EL HUMANOIDE, PAREJA PERFECTA 1

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Susana Piera, la joven y guapa neuróloga de cerebros psicótonicos destinados a humanoides que trabajaba en la filial ubicada en Barcelona perteneciente a la gran organización internacional especializada en robótica de Nueva York había sufrido un terrible desengaño. El hombre con el que había compartido su vida durante algunos años y en el que había depositado plenamente su confianza, el cual había sido un funcionario del Estado ahora se hallaba en prisión debido a un grave desfalco que había hecho en los fondos públicos del mismo, por lo que la científica se había divorciado de él.

Sin embargo a Susana cuando regresaba a su hogar, a pesar de que se relacionaba con un grupo de amigos de un modo ocasional, la abrumaba una desagradable soledad, y aunque por un lado anhelaba rehacer su vida con otra persona en un futuro no demasiado lejano, por el otro lado desconfiaba del género humano; temía que si se volvía a enamorar de otro hombre este le saliera tan mal como el anterior. Así que tras unos días de profunda reflexión y de haber discutido consigo misma, al fin tomó una singular resolución.

Un mediodía, al término de su jornada laboral se dirigió al despacho del jefe de su sección que era un tío suyo llamado Amadeo  para hablarle de su trabajo en el laboratorio, y seguidamente le expuso su plan. Ella deseaba solucionar su vida personal, pero no con un hombre cualquiera sino con un humanoide que se fabricaba en aquel lugar.

-¡Pero Susana! Comprende que esto que me dices es un disparate. ¿Quieres a un humaoide que te siga como un perrito faldero? - le dijo su tío Amadeo escandalizado.

- No es éso, tío.  Quiero una compañía, de alguien inteligente pero que no me de malas sorpresas como me ha ocurrido con mi anterior marido - le respondió ella con convicción-. Nosotros creamos a unos humanoides con un material tan perfeccionado,  y con un cerebro que está diseñado con unos cables a modo de neuronas tan bien hechos, que su comportamiento supera muchas veces al de los seres humanos. Y tú lo sabes muy bien.

- Entiendo. Pero te recuerdo que en este mundo también hay sujetos honestos con los que podrías ser feliz. Piensa que los humanos tenemos un algo emocional en común que por imperfecto que sea nos une unos con otros. Mientras que un robot no deja de ser una máquina. Y lo más importante. Con él no podrás tener hijos.

-  Sí, esto ya lo sé. Pero la gente cambia de la noche a la mañana y más en una época tan incierta como la actual. Por tanto yo no me fío de nadie. En cambio un humanoide no me perjudicará jamás, ya que está diseñado para que no pueda perjudicar a su creador. En cuánto a los hijos, con el tiempo ya adoptaremos uno o dos.

Susana que era una mujer bastante tozuda, una vez que había tomado una decisión jamás se echaba atrás y no admitía discusión alguna. De manera que al cabo de pocos días de aquella entrevista que había tenido con su tío, ella tomó por pareja a un humanoide alto, rubio y delgado llamado Robin, cuya perfección mental era bastante superior a la de otros compañeros de su promoción y por eso mismo era un eficaz jefe de otros humanoides menos capacitados que él en la fundación en la que trabajaba. Pero que no obstante como era de suponer no sabía nada del sexo femenino.

Susana y su humanoide no celebraron ningún ritual y vivieron juntos en un bonito piso en la parte alta de la ciudad. De modo que la primera noche como si de una pareja convencional se tratara, una vez en la cama, Susana fue la que le inició a Robin en las artes amorosas. El robot aprendía rápido y pronto pudo satisfacer las necesidades fisiológicas de la mujer, por lo que ella disfrutaba de lo lindo. Además el humanoide que era consciente de que su compañera necesitaba mucho cariño solía tratarla  con una exquisita consideración y la escuchaba con sumo interés cuando lo requería la ocasión; así como la acariciaba con ternura; la consolaba cuando la veía triste o preocupada por algún conflicto fuera familiar o profesional; como también se mostaba solícito con las sugerencias que ella le hacía. Pronto Susana se olvidó de que Robin era sólo una máquina. "¿Acaso los humanos no somos también una máquina aunque biológica?" - pensaba ella.

Por otra parte Robin era de pocas palabras. Cuando Susana le daba por contarle anécdotas de su infancia, de su vida pasada Robin claro está, como él no tenía ninguna historia emocionante que contar; ni recuerdo que compartir con ella, se limitaba a sonreir de un modo condescendiante.

- Pensarás que lo que te explico de mi vida son bobadas ¿no? - le decía ella un poco ruborizada.

- Oh, no.  Nada de eso. Contigo aprendo muchas cosas de los humanos que nunca me había llegado a imaginar. Soís increibles - respondía él siempre con mucha corrección y dispuesto a contentarla

Aquel roce de la convivencia de la neuróloga con Robin dio lugar a que esta se encariñara de él, y le adjudicase un oculto sentimiento amoroso distinto al del resto de los mortales. Su cerebro psicotónico podía dar de sí y aprender a amar mejor que nadie. ¿O era aquello una simple ilusión de una mujer romántica? Ella se sentía obligada a corresponderle y de vez en cuando lo tomaba de una mano y le susurraba al oido como una adolescente traviesa: "¿Sabes que te quiero, verdad?"

- Sí, lo sé. Y yo también siento algo especial por ti - le respondía el humanoide con su eterna sonrisa.

                                                                          CONTINUARÁ

 


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