El mejor

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Cuadro preferido sin magia, manos ni pinturas.

Cada vez que lo miro descubro algo nuevo en él.

Es mi ventana que me exhibe los apuros de la mañana, ajetreados guardapolvos blancos, en efímeras aglomeraciones frente al kiosco, la luminosidad benigna del sol que promete esforzarse más adelante. Las aves como llevadas por invisibles hilos, frescas y alegres sus nidos dejan.

El remanso de la tarde, que se extiende plácida, trayendo un grupo de mujeres de paseo, algún corredor amateur, los que ya vuelven y el brillo enceguecedor de las superficies donde se mira el astro rey.

Siempre el mismo marco, una profundidad inusitada, como un océano.

La lluvia, inmediatos charcos que crean ceñudos mohines ante posibles salpicones furtivos y apura el andar.

Rosados pétalos en el cielo, enojodas y grises nubes que aún siguen exprimiéndose.

Ramillete de paraguas que camina, colorido y alguno hasta mostrando los embates del chubasco, ocultando identidades, aportando un velo de misterio. Negocios vacíos y una vía de celofán por donde ruedan y ruedan las ruedas...

...Y las noches... azul tapiz cuando no negro, hilvanado a través de altos muros bordando estrellas, destacando la luna cuando está puesta.

Luminosidad artificial en la noche, con chispazos erráticos de focos rodantes.

Nuevamente presteza en los pasos que devuelven a los tempraneros a sus hogares.

Pintura inquieta, llena de imprevistos...grandes brochas con que la vida pinta..


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