La Historia de Pilar y Carlos - Un Hombre Llamado "A" (4/6)

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Lo cierto es que, entre los nervios y lo concentrada que estaba, Pilar no escuchó la puerta abrirse ni a su esposo acercarse descalzo por la mullida alfombra, se sobresaltó cuando, sin decir palabra, Carlos la abrazó por la espalda, pero al instante reconoció esos brazos y se tranquilizó, sonriendo e inclinando el cuello, donde su esposo había ocultado el rostro.

A vio como un hombre, que no podía ser más que Carlos se acercaba sin pronunciar palabra, pensó en avisarle a Pilar, pero se quedó callado, observando. Vio el rostro tranquilo de Pilar cambiar por la sorpresa al sentirse abrazada, para relajarse un segundo después y sonreír, entregándose a esos brazos, la cabeza inclinada para permitirle hundirse entre su cuello y su cabello. El hombre no trató de excitarla ni provocarla, sólo la estrechaba fuerte y veía el rostro de ella cada vez más relajado, con confianza y seguridad absoluta. Ella abrió los ojos un momento, sin dejar la sonrisa que su esposo le había provocado y lo miró.

Lo que Pilar no vio fue que Carlos también levantó la mirada, y por un segundo los dos hombres se miraron a los ojos, sin palabras, sin gestos, sólo una mirada que más claro que un millón de palabras le decía: “ella es mía, mi esposa, mi mujer”, fue sólo un instante y volvió a hundirse en la cabellera suelta de su mujer, besándola en la nuca y provocando el primer suspira de ella en lo que sería una larga noche.

Pilar suspiró al sentir los labios y la lengua de su esposo recorrer su nuca y cuello, hasta subir casi a su oreja, para hacer el viaje de regreso, darle una pequeña mordida en la nuca e iniciar el juego al otro lado, con los ojos cerrados ella disfrutaba de las sensaciones que su sensible piel le provocaba, se dio la vuelta, quedando frente a su marido y poniéndose en puntillas lo besó, lo que fue respondido de inmediato, ambos jugaban a saborearse, morderse, las lenguas jugaban, algunas palabras se susurraban entre sonrisas, el deseo poco a poco los invadía.

Carlos, en medio de los besos de su esposa, metió las manos bajo la camiseta para acariciar la espalda desnuda y sintiendo en su pecho el contacto de unos pezones que empezaban a ponerse duros, subió las manos por la espalda y con ellas subía la camiseta, con una sonrisa cómplice, Pilar retrocedió un paso y levantó los brazos y Carlos, sin dejar de lado la invitación, le quitó la camiseta, ´dejando sus senos libres y expuestos, con sus pezones listos y un triángulo ligeramente más claro rodeándolos, fruto del ligero bronceado que había cogido esa mañana. Ella, juguetona, se trepa en su marido de un salto, haciéndolo caer, junto con ella, en la cama con ella a horcajadas sobre Carlos, cuyas manos acariciaban los pechos de su mujer, primero con firmeza, luego suavemente, jugando con sus dedos en la base de los senos y luego en los pezones que ya se mostraban duros, sensibles y listos para todo lo que viniera.

Pilar riendo, luego que la despojaran de su camiseta se había lanzado como un mono sobre su esposo que sorprendido retrocedió un paso, encontrándose con el obstáculo de la cama y cayendo sobre ella, con Pilar prendida sin soltarse, hasta quedar sentada sobre su esposo muerta de risa, se agachó poniendo las manos en la cama, acercando sus senos al rostro de Carlos, moviéndose provocativamente y alejándose cuando trataba de alcanzarlos

Te gustan no mi amor Me encantan, me encantas toda Aquí los tienes, dijo, volviendo a acercarse para alejarse de nuevo riendo Eres una diabla cielo Ah sí, dijo y esta vez se agachó hasta que sus pezones rozaron la cara de Carlos quien alcanzó a lamerlos antes que su mujer se alejara de nuevo en medio de un gemido.

Carlos no aguantó más ese juego y se levantó sin esfuerzo, haciendo caer de su montura a ella quien quedó tendida en la cama con su esposo encima, quien sin perder tiempo, empezó a besar y lamer los pechos de su mujer, recorriendo de uno a otro con su lengua, acariciándolos con sus manos, juntándolos y metiendo la cara entre ellos, sintiendo su perfume. Pilar gemía cogiendo la cabeza de su hombre, como guiándolo, aunque quedaba claro que Carlos no necesitaba guía y conocía el lugar exacto para llevar a las nubes a su pareja.

A era un espectador mudo, la ubicación lateral en que habían puesto el equipo le permitía una vista completa, quizá algo lejana, y oscura, pero suficiente para permanecer hipnotizado, clavado al asiento. Pilar se había bronceado y lo sabía por la marca que recorría su espalda y enmarcaba sus senos. No pudo evitar establecer comparaciones, con él, ella había sido sumamente sensual, provocativa, atractiva, con una sonrisa en los labios y el goce en sus ojos. La mujer que veía ahora, reía abiertamente, hablaba y se veía que jugaba con su esposo, también gemía y se notaba que lo disfrutaba, pero había algo más, algo que no se había presentado en su encuentro con él.

Ahora veía a Carlos disfrutando de esos senos, tan naturales y excitantes y otra vez ella reía en una mezcla de placer y cosquillas, risas mezcladas con gemidos, los dedos de ella enredados en el cabello de él, gozando del cuerpo de esa belleza.

Carlos se quitó también la camiseta, mientras con su peso mantenía inmovilizada a la mujer que lo tenía loco, se agachó para fundirse en un beso, invadiendo su boca con la lengua y recorriendo cada espacio, cada diente, rozando sus lenguas, mordiéndose, sus respiraciones agitadas, los besos bajaron hacia el abdomen, recorriendo con deleite, cada pliegue, cada lunar, cada marca dejada por la maternidad, deteniéndose en el ombligo, recorriéndolo con la lengua y provocando un gemido, él sabía lo sensible que su mujer era en esa área, secreto al parecer aun no descubierto por nadie más.

Sigue amor, no pares por favor Me encantas preciosa, me vuelve loco tu olor y sabor, te voy a comer toda Si, lo que quieras, pero no pares

Con cierta brusquedad, Carlos tiró de los pantalones de Pilar, única prenda que le quedaba, ella colaboró activamente levantando las caderas y moviendo las piernas hasta verse libre de la prenda que le estorbaba, dejando expuesta sus piernas y su sexo expectante. Ella se levantó sobre sus codos mirando a Carlos de pie frente a ella, estirando un pie, frotó la entrepierna de su esposo, luego lo subió y con él hizo un vano esfuerzo para quitárselo, él cogió el pie de uñas rojas y le hizo cosquillas mientras que él mismo se quitaba la prenda, quedando los dos desnudos.

Continuará.


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