Con El Mismo Entusiasmo

Por
Enviado el , clasificado en Reflexiones
386 visitas

Marcar como relato favorito

Cuando era niño, me acuerdo que salían muchos álbumes de estampitas para ser llenados con la compra de productos de panes, pastelitos, unos chicles, etc... Le ponía yo tanto entusiasmo a tratar de llenarlos, que muchas veces me veía convertido en limosnero con mis parientes, para poder comprar más y más estampitas y así ir llenando el álbum. 
Cuando comprábamos las estampas muchas salían repetidas y entonces nos volvíamos analistas, con pleno uso de estadística aplicada, comprábamos sobrecitos de estampas en diferentes tiendas, para así aumentar las probabilidades de que nos saliera alguna que no teníamos y que al no ser del mismo paquete no nos resultaran tantas repetidas. 
Las estampas repetidas se convertían en mercancía de trueque, para poder conseguir alguna que no tenías todavía y que los otros amigos la tenían repetida. Daño colateral: Podíamos jugar tapados con las estampas repetidas, para entretenernos en las largas vacaciones de verano, antes salíamos a mediados de junio y regresábamos a principios de septiembre, era mucho tiempo de descanso y había que matarlo de alguna manera. 
Había álbumes de luchadores con todas las máscaras imaginables , otro que era de animales de todo tipo e insectos , jugadores de futbol americano, futbol soccer, béisbol, otros que eran de películas como Star Wars o King Kong , otros del Chavo del Ocho y muchos más que ojalá ustedes me comenten para compatir los recuerdos. Algunas estampas también eran calcomanías, mismas que iban a parar al refrigerador de la cocina, a la altura que alcanzaras, para no mucha alegría de mamás y papás, que años después batallaban lo suyo para quitar el pegamento. 
Los sobres donde venían las estampas de las películas americanas traían un chicle que era un verdadero mugrero, porque ni le duraba el sabor, muchas veces era viejo, se desmoronaba, era demasiado duro para morder, total solo lo incluían por no dejar, que solo compraras solos sobres de estampas por las estampas mismas. 
Un día de vacaciones me mandaron a trabajar a la tienda que mi mamá tenía en la calle de Aldama, era una tentación ir, porque era una dulcería de dulces finos y regalos. Imagínense ir a una tiende de chocolates a los 10 años, era un castigo y una tortura china no poder comer nada, la regla de la tienda para nosotros, entonces, era que nos podíamos comer solo 2 chocolates en todo el turno. Uno al empezar y notificado a la empleada o mi mamá y otro al salir del trabajo. Yo casi siempre escogía un chocolate que se llamaba Domino para empezar, y para terminar un chocolate de conejo esos que vienen envueltos con papel aluminio amarillo. 
Bueno pero ya me salí del tema, la cosa es que se me ocurrió mejor al ver una carta que llegó a la tienda, creo que mandaban una factura de una compra de algo no me acuerdo ni de que, traía un timbre o como en otras lugares le llaman, una estampilla de correo. Era una estampilla de la conmemoración del aniversario de Beethoven, el músico, no vayan a pensar que el perro de la película. Y dije mejor colecciono estampillas para ya no andar gastando todo mi dinero en algo que no va a tener valor en el futuro, otra cosa en que me equivoqué porque las colecciones de 
estampas de jugadores de futbol americano y béisbol son mal valiosas que las estampillas en la actualidad, así está de loco el mundo. 
Pero bueno, empecé a coleccionar estampillas de diferentes países, algunos como estaba la guerra fría, iban cambiando de nombre y de dictador y cambiaban hasta de nombre los países en esa época. 
Una tienda de cadena sacó un álbum con las fotografías de color gris de los timbres que habían sido utilizados en los diferentes países, dándote una idea de cuales debías de buscar para ir llenando los espacios de cada uno de los países. Nos topábamos con unos timbres de Emiratos Árabes Unidos que es el país más rico, eran de holograma, como quien dice, al moverlos se veía que los dibujos cambiaban. Entonces mi afán de coleccionista ya tenía tarea para rato, para poder completar todos los espacios de todos los países, al no existir internet, era difícil averiguar donde los podíamos conseguir. En Monterrey había una tienda que vendía sobrecitos de timbres de diferentes países por una cantidad razonable de dinero, pero en esa época mi capacidad de compra era muy reducida, bueno ahorita también. También compraba las chalinas para poder pedir los timbres en las hojas y que no se maltrataran si se quería despegar en un futuro. 
Eso también me ayudó, porque empecé a hacer amistades con personas que difícilmente hubiera conocido sino ha sido por la filatelia, recuerdo que a la señora que le rentaba a mi mamá el local de la tienda, me regaló unos timbre muy antiguos de México, eran de 1 centavo y de 2 centavos, de los pesos antiguos. 
Nos reuníamos por las tardes en la casa de otro amigo a intercambiar timbres repetidos, e irlos pegando para que nuestro álbum de filatelia se viera más completo cada vez. Llegue a tener casi de todos los países del mundo, mayormente de México, Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, y otros. La estampilla más repetida que tengo es la de la vaquita, le decíamos así porque era acerca de la exportación de carne de res de nuestro país. 
Un día me vi muy apurado económicamente y pensé voy a vender mi colección de timbres para poder obtener algo de dinero, lo publiqué en internet y recibí una llamada una persona de Monterrey que estaba interesado en comprarla. Tome un camión y un taxi, llegue a la casona de la persona para hacer el trato, era una casa espectacular en una zona residencial de San Pedro Garza García, me abrió un mozo y me hizo pasar a una oficina muy bonita con terminados de madera muy lujosos, pensaba este señor no va a escatimar en el precio. Esperé un rato y llegó un señor con aspecto de viejo rico pensionado, me saludó muy amable y empezó a analizar mi colección. Hizo una pausa después de un rato y después de darme varios detalles que no le gustaban de mi colección, me hizo una oferta… muy estilo regiomontano, o sea, que se la vendiera a un precio ridículo. Sin pensarlo le dije que no, entonces el hizo una segunda oferta igual de barata, contesté que no, la verdad, mejor me la quedo. Me despedí y salí de la casa lujosa sin dinero y con gastos hechos para ir y regresar a Saltillo. 
Las estampillas son algo que tiende a desaparecer ya que el correo no tiene futuro en competencia con las nuevas tecnologías. Los timbres van a ser algo del pasado. 
Moraleja : mejor debería de haber coleccionado estampas de americano o de béisbol!


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed