LA CENSURA; SUMA Y SIGUE 1

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A mediados de los años 50 del siglo anterior Carlos Pérez y su mujer Antonia Sagués decidieron ir aquel sábado por la tarde a un cine de barrio de su ciudad donde proyectaban una película sobre la exótica selva africana llamada MOGAMBO que estaba dirigida por el habilidoso John Huston y protagonizada por el carismático actor Clark Gable y la bellisima Grace Kelly que posteriormente sería la princesa de Mónaco, y por la sex-simbol del momento llamada Ava Gadner.

La historia cuenta que durante un safari en aquellas tierras, un cazador profesional de animales que serán destinados a vivir en los zoológicos, se ve atrapado entre dos amores. Por un lado por una joven rubia de la puritana clase media norteamericana de apariencia algo gélida y casada con un marido que estaba allí, y por el otro lado por una exhuberante morena de un turbio pasado.

Entonces en un momento álgido de la película el galán se lía con la rubia Grace pero con la mala suerte que los pilla "in fraganti" el marido y como es de suponer éste monta en cólera. Sin embargo los espectadores que estaban anonadados viendo la trama del film quedaron tremendamente desconcertados; no entendían a qué venía tal enfado del marido, porque en la versión española según la moral que imperante de la época que emanaba del Estado Confesional se había tergiversado brutalmente la versión original y habían convertido al engañado marido por un falso "hermano" de la rubia; con lo cual aún era peor dado que dicho apaño daba a entender una oscura relación de incesto. Pues los padres de la Patria no podían consentir que en una pareja que estaba casada como Dios manda se produjese una situación de adulterio.

- Ay, no entiendo nada de la película- le dijo Antonia Sagués a su marido con una mueca.

- Sí, mujer. El Gobierno nos toma por tontos; por menores de edad. Es el marido el que se enfada, y no el "hermano" como nos quieren hacer creer - le aclaró Carlos Pérez-. Cuando veo estos disparates de la censura en el cine y en la cultura en general, siento mucha indignación porque son un insulto a la inteligencia- añadió Carlos que era un tipo muy inconformista.

-Ah...

Vale decir que la mayoría de los espectadores de la sala de proyección se extasiaban con la sensual Ava Gadner; sentían una gran pasión por ella. Y a muchos varones les gustaría encontrar en su camino a una mujer como aquella estrella del celuloide que no tenía reparos en acostarse con quien fuera. Y asimismo es seguro que muchos de estos especadores se mansturbasen en la butaca mientras veían a dicha dama; o al acariciar eróticamente a la novia Pepita que tenían al lado se imaginaban que era aquella actriz. Pero a Carlos Pérez le impresionaba más la rubia Grace Kelly que la exhuberante Ava Gadner. El intuía que por debajo de su falso puritanismo, de su aspecto de buena chica que no había roto nunca un plato se escondía todo un volcán de sensaciones insospechadas que al hombre le hubiese encantado descubrir.

Yo era el sobrino de Carlos Pérez y durante décadas siguió la absurda censura cebándose en la vida cultural de mi país.

En una ocasión yo hice un curso de Relaciones Humanas y Empresariales en un lujoso hotel de Barcelona en el que asistía lo más selecto de la ciudad; y también habían muchos profesionales de la Publicidad; algunos de los cuales habían sido actores de doblaje de varias películas. Un día al término de una sesión de aquel curso la comitiva y yo fuimos a cenar a un céntrico restaurante de Barcelona y entablé amistad con una mujer alta, rubia; de mediana edad y con una deslumbrante personalidad y una mundología fuera de lo común llamada Vicky. En medio de la conversación salió el tema del cine y se me ocurrió comentarle:

- Parece ser que la censura cambia los diálogos originales a su antojo.

- ¡Oh, y tanto! Yo había doblado muchas películas; pero antes de ponernos a trabajar nos daban el guión con lo diálogos cambiados o corregidos que venían de arriba. Teníamos que decir las frases de los personajes que estaban escritas en tinta roja, y que nada tenían que ver con lo oiginal - me respondió Vicky con una amplia sonria.

Confieso que me sentí muy defraudado; casi tan indignado como mi tio Carlos. Aquella revelación me hizo comprender de un modo tangible que estábamos viviendo dentro de una botella; como en una isla desierta al margen del resto del mundo civilizado.

Si estaba prohibido ver en una pantalla a una pareja haciendo el amor o ver a una actriz desnuda que era lo que más le dolía a la gente común, aún menos se podía ver una obra de cine o de teatro que tocaran problemas sociales que hablaran de la libertad política del individuo porque según las Fuerzas Vivas esto podría desestabilizar el sistema establecido y no les convenía tal cosa. Y lo mismo ocurría con las obras literarias. Yo recuerdo haber ido a una librería a comprar novelas, ensayos de los autores de la Generación del 98 y el dueño del establecimiento tuvo que ir a la trastienda porque todavía no estaban bien vistos por el Régimen de aquel entonces. Pues seegún el discurso oficial todos los demás paises estaban equivocados o eran perversos y en España todo iba como una seda y nunca pasaba nada; cosa que en realidad era una mentira tan grande como una casa.

                                                                       CONTINÚA

 

 


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