Doña Bella sí que le hacía honor a su nombre ..era una mujer muy atractiva y ella lo sabía!!Salía a la calle con la seguridad de ser el motivo de admiración de muchos hombres del vecindario.
Los había de todas las edades desde jóvenes hasta caballeros maduritos. Todos dejaban volar su imaginación al verla pasar contoneando sus caderas en un rítmico caminar ..y se les hacía agua la boca viendo sus preciosos senos asomados en el balcón de su escote como un par de melones blancos y redondos, imaginando esos pezones que sin duda alguna tendrían que ser rosados haciendo juego con esos hermosos labios que dibujaban una gran sonrisa al saludar.
A ella le excitaba mucho, sentir el deseo en aquellas miradas hambrientas. No importaba de quién fueran, sino la intensidad del deseo de quién se las dirigía.
A ella la excitaba la cercanía de un hombre que la estuviera deseando, y si, por alguna razón la tocara, así fuera un mínimo roce, ¡eso era candela pura! Ella sentía electrostática y segurísimo que igual sentiría el afortunado que se atreviera a tanto.
Era un 3 de enero, empezando año, cuando ella fue a la tienda de don Pedro, un tendero que no se quedaba atrás en demostrarle su admiración cada vez que ella iba a comprarle algo, le decía en medio de risas, cómo quien no quiere la cosa, que tan bonito el cabello, que tan rico que olía, que usted siempre tan hermosa. Ese día doña Bella entró con su donaire que la caracterizaba, siempre tan bien arreglada, ¡siempre oliendo tan rico! Y Don Pedro se quedó admirándola mientras ella escogía lo que necesitaba. Veía como movía su pelo con un coqueteo imperceptible hasta que se atrevió a preguntarle cómo le había ido en la despedida del año y sin dudarlo le deseó un feliz año, ella le respondió que igualmente le deseaba un feliz año y fue entonces cuando Don Pedro le dijo que eso tenía que ir acompañado de un abrazo y un beso. Doña Bella se rio, pero accedió a darle el abrazo y ¡ahí sí saltaron las chispas! Él le dijo que el beso tenía que ser en la boca y ahí, en la trastienda, se dieron un beso que parecía que no tenía fin. Por un momento olvidaron que la tienda estaba abierta al público y que en cualquier momento podría entrar alguna vieja chismosa, capaz de desbaratar cualquier matrimonio a punta de chisme. El caso fue que no entró nadie, afortunadamente, y ese beso fue el inicio de una historia muy candente entre doña Bella y el tendero. Lo que si les puedo anticipar es que doña Bella salió de aquel lugar y mientras caminaba sentía como chorreaba de su entrepierna aquel líquido caliente que le hizo recordar los viejos tiempos de su adolescencia.
Cómo era acostumbrado en el barrio, se celebraba el 6 de enero, día de Reyes, con un baile, comida, juegos y todo un jolgorio y era la ocasión perfecta para reunirse los vecinos a dar por finalizadas las fiestas de fin de año. Ese día doña Bella estaba muy linda como siempre y don Pedro no sé quedó atrás. Él era un cuarentón muy atractivo de ojos claros y mirada penetrante, boca rosada, pelo negro y muy buen cuerpo. Ese día su mujer se había ido para su pueblo a festejar con su familia y él se quedó para atender su negocio.
El epicentro de la fiesta era en el parque del barrio y allí mismo era la pista de baile. El esposo de doña Bella estaba tomando muy seguido y aunque ella lo codeaba, disimuladamente, para que se midiera un poco, fue en vano. El caso fue que se emborrachó y no contento con eso se fue con sus amigotes a seguirla quien sabe dónde.
¡Siempre era lo mismo! Su marido era todo un señor, siempre y cuando no tomara licor, pero cuando lo hacía, se volvía otra persona y no podía parar.
