Historias del manicomio, cinco.

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Y se dirá, qué tiene esta historia de romántica. Aunque casi mejor, cabría preguntarse sobre el concepto en sí. La vida en el Madrid de aquellos años era bastante poco romántica, si por romanticismo entendemos lo que pretenden los folletines televisuales y demás instrumentos de evasión norteamericanos al uso. Recuerdo que por aquel tiempo se estrenó en un cine de la Gran Vía  uno de estos folletines. Concretamente el de "oficial y caballero". Y andaba uno de rondón entre los concurrentes mirando las carteleras, cuando apareció ella. Ella es siempre en este relato de romanticismo cañí, la doctora Albert. Tal doctora, como digo, había acudido a ver el film- una auténtica revolución en aquellos años. Como quiera que no estuviera seguro, en el ínterin- mientras duraba la película- me fui a libar el néctar sagrado de los dioses. Léase, echarme un trago de agua en una fuente pública que había en la red de San Luis. Mis emolumentos no daban para más, pues en lugar de emplearme en mi oficio natural, me había colocado de vigilante nocturno de unas obras que estaban construyendo por el puente de Vallecas. Y, en consecuencia, bastante tenía con pagarme la comida y el alojamiento en una pensión, por cierto, que regentaba un compatriota manchego enfrente de la estación de Atocha por lo que me hacía un precio especial. A lo que iba; que me di una vuelta por ahí en espera de que terminara el film para constatar que andaba bien de reflejos en materia de reconocimiento visual y cerciorarme de que no se trataba de un espejismo motivado por rescoldos amatorios y otras gabelas, sino la doctora Albert en sí.

Como quiera que el alma femenina, aparte de ser ella en persona, es propicia a interpretaciones mágicas de la realidad, cuando vio mi hocico romo detrás de una esquina, se debió pensar que se trataba uno de un Ricardo Gere trasplantado a la ibérica patria, pues se prodigó en atenciones e incluso me invitó a un café con leche y una magdalena en un McDonald´s que habían inaugurado recientemente por allí.

Y esto es lo más romántico que me pasó por aquellos tiempos en Madrid. Como se contará en siguientes entregas. Que emplazo a lector a seguirlas pues prometen acontecimientos singulares que seguro son de su gusto e interés.

 


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