CARA PARCHE

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Cara Parche no era pirata, pero sí malo. Hacía favores a cambio de otros servicios. Una chupada de las chicas del barrio, y quizás de algún chico, a saber. Trabajos domésticos, pequeñas obras, que si el piso no hace gozo, le hace falta una mano de pintura, que si la ducha gotea. Gratis, claro. Incluso alguien le hizo un servicio de sicario alguna vez. Nada grave, un dedo roto.

 

¿Y a quién hacía los favores? A quien más lo necesitaba. A los pobres, muy pobres, a los que no tenían nada de nada, y un día les prestó dinero. O a quien, desesperado, pedía un favor que requería un contacto en el ayuntamiento, o de un abogado amigo suyo. Era un poderoso dentro del barrio, y todo el mundo lo sabía.

Un miserable, roñoso y poderoso, con el ojo tapado. Decían que siendo un niño lo perdió, de una pedrada en la calle. Con el cabello repeinado y la lengua viscosa. Bien planchado y con los zapatos limpios.

 

Vivía en el piso de mi rellano, éramos vecinos. Y nunca tuve suficientes ovarios para denunciarlo, a pesar de mis sospechas. Ni yo, ni nadie. Tan formal, tan amable. Qué vamos a hacer, a los malos no les brilla el diente como a los dibujos de las películas, y pasan discretos entre toda la multitud que somos.

 

Pero mira por donde, un animalito pequeño y que nos da asco a todos, puso las cosas en su sitio.

 

Una noche un gusano llegó al agujero del ojo del hombre dormido, atraído por el mal olor que dejaba ir su conciencia podrida. Hembra y cargadita de huevos, los dejó ir antes de seguir su camino, y de allí nacieron las pequeñas hijas e hijos, que corrieron por dentro de la cabeza, hasta encontrar los oídos, y la nariz, y los bronquios.

 

Todavía lo vi un día vivo, nos cruzamos en la puerta del edificio. Me pareció ver insectos saliendo de su boca, mientras se tapaba con un pañuelo. Yo pensé que había sido cosa mía, y que mi imaginación estaba disparada.

Al día siguiente lo descubrieron en el portal, devorado por pequeñas larvas, que ya tenían el trabajo hecho. Lo tuvieron que barrer con la nariz tapada, tan fuerte como era el olor.


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