VENCER A LA SOLEDAD

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Enrique Valls, era un hombre de veinticinco años que se sentía abrumado por una desagradable soledad que le llevaba por la calle de la amargura, por lo que al fin se atrevió a contactar a través de INTERNET con un grupo de personas de edad indefinida de su ciudad.

Dicho grupo se hallaba en el interior de un bar en una zona residencial en la que apenas se veían viandantes. Enrique se presentó con una sonrisa forzada, y todos los allí presentes estuvieron un rato discutiendo a dónde ir a pasar el próximo fin de semana sin hacerle demasiado caso.

El nuevo miembro, como aún no conocía a aquella gente, permanecía en silencio. Entonces un hombre que estaba a su lado llamado Esteban, para darle conversación le preguntó:

-  ¿Y tú qué? ¿No tienes ningún amigo al que puedas traer aquí? Cuántos más seamos, más reiremos.

- No. Lo siento. Los amigos que pudiera tener, todos están casados y cada cual tiene su vida. Yo hace dos años que estoy divorciado de mi mujer, y ahora tengo el problema de la soledad. Por eso me he puesto en contacto con vosotros - respondió Enrique Valls con una tímida sonrisa.

- Ah, muy bien. Sin embargo creo que estás equivocado. La soledad no es un problema, sino la causa de algo más profundo. Muchas veces solemos confundir las causas de un problema cualquiera en razón de que es lo que más nos afecta a simple vista, que por el asunto en si. Entonces es conveniente ser pragmático y objetivo repecto a uno mismo y preguntarse: ¿Cuál es el problema real? ¿Qué causas tiene? ¿Cuáles son sus posibles soluciones? ¿Cuál es la mejor solución? Y una vez que ya ves claro cual es la mejor solución, la acatas sin pensartelo dos veces - le recomendó Esteban.

- De acuerdo. Pero es evidente que vosotros os reunís en este bar para hacer amistades y burlar a la soledad. Todo lo que hacemos en la vida es para huir de situaciones caóticas que nos acechan sin cesar. Buscamos mejorar.

- Claro. Pero volviendo a la soledad. ¿Eres una persona sociable, o por el contario eres un tipo cerrado y egóista. Porque aquí para conseguir algo te tienes que arriesgar; tienes que romper tu aislamiento. Por ejemplo, un sujeto no puede pretender que los demás se interesen por él, si éste no sabe escuchar a sus semejantes, si no tiene empatía con nadie. Por desgracia esto es lo que ocurre con mucha gente de hoy en día. Quieren que se les atienda, pero ellos no te dan ni un vaso de agua. Y cuando les hablas, ni te miran a los ojos. Van a la suya. Luego ellos se quejan si posteriormente nadie les hace caso, ya que ellos proyectan su egoísmo en los demás.

- Esto es verdad. Si se habla tanto de la empatía, es porque precisamene casi nadie la practica. Es como hablar del cielo, cuando nadie ha estado allí - convino Enrique-. Pero vamos a ver. Yo puedo abrirme al mundo y ser receptivo con el mismo. Pero también éste me tiene que acompañar. Me tiene que saber escuchar y tiene que saber dialogar conmigo porque yo soy tan humano como el que más. Esto es como si yo quiero abrir un comercio en un barrio de la ciudad en el que tengo posibilidades de que me vengan a comprar clientes para que yo pueda ganarme la vida con holgura pero si abro esta empresa en una zona desértica o con un público esquivo que no da de sí, por mucha voluntad que tenga, por muy listo que yo sea no conseguiré nada. Somos entes sociales que nos relacionamos los unos con los otros. Por eso pienso que para solventar mi soledad, también debo de moverme en un ambiente que me dé respuestas, que me apoye. Porque chico, hablando con franqueza yo creo que esta fría ciudad no lo tiene. Además. ¿Por qué siempre se responabiliza únicamente a un sujeto que sufre la soledad, cuando a lo mejor esta no depende tanto de él sino que también de la sociedad? Esto me recuerda al concepto de Autoayda  norteamericano que se basa en el individualismo del hombre que se hace así mismo a pesar de todo. Pero este es un concepto que cojea por su base, porque como digo, no somos gran cosa sin los demás.

- Muy bien. Pues aquí entramos en otra fase para vencer a la soledad - dijo su interlocutor-. ¿Qué clase de persona eres? Porque se sabe que hay mucha gente que al sentir pavor por la soledad se arriman a quien sea; se convierten en su sombra a costa de su natural manera de ser y acaban por sufrir una decepción. Es evidente que la ciudad es muy grande, y hay infinitas sensibilidades en las que no encajamos en todas. Por eso es conveniente reflexionar sobre uno mismo. ¿Qué es lo que más me gusta? Nuestros gustos tienen algo más de lúdico, de simple distracción. Ellos definen nuestra hondura personal. A mí por ejemplo no me atrae en absoluto ser excursionista y no me sentiré bien si voy  cada fin de semana a la montaña con un grupo de gente por muy sana que sea. Prefiero quedarme en casa y leer un libro, y luego reunirme con una serie de amigos que compartan mis aficiones.  Por tanto debes de hacer caso de tus prefencias anímicas y no ser superficial para poder encontrar tu ambiente adecuado.  Con el amor sucede exactamente lo mismo. Es una estupidez dejarse llevar por la pasión erótica del momento, por el amor romántico porque detrás de lo aparente de la persona hay un mundo que a lo mejor no nos va bien. Podemos topar con alguien tóxico o banal.

- Yo creo que no es lo mismo sentirse solo, que estar solo. En realidad todo depende del momento que elijamos.

- Hombre. Esto siempre. Lo que cuenta en definitiva es poder decidir sobre nuestra libertad.

Seguidamente aquellos sujetos brindaron con su copa de cerveza y Esteban le dijo a éste al recién llegado:

- Bienvenido a nuestro grupo.

                                                                FRANCESC MIRALLES

 

 

 


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