EN BUSCA DEL ÉXITO

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El problema de Guillermo Peñafiel era que desde su juventud, a pesar de saber argumentar con acertados juicios de valor diferentes aspectos de la vida, casi nadie lo tomaba en cuenta y pasaba casi siempre desapercibido allá a dónde fuese; sea en su propia familia, o en la oficina en la que se ganaba el pan.  Alguien le dijo en una ocasión que esto se debía a una falta de autoestima que no le permitía dejar su impronta personal en el ánimo de los demás, pero él no estaba muy de convencido de aquella explicación puesto que sabía que habían sujetos mucho más mediocres y anodinos que él pero que sin embargo de una manera inexplicable sus semejantes les escuchaban con interés. ¿Es que acaso tenía que hacerse popular en cualquier estúpido programa de televisión para tenerlo en consideración? ¿O es que había tenido la mala suerte de haber caído en un ambiente tan egoista que no reparaba en casi nadie? 

Para compensar aquella penosa situación, Guillermo no cesaba de escribir sus opiniones en la sección de "CARTAS AL DIRECTOR" de su periódico habitual  acerca de las noticias que éste publicaba fueran de política, o de otros temas sociales pero que muy poca gente leía. Hasta que un día en el bar de la esquina de su domicilio donde solía ir a desayunar se encontró con un vecino de su misma escalera llamado Pedro quien le confesó que hacía tiempo que escribía poesía en una página Web literaria y le animó para que se inscribiera en la misma, publicando pequeños relatos, o lo que creyese conveniente.

- Mira, chico. El mundo ha cambiado y predomina la globalización. Tú escribes en la página Web, en la que colaboran muchos autores de cualquier parte de la Península Ibérica y de Latinoamérica; de medio mundo y ya verás lo emocionante que es - le dijo con entusiasmo Pedro-. Y te aseguro que en  dicha página hay autores muy buenos, muchos de los cuales se ocultan bajo seudónimo, porque son personas muy discreta que tienen su vida cotidiana como cualquier hijo de vecino, pero que no obstante tienen la necesidad de expresar sus sentimientos, sus pensamientos como tú y como yo; y por otra parte, ellos pueden comentar tus textos que siempre puede ser algo enriquecedores para tu vena creativa.

- ¡Vaya, vaya...! - exclamó Guillermo ilusionado. Por fin veía una oportunidad para salir del ostracismo social en el que se hallaba inmerso-. ¿Y qué me dices de otras técnicas? - inquirió él.

- ¡Ah! Si quieres también las puedes probar. Ahora ya no hay barreras y todo es posible. Pero de momento te recomiendo esta página que te he dicho, a ver qué tal te va. Y si te gusta, pues sigues adelante - le respondió Pedro con una sonrisa.

Por supuesto que Guillermo había utilizado el ordenador en su oficina infinidad de veces, pero cuando terminaba su jornada laboral se olvidaba por completo de aquel medio ya que él que era de la generación del papel impreso y prefería dedicarse a leer un libro, o ir a pasear, nunca se le había ocurrido usar la tecnología para un trabajo más creativo. 

Dicho y hecho. Guillermo consiguió inscribirse en la misma página Web literaria de su vecino Pedro, y se dacantó por narrar relatos cuyo material como es habitual lo sacaba de diferentes aspectos de la vida diaria de sus conciudadanos. Se fijaba en pequeños detalles, en acontecimientos que veía que les sucedían a unos y a otros, y sacaba sus propias conclusiones acerca de los mismos, los cuales los plasmaba con esmero en la pantalla; asimismo  en horas de oficina cuando tenía un hueco libre, si le asaltaba una idea literaria, se apresuraba a tomar notas en una libreta para desarrollarla luego como un relato en la página. El nuevo escritor solía recibir buenos comentarios de otros autores; y conoció más a fondo, aunque de una manera virtual la idiosincrasia de  escritores latinoamericanos; e incluso hizo amistad con algunos buenos poetas y narradores de otras provincias de su país. Mas había veces que Guillermo se encariñaba con algunos de ellos, y cuando éstos por alguna razón deaparecían de la página él se sentía tremendamente triste, pues era casi como la pérdida de un amigo o de una amiga.

Sin embargo Guillermo al principio cuando entró en aquel lugar se equivocó de apreciación de un modo ingénuo sobre el mismo. Él creía que al escribir en dicha página sus familiares, sus conocidos, media ciudad lo leería, lo verían y que todo el mundo quedaría sorprendido de su talento creativo; de sus agudas opiniones, y él les respondería con orgullo: "¿Pero qué os habeís creido? ¿Que soy un idiota?" Mas no ocurrió nada de éso y nadie le decía nada. Sus allegados, sus conocidos seguían tan indiferentes a sus opiniones como siempre. 

Un día en que Guillermo estaba ocupado en escribir un relato en la página, su mujer entró en la habitación en la que estaba el ordenador y al ver a su marido tan enfrascado en aquella tarea, le preguntó recelosa:

-¿Qué estás haciendo?

- Ya lo ves. Estoy escribiendo un relato en la página que me recomendó Pedro - le respondió Guillermo.

-¡Ah! 

- ¿Lo quieres leer?

-¡No, no...! - se negó ella en redondo; con una  absurda prevención.

Al fin una mañana Guillermo se volvió a reencontrar con su vecino Pedro en el bar de la esquina, y estuvieron comentando los pormenores de la página.

- Yo pensaba que mucha gente nos leería, pero aquí todo se circunscribe a un colectivo determinado - le dijo Guillemo a su vecino frente a una taza de café con leche.

- Naturalmente hombre. En el mundo hay colectivos. Existe el colectivo de médicos, el de actores de teatro y de cine, que se conocen entre ellos, el del mundo deportivo... Y el de la gente de letras como es en este caso. Si quieres abarcar a más personal tienes que lanzarte a usar  otros formatos - le respondió Pedro.

Pero Guillermo se sentía tan bien en esta página Web, que se olvidó de su ingénua pretensión de hallar un fantasioso éxito general y siguió colaborando en la página.

                                                                        FRANCESC MIRALLES

 

 

  

 

 


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