Hotel de Playa: Casi una infidelidad. Parte 1

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Me desperté. El sol de verano se colaba entre las rendijas de la persiana y soplaba una ligera brisa que olía a mar.  Estaba sobre la cama, boca arriba, desnudo. El pene duro, fruto de un sueño erótico que no recordaba. 

Todavía sin tener plena consciencia de dónde estaba, flexioné la pierna, levanté ligeramente la cadera y me tiré un pedo. 

Oí un ronquido suave, miré hacia mi derecha y vi a Laura, mi chica, tumbada boca abajo, su culo medio tapado por sus bragas.

De repente, todos los recuerdos se amontonaron en mi mente. Estábamos de vacaciones, en un hotel al lado del mar. El día anterior habíamos disfrutado de la playa, las olas y una cena romántica. La velada había acabado en pasión, besos que sabían a vino tinto y sexo salvaje.

Aliviado porque Laura no hubiese notado el escape de gas, o al menos lo hubiera pasado por alto, mire una vez más su trasero. Mi miembro comenzó a palpitar y el deseo de poseerla me inundó. Me contuve y miré la hora en el móvil.

Eran las nueve.

Hora del supositorio y la inyección.

El médico le había recetado pastillas, pero ella, recordando lo que le pasó la última vez, rechazó el tratamiento y pidió una alternativa. El primer pinchazo se lo administró una joven enfermera en la consulta. El segundo y último era para ayer, pero Laura, fiel a su estilo, dijo que " ya si eso mañana". 

Me levanté con cuidado de la cama, tomé asiento y preparé la medicina, rasgando el plástico dónde venía la jeringuilla, sacando la temida aguja y dejando listo el supositorio.

Luego, a propósito, arrastré la silla y me incorporé.

Laura, se hacía la dormida descaradamente. Con delicadeza, acaricié su espalda y le besé el cuello.

- Despierta corazón, es hora de inyectarte.

Laura gruño protestando y yo le di un azote suave.

- Venga. No te comportes como un bebé.

- ok. - dijo entre dientes sin moverse.

En ese momento fui a por la jeringa, mojé el algodón en alcohol y posando todo en la mesilla, tiré de las braguitas de mi compañera desnudando su culete. Sin demora froté su glúteo izquierdo con el algodón, quité la aguja de la jeringa y sin previo aviso puse la "banderilla".

- Aufff. - se quejó la mujer.

- Relaja ese culo, que si no dolerá más.

Finalizado el pinchazo. Le pedí que separara las nalgas e introduje el supositorio en su ano empujando con el dedo.

- Aguántalo ahí. Eso es, buena chica.

Unos minutos después premié su buen comportamiento con un beso en los labios.

****************************

A las diez, después de ducharnos y ponernos ropa ligera, salimos de la habitación. Una chica que limpiaba las habitaciones se cruzó con nosotros.

- Esa chica te ha comido con la mirada. - me dijo Laura.

- Ah sí, no me había fijado.

- Seguro que no, que no has visto ese escote.

No dije nada, aunque la verdad es que las tetas de la chica no habían pasado desapercibidas. Los senos y el culito respingón que moldeaban esos pantalones negros eran de los que dejan huella.

El desayuno fue abundante y volvimos a la habitación para ponernos ropa de baño y hacer un pis de última hora. Antes de salir, nos dió tiempo a un "rapidito". Laura inclinada contra la pared dándome la espalda mientras yo la enculaba al tiempo que amasaba sus pechos.

- Estas tetas son las que más me gustan. - dije entrecortadamente, sin aliento, mientras le metía el falo hasta el fondo haciéndola gritar de placer.

Continuará...


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