IGUACEL

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Intento poner en orden mis papeles cuando Iguácel irrumpe en mi despacho. Con el plumero en la mano y moviendo todo de un sitio a otro es imposible seguir trabajando.

La recuerdo en nuestra casa desde que tengo uso de razón. Es menuda y con unos pequeños ojos azules. Vino a ayudar a mi madre en las faenas del hogar. Debía tener unos dieciséis años cuando entró a formar parte de mi familia.

¿Quién no considera parte de los suyos a una mujer que te ha cambiado los pañales, te ha dado las primeras papillas o te ha limpiado los mocos?

Todo eso y mucho más le han dado el poder de decidir cuándo tengo frío, hambre o sueño. Recuerdo cuando, estando de pequeño en la calle, me llamó un día:

—Carlitos, ¡ven aquí!

— ¿Tengo frío? Le pregunté con resignación.

—No, tienes hambre. Fue su respuesta.

Pues así ha sido mi vida con ella.

La semana pasada, mientras limpiaba, se oyó un chasquido. Como de costumbre, vino a mi despacho y me dijo:

—Ay, Carlitos. El jarrón que habías traído de Paris se ha roto .

Lo dice todo con un tono que me resulta imposible hacerle reproche alguno. El jarrón había decidido suicidarse, esa era la irremediable realidad.

Le he dicho repetidas veces que no quiero ser molestado mientras pongo los exámenes o los corrijo. A ella esas palabras no le hacen mella.

—Carlitos, te llaman al teléfono.

—Pero ¿no te he dicho que estoy trabajando y no quiero interrupciones?

—Es una chica con voz de ángel y  como tú no estás casado todavía…

Esta mañana me comentaba:

—Carlitos, te voy a hacer unas judías verdes. Las lentejas con morcilla te sientan mal. Para cenar un caldo de pollo con zanahorias y puerro que es muy bueno para el estómago.

Tras un profundo suspiro he decidido salir a dar un paseo, momento en el que mi dulce carcelera me ha dicho

—Haz el favor y no hagas tonterías. Ponte el abrigo, no te vayas a enfriar.

Y aquí me tienen con treinta y dos tacos y abrigado con mil capas porque a la buena de Iguácel se le antoja que voy a pasar frio en pleno mes de junio.

 

Quisiera seguir escribiendo, pero Iguácel ha decidido que deje de hacerlo y que un vaso de leche caliente me sentaría muy bien antes de ir a la cama a la que debo encaminarme  inmediatam….

 


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