UNA CAMA Y UN CORAZÓN

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Resumen: algunos encuentros de sexo casual pueden aportar una diversión inesperada, y vivencias nunca imaginadas.

 

 

     Esta historia es la descripción de un encuentro de sexo casual, una vivencia bastante excepcional en mi vida actual y que, por lo mismo, no puedo dejar de compartir con ustedes como mis queridos lectores. Me sucedió hace muy pocos meses, y debo decir que me ha resultado en lo más gratificante como suceso inesperado y fuera de los acontecimientos habituales y planificados de mi vida cotidiana.

     Resulta que por entonces yo estaba en un foro de internet, una de esas páginas en las que se publica casi de todo y sin prejuicios, por lo que un día se me ocurrió comentar acerca de mis preferencias sexuales y mis preferencias; y escribí algo relativo a la orina, y que me gusta tener sexo con la vejiga parcialmente llena, y que generalmente uso sonda urinaria permanente como juego sexual. Entonces Fabio Gabriel, un seguidor mío en ese grupo, me envió un mensaje por privado, diciéndome que le agradaba mucho lo que describía acerca de este tema, y que a él le gustaba sobremanera recolectar su propia orina y vertérsela sobre su cuerpo desnudo antes de bañarse. Y finalmente, terminó por decirme que le encantaría hacer contacto con una mujer que le orinase directamente en su boca. Le respondí que yo estaba dispuesta a llevar a cabo todo eso y concretar su fantasía, que recibe la denominación técnica de “urofilia”.

     Como ya habíamos estado en contacto desde hace tiempo y teníamos cierto nivel de confianza y conocimiento mutuo, finalmente me decidí a dar el siguiente paso e invitarlo a tener un encuentro real en un sitio que convinimos sería un hotel de la zona. Siendo que yo tengo pareja estable, entonces no quiero mostrarme con otras personas dando a entender ningún tipo de aventura de índole romántica, por lo cual decidimos finalmente citarnos en una localidad vecina donde casi nadie me conoce.

     Nos encontramos en la plaza pública, acudimos a una confitería a tomar un café y conversar un rato, hasta que nos decidimos a trasladarnos al consabido hotel y concretar lo que habíamos estado planificando durante varios días. Ya en la habitación, me dijo que:

 

- Estoy ansioso por probar tu orina, beberme todo el contenido, besar toda tu parte íntima y oler tu ano, que imagino bellísimo; ver tu sonda urinaria y succionarla suavemente, lamer tu gran clítoris, e incluso hasta llegar al orgasmo del modo que más te haga disfrutar y puedas sentirte muy dichosa.

 

     Lo cierto es que, tras besarnos profusamente, nos desvestimos: él, completamente; y yo casi por completo, a excepción de la pollera, una maxifalda gris muy plisada, que es la que usaba en la secundaria cuando cursé el Bachillerato y que me llega hasta la mitad de las pantorrillas. Debo decir que a mí me encanta tener sexo usando siempre algo de ropa, me fascina permanecer un poco vestida; la ropa es hermosa, y es para usarla, ¿no les parece? Y al mismo tiempo, considero que erotiza a la mujer que se atavía con alguna atractiva prenda de vestir. A continuación, me bajé los tiradores del sostén, dejándomelo puesto a la vez que exhibía mis firmes senos. Me levanté la falda para quitarme la bombacha de encajes con pequeños voladitos laterales, y antes de dejarla sobre la cama mi amigo-amante la tomó para olerla con intenso deleite, poniéndose luego dentro de la boca la zona correspondiente a mis genitales y zona anal. Como yo ya estaba muy excitada desde bastante rato antes, él la saboreó, aspiró largamente el aroma sexual que esta prenda poseía, y pude ver su maravilloso pene bien erecto y palpitante de deseo.

     El siguiente paso fue acercarnos cuerpo a cuerpo, besarnos apasionadamente en la boca mientras él ponía sus manos en mis pechos, que en ese momento tenían los pezones un tanto más grandes y, principalmente, mucho más firmes que lo normal. De inmediato nos abrazamos estrechamente y pude sentir su pene haciendo contacto con mi pubis, con la pollera en medio. Entonces, él se sentó en el borde de la cama y no me arrodillé en el suelo con el objetivo de darle una buena sesión de sexo oral. Comencé acariciando suavemente los lados de sus muslos, acercándome a sus genitales hasta llegar a ellos, momento en que le tomé los testículos con los dedos y prosiguiendo con su pene. Jugué un instante con su prepucio, lo retraje seductoramente y comencé a brindarle pequeños besos breves sobre el glande descubierto con mis voluptuosos labios. Lo siguiente fue introducírmelo en la boca y comenzar la succión del mismo, pasando al rato a meterme todo su pene en mi boca.

     En esa etapa mi enorme clítoris estaba plenamente agrandado, alcanzando el máximo de su tamaño. Les recuerdo que yo tengo una condición médica llamada “clitoromegalia idiopática” (clítoris gigantesco sin motivo patológico), así que, bajo mi maxifalda, estaba apuntando hacia delante con firmeza al tiempo que el suave roce y frotamiento con la tela me iba excitando aún más y brindándome un cierto placer que me entretenía.

