus dedos alisó mi melena y mirando directamente a mis ojos me dijo—sigues teniendo los ojos y el pelo más negro y bello que he visto nunca.

Se colocó detrás de mí, apartó mi melena desabrochando uno a uno los botones de mi hábito, acercó sus labios a mi cuello y empezó a besar poco a poco. Yo no podía pararlo, había soñado esta situación noche tras noche en el convento y por eso más penitencia y más trabajo —¡para Joaquín! —dije jadeante.

—¿Por qué voy a parar prima? Lo deseas tanto como yo. Creo que ya te has castigado bastante, la vida te ha traído hasta aquí para que arreglemos esto. He ido a tres mil sicólogos, la culpa de lo que les pasó a nuestros padres no fue nuestra, es verdad que aquella noche nos pillaron jodiendo, pero fue un loco el que se los llevó por delante, no fuimos ni tú ni yo.

Déjame amarte y cuidarte estas semanas y después decides.

Se colocó delante de mí y con sus manos cogió mi cara, me miró directamente a los ojos y me besó lento, con cariño, queriendo apagar todos mis recuerdos, bajó a mi cuello con su lengua saboreaba mi piel, yo caí rendida a sus encantos estaba completamente mojada, lo deseaba.
Bajó mi hábito hacia abajo sacando las mangas de mis brazos, dejando mis pechos al descubierto, los miró y dijo, —sigues con la manía de no usar sujetador, son divinas estas tetas.

Con la punta de su lengua empezó a ser círculos en mis pezones y no pude evitar un gemido de placer— ahhhssss.

Cosa más rica era capaz de hacer con esa boca, mis pelos se ponían de punta, mi vagina aplaudía, sabía lo que le esperaba.

Me terminó de quitar el hábito, y comenzó a reírse al ver las bragas que usaba, —vamos a tener que ir de compras —dijo. Las bajó y se quedó mirando mi monte de venus, se incorporó y desapareció detrás de la puerta, apareció con un cuenco, una hojilla de afeitar y una pasta de jabón —no pensarías que te iba a comer esta cosa tan rica con esa jungla de por medio —soltando una gran carcajada.

Mojó sus dedos y la pasta de jabón y con ello comenzó a enjabonar mi felpudo, cuando ya estaba bien espumoso, cogió la hojilla y fue rasurando centímetro a centímetro todo aquel bello, de vez en cuando presionaba mi clítoris y yo me volvía loca, era tan sensual la situación que ni en mis mejores sueños se podía superar, fue dejando mis labios vaginales limpios, acercó su lengua y lamió toda la zona, yo no podía parar de gemir —ahhhsss, ahhhssss , primo me vuelves loca, ahhhssss.

Siguió con la parte anal, esa parte era tan sensible que me retorcía, ¿cómo pude estar tanto tiempo sin estas delicias?

—Ya estás lista prima,— introdujo dos dedos en mi vagina y comenzó el mete y saca al mismo tiempo que con su lengua trabajaba mi punto G, su mano estaba completamente mojada de mis fluidos y yo no paraba de correrme una y otra vez, mis piernas empezaron a temblar del pedazo de orgasmo, jadeante le pedí que parara, creí que era el momento de darle placer a él, seguía con la toalla envuelta así que con una sola mano se la aparté de su cuerpo y ahí estaba ella, la de mis sueños, menudo pollón, seguía siendo la misma, gorda, grande, potente.

Me puse de rodillas y con una mano la agarré en la base, mi boca no podía esperar más y se la tragó enterita, ¡qué cosa más rica!, empecé a bombear despacio apretando con mis labios, sabía cómo le gustaba así que con mi otra mano jugaba con los testículos haciéndolos chocar entre ellos, —Ahhsss prima, eres la mejor, Ahhhssss, sigue prima, sigue. — en ese momento le introduje un dedo en el culo, y el hombre cerró los ojos gimiendo sin parar.

Me cogió por los hombros y me apartó despacio, se puso a mi altura, me recostó en el suelo, separó mis piernas acercando su polla a la entrada de mi vagina, la fue introduciendo, se notaba que mi chichi estaba en desuso porque estaba bastante estrecho, pero él no tuvo prisas, despacio y hasta el fondo. Cuando ya la tenía toda dentro acercó sus labios a los míos y los besó, su lengua fue entrando en mi boca queriendo explorar cada rincón y hacerlos suyos, era exquisita, única.

Mi primo empezó a bombear metiendo y sacando aquel pedazo de mástil y de ahí el achique de fluidos de mi vagina, me sentía llena, plena y él lo sabía, con sus manos comenzó a masajear mi clítoris dando pequeños circulitos al mismo tiempo que lo presionaba, —¡mássss, mássss, dame mássss, no pares, más fuerte primo!

Al oír mis lamentos de lujuria mi primo se puso brutal, me agarró por lo hombros y como si dejara la vida en ello lo dio todo —Toma mi niña, toma, ¿qué quiere la niña de su primo, más?, pues tomaaaaaa.

—¡¡Primo, sigue, me partessss, sigue, no paressss, aaashhhsss, ahhhssss!!...

—¡Ya no puedo más me corro primaaaa, ahhhssss ahhhsssssss..

Sentí como mi primo se contraía dentro de mí y como su semen calentito me inundaba toda la vagina.

Quedamos los dos un buen rato en silencio asimilando lo que acababa de pasar, había sido increíble, único.

—¿Y después de esto, que va a pasar? —me preguntó.

— Bueno de momento hoy vamos a seguir practicando a ver si superamos el pedazo de polvo que acabamos de echar y mañana llamo al convento y les planto mi renuncia....


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