Mi hermanastra

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La primera vez que me enrollé con mi hermanastra ella tenía novio. No era la primera vez que nos besábamos. Cuando teníamos 13 años, durante una fiesta, acabamos encerrados en un armario por un estúpido juego y simplemente sucedió. La situación ahora era muy diferente. Estábamos en otra fiesta, encerrados en una de las habitaciones del segundo piso (esta vez por voluntad propia) y habíamos discutido porque su novio era un capullo.

—¡Se está acostando con otras, joder! ¿Es qué no te das cuenta?

—Estás celoso —dedujo ella, y no andaba demasiado desencaminada. Puede que hubiera algo de celos, pero hablaba sobre todo desde la preocupación.

Conocía a Ellie desde que nació. Nuestros padres eran amigos desde el instituto así que prácticamente nos criamos juntos. Ella tenía todo lo que siempre había deseado encontrar en una chica así que fue inevitable empezar a sentir cosas por ella a medida que pasaron los años. Pero se había convertido en mi hermanastra hace unos años y tuve que guardarme mis malditos sentimientos para mí. Se suponía que era algo así como su mejor amigo, pero desde que empezó a salir con el imbécil de Brad la cosa se había vuelto tensa entre nosotros. ¿Cuántos meses llevaban saliendo? No quería ni pensarlo. Recordar el tiempo que llevaban juntos me hacía pensar en la cantidad de veces que se habrían acostado.

No pensaba admitir esos celos de los que me acusaba, pero la rabia que sentía hizo que las palabras escapasen de mi boca. Tal vez era la única manera de alejarla de ese capullo, de hacerla dudar.

—Pues sí. Estoy celoso. No sé qué mierda haces con un tío así cuando podrías estar con alguien mejor. Alguien que te tratase como a una persona y no como un trofeo. Yo nunca te trataría así.

Sus ojos verdes me miraron sorprendida, como si no se esperase una confesión así. Como si no fuera evidente todo lo que ella me hacía sentir. Pensé que me iba a mandar a la mierda o cualquier cosa así con tal de cortar la conversación, pero tras mirarme durante unos segundos que se me hicieron eternos, tomó mi rostro entre sus delicadas manos y me besó como si llevase todo ese tiempo esperándolo. Pude sentir la desesperación en la intensidad de su beso, y las dudas al ver que yo no reaccionaba al principio. Entonces quiso alejarse, pero yo no la dejé. La tomé por la nuca y la atraje a mis labios, apretando su cuerpo contra el mío. Podía sentirla de puntillas, sujetándose a mi cazadora para no perder el equilibrio mientras nos deshacíamos beso a beso.

—Joder, Ellie.

Gruñí contra ella, acorralándola entre la pared y mi cuerpo. Dejó escapar un gemido en mi boca que me volvió loco al instante. Abandoné sus labios y mi boca se movió a lo largo de su cuello, excitándome cada vez más al escuchar sus jadeos. Sus dedos se hundieron en mi cabello rubio, alentándome a seguir dejando un camino de besos allá por donde mi boca pasaba. Descendí hasta su hombro y su clavícula, y deslicé el tirante de su vestido hasta que casi dejó su pecho al descubierto. Mis manos subieron por sus caderas y su cintura, deteniéndose bajo sus senos. Quería agarrárselos, pero eso sería sobrepasar los límites con ella, así que me contuve, pero la erección bajo mis pantalones era palpable y ella debía de estar notándome duro contra su vientre, y aun así me dejaba besarla y tocarla, sin miedo a las consecuencias.

El corazón me latía a mil por hora. ¿Esto estaba pasando? Porque en mi vida me había imaginado que viviría este momento con Ellie. No sabía lo que sentía por mí pero estaba claro que le atraía del mismo modo que ella a mí. Cuando retiré mis labios de su clavícula Ellie volvió a buscar mi boca y me besó, esta vez de una forma más lenta y dulce. No había ni rastro del hambre voraz que nos había consumido al principio. Tomé su rostro con delicadeza, acariciando sus mejillas con mis pulgares, hundiendo después mis manos en su melena oscura. Mi boca viajó por la línea de su mentón, desde su barbilla hasta la oreja. Pude sentir el escalofrío que le provoqué. Sus manos se colaron bajo mi camiseta, deseando tocar la piel que ardía bajo la prenda. Me atrajo un poco más a ella, echando la cabeza ligeramente hacia atrás para que pudiera besarle el cuello de nuevo. Pasé mis pulgares por este, deambulando por la pálida piel antes de hundir mi boca en él. Solo pude besarlo y lamerlo, aunque me muriese de ganas por morderla hasta hacerla gemir. Pero no podía dejarle una marca que le diera a su novio la excusa perfecta para montarle una escena delante de todos.

