Hotel de Playa: Casi una infidelidad. Parte 2 y Final.

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No llevaríamos más de media hora en la playa cuando el móvil sonó varias veces. Laura me miró y yo la miré sintiéndome culpable.

- Tengo que ver de qué va. A lo mejor es algo urgente. - dije con voz insegura.

Mi compañera suspiró con resignación.

Había mensajes de voz y varios WhatsApp.

- Tengo que volver al hotel y usar el portátil. Tu quédate y disfruta del sol, vengo lo antes posible.

Cuando llegué a la habitación, el carrito de la limpieza estaba fuera y la puerta entre abierta. Me acerqué y en ese momento oí un golpe, como si algo se hubiese caído. 

- Pasa algo. - dije en voz alta.

Al no recibir respuesta empujé la puerta, repetí la pregunta y entré.

Dentro estaba la joven del escote. Acababa de coger la escoba y tenía las mejillas coloradas.

- ¿Está todo bien?, perdona oí el ruido y entré... tengo que usar el ordenador.

- To... todo bien. - dijo la muchacha rápidamente.

Mentía.

Miré hacia la cama y vi el portátil. 

- Mi portátil.

- Sí, su portátil está aquí.

- No lo dejé ahí, lo dejé en otra posición. - dije mirándola a los ojos.

- Lo siento... yo, se me cayó. - respondió la chica pillada en falta.

Inmediatamente abrí la bolsa, lo saqué y probé si funcionaba. No arrancaba. Intenté varias cosas durante cinco angustiosos minutos y al final funcionó. El ratón inalámbrico, sin embargo, estaba roto.

La chica inició una maniobra de retirada.

- Tengo que irme... yo.

- Espera, enseguida estoy contigo.

Por suerte el asunto era más fácil de lo esperado y todavía tenía el ratón táctil. En diez minutos envié el email con la solución. 

Tras cerrar y guardar el laptop me encaré con la limpiadora.

- Esto es inadmisible. Tengo que informar en recepción. ¿Cuál es tu nombre?

- Por favor, no lo haga... llevo solo unas semanas trabajando y si lo hace me despedirán y yo necesito el trabajo.

Me levanté de la silla, me acerqué a la puerta, colgué el cartel de no molestar por fuera y cerré.

- Esta bien, vamos por pasos, ¿Cómo te llamas?

- Isabel.

- Esta bien Isabel, comprenderás que yo tengo que contar esto... has estado a punto de romperlo y quién me asegura a mí que mañana no vas a...

- Le prometo que tendré cuidado señor, yo... yo comprendo su enojo y, y entiendo que esto no puede quedar así... si quiere puede castigarme.

- ¿castigarte?

- Eso es señor, castígueme, por favor, pero no lo cuente

- Pero no puedo hacer eso, es ilegal, no puedo sin tu consentimiento sin...

La chica me miró con miedo, estaba convencida de que la iba a denunciar, así que buscó papel y con un boli escribió un texto dónde consentía que el inquilino de la habitación xxx le castigase y lo firmó.

- Esta bien. Si esto es lo que quieres. Túmbate sobre la cama y bájate los pantalones y las bragas.

- ¿Las bragas? - dijo con un hilo de voz.

- Sí, las bragas. ¿No querías disciplina? Pues vas a tenerla y da gracias a que no te pida que te desnudes completamente.

Mientras buscaba en la maleta un cinturón, Isabel se bajó los pantalones y las bragas y se tumbó. Su culo redondito hizo que mi pene creciese.

- ¿Lista? - dije doblando el cinturón por la mitad.

- Sí señor.

Y sin más preámbulos comencé a azotarla.

El espectáculo me calentó más rápidamente de lo que creía,  así que para evitar pringarlo de semen,  decidí bajarme el bañador y dejar el miembro al aire tras seis latigazos.

- Seis más. - anuncié reanudando los golpes.

Terminado el correctivo invité a la chica a vestirse y salir de la habitación.

Me senté y pensando en su trasero respingón me masturbé eyaculando en cuestión de segundos.

********************

Volví a la playa y me metí directamente en el mar.

Al volver a la habitación con mi mujer, nos dimos un pico.

- ¿Te apetece? - me dijo tocándome los huevos a través del bañador.

- ¿Perdona? - dije.

- Estás ausente... olvida el trabajo.

Sonreí sin convicción. La verdad es que la escena de hace unas horas estaba muy presente en mi cabeza. ¿Se podía considerar infidelidad?... no, y sin embargo.

- Tengo una cosa que contarte. - dije al fin.

Laura me miró. Ya no había salida.

Me sinceré, reconociendo lo que no era un secreto, que aquella chica de la limpieza me ponía y contándole el incidente del laptop, la propuesta e insistencia de Isabel que había acabado en azotes. Incluso le enseñé el papel con el consentimiento.

Después de unos segundos de silencio que me parecieron una eternidad, mi chica habló.

- No me gusta lo que ha pasado. Pero me alegro que me lo hayas contado. Técnicamente no te la has follado, lo cual, por el grado de sensualidad que describes, me parece casi un milagro. Ahora bien, esto no puede quedar así.

- Yo, lo siento, de veras, si hay algo...

- No me refiero a ti si no a ella, no, esto no queda así, voy a tener unas palabras con esa tal Isabel.

A la mañana siguiente, antes de desayunar, mi chica se encontró con Isabel en el pasillo y la invitó a entrar en nuestra habitación. Allí, tuvieron una conversación de mujer a mujer que acabó con la joven de la limpieza sobre las rodillas de Laura. Un cepillo sirvió, en esta ocasión, para calentarle las nalgas.

Desde el cuarto de baño, contemplé toda la escena.

Luego, mi chica me confesó que todo eso la había puesto supercaliente.

Nos desnudamos.

Ella se sentó en la cama.

Saqué el pene y Laura, tras contemplarlo y acariciarlo, lo metió en su boca chupándolo. Una corriente de placer recorrió mi espina dorsal.

Gemí.

Terminada la felación, mi chica separó las piernas ofreciéndome su entrepierna.

Situé la punta del miembro en posición y la penetré empujando una y otra vez. En el frenesí busqué su rostro, encontré su boca, metí la lengua e intercambiamos saliva.

La abracé.

Estaba dentro de ella, pero quería más, quería sentir todo su cuerpo y que ella sintiese el mío, fusionarme con ella, compartir el placer, la intimidad y hasta los pensamientos.

Después de eso hablamos sin tapujos, usando palabras gruesas, incluso guarras. Hablamos de la experiencia, de nuestras fantasías eróticas, de la vida y las vacaciones, del presente y del futuro, de lo divino y de lo humano.

Fin.


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