Al verse sola doña Bella pensó en retirarse de la celebración, pero don Pedro estaba mirando los toros desde la barrera y cuando vio el camino despejado se apresuró a sacar a bailar a su Bella vecina. Ella estaba de muy mal humor, se sentía impotente y desatendida por su esposo que prefirió irse con sus amigos sin pensar en ella. Sin embargo; salió a bailar con su vecino y así entre copa y copa y baile y baile la pasaron de rechupete.
Ya era la madrugada y el parque fue quedando sólo y Doña Bella dijo que se iba ya para su casa, entonces don Pedro, muy amablemente se ofreció a acompañarla y eso fue como dice el dicho: " el hombre es fuego, la mujer estopa y llega el diablo y sopla".
De camino a casa se iban besando en cada farola, cómo el disco, y don Pedro sin mediar palabra, paró un taxi y ella muy feliz se montó y para un motel se fueron.
Llegando allí, se olvidaron de que ambos tenían pareja y se entregaron a las delicias del amor y la pasión. Pasando la puerta empezaron los besos desaforados, mientras don Pedro le subía el vestido agarrando ese par de nalgas con las que tantas noches había soñado y ella le tocaba la verga por encima del pantalón blanco de lino... ¡estaba durísima! Luego él le saco el vestido y quedó ella frente a él con su voluptuosa figura al desnudo... él se pegó de esos pechos y aún no podía creer que por fin los estuviera saboreando. Pudo observar con delirio cada lunar, cada peca que tenía en sus brazos, en sus senos, en su espalda… recorrió todo su cuerpo con detenimiento, besándola de pies a cabeza, ella disfrutaba y se sintió tan especial, tan consentida, tan deseada, tan protegida... cómo a toda mujer le gusta sentirse. Porque déjenme decirles, mis estimados lectores, que uno siente cuando un hombre no sólo está buscando su propia satisfacción, sino, que también quiere y se esmera por proporcionar una gran dosis de placer y así, logran tocarnos más allá de las barreras de la piel...logran abrirnos completamente y no saben de lo que somos capaces cuando consiguen eso. En el caso de doña Bella, don Pedro la vio transformarse en la más hambrienta tigresa en celo que jamás hubiera imaginado, gimiendo de placer al sentir esos lengüetazos en su ardiente y húmeda panocha… ella estaba boca arriba en la cama y él estaba arrodillado en el piso con sus piernas sobre sus hombros el estiraba sus brazos para tocar sus pechos… ¡doña Bella se retorcía de placer! Luego ella se sentó en el borde de la cama, y él se incorporó frente a ella poniéndole en la boca todo su miembro erecto y empezó a chupárselo como toda una experta... Don Pedro le hundía la verga hasta la garganta. Luego ella se paró frente a él y se besaron ambos parados y el la volteó para que quedará en cuatro en el borde de la cama y ¡se pegó de ese culo! Mordisqueando sus nalgas, abriéndoselas para meter su lengua por todos los orificios luego se levantó y empezó a metérsela por el culo... primero muy despacio mientras abría camino y cuando la tuvo adentro, ¡ahí sí a bombear con fuerza! Mientras Doña Bella gemía entre lamento y placer y se tocaba su clítoris, Luego don Pedro se la saco y pasó para delante y hágale más duro, más duro hasta que le llenó la panocha de abundante leche compactándose con los líquidos de ella ... y ese fue el fin de la faena. Regresando a su realidad, doña Bella pensó si ya habría llegado su marido a la casa, y que excusa iba a inventar. Presurosamente se bañaron y salieron cada uno por su lado.
Cuando llegó doña Bella a su casa, eran como las ocho de la mañana y aún no sabía que le iba decir a su marido... Ya él estaba asomado en la puerta cuando ella llegó y ella no sabía que inventar. Al bajar del taxi, su marido se acercó y pagó el servicio y le dijo a su mujer: " Vieja, ¿qué haces buscándome por todo el pueblo? ¡No seas tontita! ¡Aquí estoy!!" y ella dio un suspiro de alivio y entraron a la casa abrazados. Él muy contento por la "comprensión" de su esposa al no echarle cantaleta por su desaparición y ella aún más feliz con las piernas temblando a causa de la tremenda cogida que le había propinado don Pedrito.
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