     Después, Fabio Gabriel me dijo que me detuviera porque estaba por alcanzar el orgasmo pero que deseaba durar un poco más, a fin de poder cumplir sus deseos por los cuales nos habíamos encontrado. De manera que cambiamos nuestras ubicaciones, pasando a estar yo sentada al borde de la cama y él agachado cómodamente. Le permití que fuese él quien levantara mi querida falda, y entonces pudo contemplar primorosamente y con infinito deleite la grandiosa imagen que ante su mirada se presentaba: mi pubis abundantemente velloso, los labios mayores de mi vulva muy engrosados e igualmente vellosos, los labios menores algo proyectados hacia delante de los mayores, mi enorme clítoris haciendo un “pinocho” (lo siento, pero este es el único símil que se me ocurre para que ustedes se hagan una cabal idea de a lo que me refiero), y por debajo del mismo lucía la sonda vesical permanente que siempre uso como una manera especial de placer sexual, y que tan cómoda me resulta en toda ocasión.

     La reacción de mi amigo devenido amante ocasional fue decidida, directa y eficaz: dio inicio con una buena lamida general muy firme sobre el total de mis genitales, comenzando desde abajo, casi en el perineo, ascendiendo por el área labial y demorándose un instante en la válvula de la sonda, que succionó primorosamente y como pocas veces alguien lo ha hecho jamás. Parecía estar tratando de sorber mi orina, que ya pugnaba por salir pero que, sin embargo, aún no fluía porque la válvula estaba cerrada. En seguida prosiguió hacia mi enorme clítoris, que besó tiernamente y se lo introdujo en la boca; pasando de inmediato a sostenerlo con dos dedos de una mano y retrayendo parcialmente el capuchón que recubre el extremo. Transcurrido un rato prudencial con este juego, bajó nuevamente a mi sonda y repitió las succiones, lamiendo a continuación el llamado vestíbulo genital, que es la línea media que hay entre ambos labios menores y donde desemboca la uretra y la vagina. Lamió encantadoramente esa región, introduciendo delicadamente la punta de su lengua dentro de mi húmeda vagina, ascendiendo otra vez hasta mi sonda. Parece que mi sonda le daba una curiosidad inusual, a la par que a mí me otorgaba un placer extrañísimo, dado que sus cortos y rápidos movimientos de vaivén me transmitían una ligera vibración hasta la vejiga, con lo que me sentía suavemente acariciada por dentro, siendo la primera vez que pude tener esta clase de sensación.

     Llegado este punto no pude contener más el alto nivel de mi excitación sexual y me dejé llevar por la “cresta de la ola” en un orgasmo potente, intenso, duradero, que al mismo tiempo me hizo doler un tanto la uretra debido al contenido de orina almacenada en la vejiga, todo lo cual me hizo temer que las contracciones genitales y la presión del bajo vientre me hicieran expulsar la sonda por accidente, causando un derrame de orina. Pero tal circunstancia no ocurrió, con lo cual Fabio Gabriel me dijo:

- Carelia, mi bienamada, ha llegado el momento más esperado y ansiado por mí: que puedas verter tu preciosa orina en mi boca.

- Está bien, que así sea. Pero vamos al baño, que es donde estaremos mejor dispuestos en caso de derrame de tan preciado líquido.

     Allí fuimos, y mi amigo-amante se sentó en el bidet dando la espalda a la grifería, y yo me puse parada frente a él. Me levanté la amplia y larga falda, exponiendo nuevamente mis genitales, él abrió ampliamente su boca y se acercó a mí; y accioné la válvula de mi sonda, de manera que la orina salió proyectada en un fuerte chorro hacia adelante y cayendo mayormente en su cavidad bucal. Fabio Gabriel bebía y tragaba mi producción urinaria, si bien no alcanzaba a ingerir todo lo que yo le iba suministrando, con lo que una porción comenzó a escurrir por su mentón, cuello y pecho, goteando por último hasta el suelo. Simultáneamente con esto, él empezó a masturbarse muy rápido, y eyaculó en un breve momento, con lo que me evitó el ser penetrada sexualmente y el tener que utilizar ninguno de los preservativos que, previsoramente, había llevado. Finalmente, no pudimos dejar de reír, con lo que los últimos chorritos de orina fueron derramados directamente en su pecho y abdomen. Tuvimos que terminar pasando una toalla en el piso para retirar el charco, y darnos una ducha para enjuagarnos. Aunque él más bien se dio un buen baño empleando uno de los jabones.

     Tras secarnos él se vistió, yo me puse nuevamente la maxifalda y espontáneamente decidí mostrarle la manera en que usualmente me cambio la sonda urinaria. Él no pudo estar más contento con esa imagen extra que le brindé como obsequio inesperado.

     Colofón: me pidió que le regalase mi sonda usada como recuerdo, quedando por ello encantadísimo. Esta anécdota fue de lo mejorcito que me ha ocurrido en los últimos años en materia de sexo casual, y me gustaría alentar a mis lectoras y a todas las mujeres en general, a que se den el gusto a punta de aventuras no planificadas y encuentros sexuales inesperados. Puede ser apasionante, puede resultar algo adictivo; pero por sobre todo, va a convertirse en un recuerdo que les alegre los días por mucho tiempo luego de ello.

     Y si gustan comunicarse conmigo de modo privado, no olviden que pueden hacerlo a mi correo electrónico oficial, único autorizado para todos mis usos. ¡No se dejen engañar por imitadoras o advenedizas! Mi mail es careliaarcadievna@hotmail.com


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