CON MI PRIMA Y SU MARIDO

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Acababa de cumplir los quince años cuando empecé a disfrutar del sexo en el más amplio sentido de la palabra. Hasta entonces mi acercamiento al sexo se había limitado a algunos morreos y tocamientos con compañeros de colegio, llevada más por la curiosidad que por otra cosa. En esos casos tuve una sensación rara en el cuerpo, pero no lo asocié a que fuera excitación sexual.

Las circunstancias hicieron que me fuera a vivir una temporada a casa de mi prima. Mi padre tenía que dar un curso en Estados Unidos y yo no me podía ir con él, al menos hasta que acabara el curso escolar. Soy huérfana de madre desde los diez años y mis tíos y mi prima siempre nos han echado una mano. Mi prima Luz es como una hermana doce años mayor que yo.

Ella vive en un chalet adosado con su marido Lucio y aún no tenían niños. Cuando mi padre planteo en una comida familiar el problema de su inevitable viaje, Luz y Lucio me propusieron que me fuera a vivir con ellos el tiempo necesario.

Dos días llevaba viviendo en su casa cuando una noche me levanté al servicio y me llamó la atención que la luz del salón estuviera encendida. Pensé que a alguien se le había olvidado apagarla. Me dirigí al salón y lo que vi me dejo perpleja. Mi prima estaba de rodillas en la alfombra, desnuda. Lucio de pies delante de ella, también desnudo, con la polla metida en su boca hasta los testículos. Ella se la sacaba cuando tenía síntomas de faltar el aire, respiraba profundamente y volvía a metérsela entera. Más tarde me enteré como era posible hacerlo.

Asomada con cuidado de que no me sorprendieran por la rendija de la puerta, observé a Lucio sacársela y meneársela delante de la cara. Luz tenía la boca abierta. Cuando Lucio expulsó el semen, fue a parar su cara y su boca. Al acabar de eyacular volvió a metérsela en la boca y ella volvió a chupársela, recogiendo los churretones de la cara con un dedo y llevándoselos a la boca.

Nada más acabar se fundieron en un abrazo, besándose. Lucio bajó la mano al sexo de Luz y empezó a acariciarla a judgar por la cara que esta puso. Que yo no hubiera practicado sexo no quiere decir que fuera una ignorante. En internet había visto casi todo respecto al sexo, aunque a veces no lo entendiera.

Al final Luz se tumbó en el sofá y Lucio metió la cara entre sus piernas y chupó su sexo. Ella empezó a retorcerse mordiéndose los labios, seguramente para no hacer ruido y no llamar mi atención si la escuchaba, pensando que estaría durmiendo. Al ver la escena me sentí como si me fuera a orinar encima y me fui al servicio. Me senté en la taza y no conseguía orinar. Sin embargo, me sentía húmeda y con una sensación rara.

Seguramente el instinto hizo que llevara la mano al sexo y al tocarme un calambre me recorrió el cuerpo. Un poco sorprendida volví a pasarme el dedo por el clítoris y ya no pude parar hasta tener mi primer orgasmo. Nada más acabar oriné con una sensación placentera y al acabar no pude evitar tocarme otra vez y correrme de nuevo.

Al despertarme lo primero que me vino a la mente fue lo experimentado esa noche. La idea de chupar un pene y saborear el semen como regalo final, hizo que me empezara a picar de nuevo entre las piernas y volviera a acariciarme. Aquello se convirtió en un vicio. Me tocaba varias veces al día y lo que es peor, empecé a espiarles por las noches para intentar verlos cuando follaban.

Siempre he tenido mucha confianza con mi prima y después de unos días no pude callarme más. Le conté que la había visto chupándole la polla a Lucio, como me había sentido al verla tragarse su semen y que no dejaba de pensar en buscarme a alguien para chupársela y probarlo. Al principio se enfadó conmigo por espiarles. Pero poco a poco se relajó entendiendo mi curiosidad y lo fortuito de lo ocurrido.

Me habló de los riesgos de contagio de hacerlo con cualquiera y que si lo hacía nunca me tragara el semen y lo escupiera procurando no ingerir nada. Me dijo que efectivamente era maravilloso tragarse el resultado del placer dado a tu amante, al menos a ella le encantaba, pero solo era aconsejable hacerlo con una pareja estable, sabiendo que no te va a contagiar ninguna enfermedad.

El sábado siguiente cuando llegué del cine con mis amigas ellos estaban en el salón. Luz me dijo que me sentara y que querían hablar conmigo. Le había contado nuestra conversación a Lucio y habían pensado que lo mejor era que experimentara con confianza en casa y no por ahí, sin saber con quién lo hacía.

Con tan solo escucharla empecé a mojarme entre las piernas. Luz me dijo que me diera una ducha rápida y lo que tuviera siempre en cuanta antes de tener sexo. No pasaba nada si no lo hacía, pero “casi” siempre es más agradable chupar piel recién lavada. Me acompañó al servicio y me insistió en que me lavara bien por delante y por detrás, porque nunca se sabe cómo pueden derivar las cosas en el sexo.

Cuando salimos del baño Lucio ya estaba desnudo y tenía el pene morcillón, ni empalmado ni relajado. Luz y yo nos pusimos de rodillas en el suelo y ella me enseño como empezar a chupar una polla. Durante todo el proceso, ambos me fueron corrigiendo en lo que hacía mal. Por ejempló, tener cuidado con los dientes porque puede ser doloroso para el hombre.

No conseguí meterme más allá de la mitad de la polla de Lucio y eso a base de arcadas. Me explicaron que con la práctica se puede deslizar el pene por el interior de la garganta y tragarlo entero. Luz me hizo una demostración y me dijo que yo no lo intentara, ya tendría tiempo de aprender.

Después de un rato cachonda perdida chupando mi primera polla, solo esperaba el momento de que Lucio se corriera. Estaba dispuesta a no desperdiciar ni una sola gota de aquel maravilloso elixir que estaba a punto de probar por primera vez.

Lucio me aviso de que se iba a correr. La sacó hasta dejarme solo la punta entre los labios y me dijo que le pasara la lengua por la puntita. Al momento empecé a saborear el semen que iba expulsando como racionándomelo, chorrito a chorrito. Al acabar me relamí, sabía maravillosamente bien.

Luz besó la polla a su marido y luego me beso a mí en los labios. Se sentó en el sofá y me dijo que me sentara delante de ella. Me abrió las piernas y Lucio empezó a chuparme el sexo por todas partes. Tan pronto me metía la lengua en la raja como me comía un labio o me machacaba el clítoris con la lengua. Luz me besaba el pelo y me acariciaba los pechos maternalmente.

No sé cuántas veces me corrí. Estallaba en un orgasmo y cuando empezaba a recuperar el aliento ya quería el siguiente. Al final llegué al punto en que no era capaz de soportar más estimulación. No obstante, esa noche al quedarme sola en mi cama, no pude evitar tocarme hasta tener otro orgasmo antes de conseguir dormirme.


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