EL TIO JARO

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Siendo monaguillo pasaban cosas la mar de curiosas, esta es una de ellas para recordar.
¡ El milagro del tío Jaro! 
Hombre trabajador y buena persona. Con un pequeño defecto, empinar el codo un poco de vez en cuando. En fiestas matanzas y días señalados.
Cierto día normal no se levantó de la cama a la hora acostumbrada, eso alertó a la mujer que algo raro le pasaba. Le llamó con prudencia y ni por esas, él seguía vestido y sin levantar cabeza.
 La abuela que vivía con ellos lo intentó sin éxito. Eso no era normal en él. Al no ser un día señalado.
Sin médicos cerca ni ambulancias, lo más normal era acudir al cura para que le diera los sacramentos y la última extremaunción. Si moría que fuera en paz.
Partimos de la iglesia con una serie de trastos, hisopo, agua bendita, una cruz, un farol, un frasco con los Santos Óleos, y más cosas que ya no recuerdo.
Al cruzar el pueblo la gente se arrodillaba, se santiguaba, y se ponía a rezar, para que el medio difunto fuera al cielo. Era una cosa que acojonaba al más pintado.
Llegamos a casa del tío Jaro, la mujer llorando a lágrima viva con los hijos.
 La abuela metida en la habitación, oscura sin luz eléctrica alumbrada con una vela y rezando el rosario.
El cura saca el hisopo, lo mete en el agua y bendice al infeliz.
 Al recibir el agua en la cara y untar el Oleo en la frente se despierta, no sabe que pasó ni donde está, cree que murió y está resucitando.
 El cura mira al cielo y da las gracias por esa resurrección: Eso queda para la historia del pueblo como el milagro del tío Jaro.
No interesaba descubrir tal misterio.
 Lo cierto es que cenó unas raspas de bacalao y se levantó por la noche a beber, confundió la jarra de agua con la del vino y se la trinco entera.
 Parece ser que con tanta sed no distinguió una cosa de otra y se pasó empinando el codo, hasta llegar a la última gota.
Al cura le vino muy bien para su prestigio. Recordar en los sermones que al ser bueno se tienen más oportunidades de arrepentirse y llegar al cielo. 
 A la familia para no adquirir la fama de tener un empina codos en casa y así todos felices y contentos.
El tío Jaro no lo busco.
Eso fué cosa del destino
Fácil que ocurra un milagro.
y confundir agua con vino

 

 


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