La Historia de Pilar y Carlos - Un Recuerdo Lejano (6/6)

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Besó los pezones, los succionó, los lamió, recordando todo lo que le gustaba a la belleza rubia que compartía el lecho con ella, la obligó a darse la vuelta quedando boca abajo y se puso sobre ella, rozándola con todo su cuerpo, con sus pechos, con sus pezones, mientras su boca recorría esa piel blanca, besó la nuca, metiéndose entre la cabellera, besó los hombros, mordiéndolos ligeramente y provocando un gemido, siguió su camino por la espalda, haciendo escala en cada peca y cada vértebra que se cruzaba en su camino.

Ay Pilar me vas a enloquecer, jadeó ¿Qué has dicho? Perdón, Reina

Pilar rio para sí continuando su recorrido, el olor que emanaba esa piel le excitaba mucho, casi lo había olvidado, pero ahora todos esos días y noches volvían a su cabeza incitándola a seguir.

La curva de las caderas estuvo a su alcance y las recorrió entre besos y mordidas, deteniéndose de pronto ante algo que desconocía, en la cadera derecha había una pequeña mariposa de vivos colores, tanto que parecía a punto de salir volando. La acarició con su uña tratando de recordar sin éxito.

Me lo hice en un viaje antes de casarme, murmuró apenas Sonia Es lindo, fue la respuesta mientras besaba el pequeño dibujo

Su recorrido continuó un momento más por los muslos, hasta que su propia excitación no le permitió seguir jugando.

Tiró de las caderas de Sonia y al no obtener el resultado esperado, clavó sus uñas generando un grito hasta que la obligó a arrodillarse, dejando ese blanco trasero muy cerca, a su disposición.

Casi con brusquedad, metió sus manos entre las nalgas de su amiga que pegó un grito, las separó y sin juegos ni pausa hundió su rostro entre ellas, frotando su nariz y su boca contra el expuesto trasero. Sonio dio un grito, sólo escuchado por ellas dos

¿Qué haces Pili? Jadeó entrecortadamente sintiendo unas uñas en sus nalgas como respuesta, ¿Qué haces Reina? Te dije que te comería toda, pero eso fue hace tanto… Yo cumplo mi palabra dijo rozando con su lengua el ano color rosa que tenía ante sí.

Su boca la recorrió toda, la lengua acarició el ano, pasando luego a la sensible vulva, separándola y hundiéndose mucho en ella, que era un rio de flujo, unos dedos de uñas rojas entraron en Sonia, dándole un suave masaje, que fue acelerando cada vez mas de ritmo hasta que la rubia se dejó caer hacia adelante, vencida en un orgasmo demoledor. Sus gemidos se ahogaban en el colchón, pero Pilar veía el temblor y las convulsiones de ese cuerpo que poco a poco se iba calmando pero que ella no quería dejar descansar.

Entrelazó sus piernas con las de Sonia y fue acercando sus sexos, la rubia al entender sus intenciones, levantó una pierna hasta que sus sexos hicieron un húmedo y caliente contacto. Pilar empezó a moverse, casi como si la estuviera penetrando, cogida de la pierna levantada, gimiendo y gritando cada vez que sus clítoris se tocaban, con las piernas brillantes, empapadas de sudor y sexo.

Siguieron frotándose un rato más hasta que la explosión mutua llegó entre gritos y gemidos que subieron de intensidad para irse apagando lentamente.

Pilar cayó en la cama al lado de Sonia, que más repuesta, o más acostumbrada a estas cosas, se apoyó en un hombro, acariciando la cabellera y hombros de esta mujer que tanto placer le había dado.

Apenas pudo recuperar la respiración, Pilar se dio la vuelta, besando a su amiga que la miraba sonriente.

Es tarde, debo irme Gatita

Un gesto de decepción brilló en los ojos de Sonia, quien en sus sueños locos había pensado pasar la noche con su amiga.

Sabes que no puedo quedarme, le dijo dándole otro beso. Si lo sé, no te preocupes. Vamos a la ducha, que así no me puedo ir

Las dos saltaron de la cama y corrieron a la ducha. El baño fue más largo de lo necesario, abrazadas y acariciándose mutuamente, jugando con sus cabellos mojados dándose suaves besos.

Salieron envueltas en toallas y mientras Sonia se ponía una bata, Pilar volvía al atuendo con el que había llegado, que estaba regado por toda la sala.

Se despidieron con un beso en la puerta y con prisa, Pilar subió a su auto y partió, su prisa no era por alejarse de su amiga, sino por llegar a los brazos de su esposo, al que en estos momentos deseaba con locura y estaba segura de obtener lo que quería.

En un semáforo, una gata blanca cruzó en su camino, se detuvo a mirarla un segundo y siguió su camino. Pilar sonrió y murmuró para sí.

Nos veremos pronto, mi Gatita.


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