De camino a casa cap 2

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Había pasado apenas una semana desde que Rodriguez se había puesto al frente del caso cuando por fin, unos niños que paseaban por el parque, descubrieron un cuerpo sin vida entre unos arbustos. Los peores temores de la familia de Sara parecían haberse cumplido.

El cuerpo fue hallado en un estado de semi-putrefacción, el calor de esos días había convertido el bello cuerpo de Sara en una bolsa hinchada de piel amoratada y llena de huesos rotos. Tenía la camisa rasgada y por debajo de la cintura estaba desnuda, apenas se reconocía su rostro. Sara había sido violada, pero el asesino utilizó preservativo, ya que no encontraron ningún resto biológico de utilidad, ni siquiera tenía restos de piel del asesino en las uñas, o si era así, este las había eliminado por completo, este se había tomado muchas molestias a la hora de eliminar cualquier rastro que hubiese podido dejar, su huella era completamente invisible.

Tuvo que identificarla el padre en una imagen desoladora. El pobre hombre no podía dejar de llorar y suplicar que este montón de carne podrida no fuese su hija, se derrumbó en cuanto reconoció su camisa y sus manos, el resto del cuerpo no decía nada, el calor soporífero de Agosto en Sevilla se había encargado de borrar cualquier tipo de huella del criminal y eliminando a la vez cualquier resquicio que quedaba de esa joven rubia y simpática que aparecía en la foto de Rodriguez.

La ciudad había caído en shock después de encontrar los restos de Sara. La policía había dispuesto controles en casi todas las salidas de la ciudad. Sara era una chica conocida, sus padres eran personas importantes de la alta sociedad sevillana y la clase política estaba apretando más que nunca al agente Rodriguez para que encontrase pronto a el autor del horrendo crimen. A pesar de todas las medidas tomadas, para él eran completamente innecesarias, ya que no tenían ningún rostro que buscar. El único hilo del que podrían tirar era una imagen lo que parecía ser una furgoneta blanca o gris clara, las imágenes no eran muy buenas, la habían conseguido de las cámaras de vigilancia, pero no habían conseguido ni marca ni modelo, tampoco la matrícula, había miles de carros blancos y grises en la ciudad, además al asesino ya le habría dado tiempo de pintarlo entero si le hiciese falta.

Rodriguez se sentía atrapado, nunca antes había tenido tanta presión por resolver un caso y esto estaba atorando sus ideas. Decidió darse un paseo de madrugada por el parque dónde Sara había sido encontrada.

El parque del alamillo se encontraba desierto a esas horas, tiene una valla que lo rodea con varias puertas que se cierran a partir de las 11 de la noche, además, al estar situado un poco lejos de las zonas residenciales le conviertia en una localización perfecta para cometer cualquier tipo de crimen bajo la oscuridad de la noche.

El agente se puso a buscar la posible entrada que habría utilizado el asesino, rápidamente encontró un hueco dónde las barras estaban torcidas, sacó una linterna y comenzó a observar los alrededores en busca de cualquier detalle que le llevase a una pista. Tenía que ser ese lugar, ya que le hubiese resultado muy complicado pasar por encima de la valla a una chica de las dimensiones de Sara que luchaba por escapar.

El suelo estaba lleno de pisadas, parecía que el asesino no había sido el único que había entrado al parque por ese lugar. Se introdujo en el parque por el mismo hueco y comenzó a caminar hacía el sitio en el que Sara había sido encontrada, iluminando con su blanca luz todo lo que había alrededor. Pronto se fijó en una pequeña cuerda que estaba en la base de un árbol situado a unos metros en el interior del parque. Se acercó a estudiarla más de cerca, las muñecas y los tobillos de Sara mostraban signos de ataduras. Al acercarse pudo apreciar mejor que en ese mismo lugar la arena del terreno había sido movida, siguió alumbrando los arbustos de alrededor y en seguida se percató de que nadie le vería si estaba ahí tumbado, aunque alguien hubiese pasado a dos metros sería imposible que este se diese cuenta de su presencia. Se dispuso a examinar la cuerda minuciosamente con la luz de su linterna, descubrió lo que podía ser una gota de sangre, sacó una bolsa de pruebas que llevaba consigo y seguidamente las guardó, tenía la completa certeza de que ese era el sitio en el que Sara había muerto, a escasos dos kilómetros de dónde su cadáver había sido encontrado.

El asesino había cometido un error que para el Agente Rodriguez podía ser definitivo.

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Habían pasado dos semanas desde que tuvo el encuentro con Sara, ahora empezaba a razonar y a sentir que había desatado una bestia en su interior. Desde aquél día no podía dejar de pensar en salir de caza de nuevo, ya se había cansado de masturbarse con las bragas de su primera presa, necesitaba apagar su ansiedad, la sed de sexo le corroía la mente y las venas llenando su mente de imágenes en las que él se veía en una orgía en la que corría la sangre a la vez que el semen en un estallido de júbilo y maldad, dónde él era el director de la orquesta tétrica.

Decidido a apagar el fuego que le quemaba, salió de nuevo en busca de lo que para él era su medicina. Montó en su taxi y encendió la luz de ocupado, como hizo la última vez, pero esta vez se dirigió al centro de la ciudad, pensaba que sería muy arriesgado volver al mismo barrio dónde había secuestrado a Sara. Comenzó a dar vueltas por todos los locales que estaban abiertos y tenían gente, eran ya cerca de las cinco de la madrugada, era una hora perfecta para atrapar en su trampa a cualquier joven bebida que decidiese que era más seguro volver sola a casa en taxi que andando.

Tras media hora de reconocimiento en busca de controles de policía y gente que volvía a sus casas, en la esquina de Adriano con Colón, vió que una joven muy atractiva, morena, de unos 18 años y con una minifalda muy corta. Esta levantaba la mano haciéndole señas para que parase. Empezó a oir como retumbaba su corazón a mil por hora concluyendo que mejor suerte no podía haber tenido esa noche.

Paró a su lado bañado en el sudor que le generaba la ansiedad que sentía en esos momentos.

-Buenas noches Señor- La chica se montó y cerró la puerta, su aroma a colonia de azahar le hizo caer en un embrujo - A Nervión, por favor!

Él ni siquiera contestó, envenado por el agradable olor de la chica, se limitó a arrancar el auto y a deleitar su imaginación mientras observaba su espectacular belleza por el espejo retrovisor, su víctima acababa de caer en su tela de araña, ahora sólo necesitaba un sitio adecuado para poder empezar su fiesta particular…


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