Sin darnos cuenta el otro tirante cayó por su hombro, provocando que el vestido se deslizase unos cuantos centímetros. Si tirase un poco de la tela hacia abajo podría dejarla con los pechos al aire. Y la idea era tentadora, joder, pero no podía. No podía hacerle eso a Ellie. Pero sí que podía besar la piel que había quedado al descubierto. Acaricié con mi lengua cada parte de ella que había quedado expuesta, sofocándola.

—No pares —me suplicó.

Y no pensaba hacerlo. Si ella quería yo iría más allá. Con cuidado de no resultar grosero la acaricié por encima del vestido, recorriendo cada una de sus curvas hasta agarrar con suavidad su culo al ver que no se oponía a ese tipo de caricias. Cuando me atreví a tocarla bajo el vestido un pequeño ronroneó escapó de sus labios. Ahora era ella quien me estaba besando el cuello, mordisqueándome el mentón. Su excitación era tan descarada como mi erección. Mis manos acariciaron la piel erizada de su culo, descubriendo que lo que llevaba bajo el vestido era un tanga de encaje que dejaba sus nalgas desnudas bajo mis manos. Los pantalones empezaban a molestarme de verdad, sobre todo cuando Ellie no paraba de hacer sonidos cerca de mi oreja.

De forma inesperada le di la vuelta, poniéndola de espaldas a mí, pero todavía acorralada entre la pared y mi cuerpo. Subí la falda de su vestido hasta dejar su culo al descubierto, encajando mi erección entre sus nalgas, moviéndome suavemente contra ella para que la sintiera.

—Mira lo que haces conmigo, Ellie…

Le susurré al oído y la sentí contener el aliento. Acaricié su cuello, ejerciendo una suave presión para que lo dejara expuesto ante mí. La besé justo ahí, mientras una de mis manos se posaba en su bajo vientre y la otra se perdía en el interior de su lencería, descubriendo la deliciosa humedad que había provocado en ella. Mi dedo se sumergió en el interior de sus labios, acariciando con dulzura la piel empapada y caliente, ejerciendo una presión suave en su clítoris hinchado que hizo que le fallaran las piernas ante aquella caricia inesperada.

—Jason —gimió y yo la sujeté más fuerte contra mí.

La acaricié por fuera, empapando sus labios, para después volver a perderme entre estos acariciándola desde su entrada hasta el clítoris y vuelta. La sentía cada vez más húmeda y agitada, contoneándose contra mi cuerpo hasta volverme loco. No podía aguantar más esa situación, así que cuando dos de mis dedos volvieron a acariciarla de forma descendente ejercí presión en su entrada para hundirme en ella.

Pero no pude. Sentí la tensión de su cuerpo de inmediato y me detuve sin saber cómo proseguir.

—¿Eres virgen?

La pregunta escapó de mis labios sin ningún cuidado y pareció de romper el hechizo en Ellie. En los dos. Ella se deshizo de mi agarre y yo la dejé escapar, observando cómo me enfrentaba, completamente avergonzada mientras se bajaba la falda de su vestido y se subía los tirantes a toda prisa antes de que se le saliera una teta.

—¿Y qué?

—¿Llevas saliendo con Brad medio año y no habéis follado? Que me parece bien, pero me extraña que no hayáis hecho nada.

—Cállate, Jason.

La mezcla de vergüenza, arrepentimiento y excitación en Ellie era un caos precioso. El pelo alborotado, las mejillas completamente rojas y la respiración agitada, por no hablar de lo alterada que parecía de repente al darse cuenta de lo que acababa de pasar entre nosotros.

—No ha pasado nada porque yo no he querido.

—¿Ibas a dejar que pasara conmigo?

—No.

Se apresuró a responder, antes de darse la vuelta para marcharse, pero la retuve cogiéndola de la mano.

—Ellie, por favor, no te enfades. No te vayas.

—Obviamente no me voy a quedar aquí contigo.

—¿Y lo que ha pasado qué?

Me miró a los ojos fijamente, más seria de lo que la había visto en mucho tiempo.

—Aquí no ha pasado nada, ¿vale? Tú y yo nunca…

—Pero sí que ha pasado, Ellie. Joder.

—Pues no va a repetirse, ¿vale?

Esas fueron sus últimas palabras antes de salir por la puerta y dejarme completamente solo. Me sentía como un idiota por haberme dejado llevar de esa manera con ella. Las cosas ya estaban mal entre nosotros, ¿lo había estropeado todo aún más?

Sus últimas palabras se repetían en bucle en mi mente. Cuando me dijo que lo que había pasado no iba a repetirse yo la creí, pero sí que se repitió. Joder si se repitió.


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