Cuando los sueños gritan (I) - Introducción

                                                                                                I

«¿Hace cuánto no me detengo?»pensó entre jadeos, a plena carrera con la sangre hirviéndole las entrañas y a pesar de la brisa helada que soplaba en la oscuridad de la duna; apenas podía con su cuerpo, el cansancio lo hacía más pesado y el aullido de los chacales hambrientos no daba tregua alguna.

El cielo negro y sin estrellas ocultaba tras escasas nubes una luna cobarde, morbosa del horror y la carne que abandonaba a su suerte a la joven Inés ante las fieras cazadoras que valiéndose de su olfato y experticia poco a poco equiparaban su ritmo desesperado. Aún en la oscuridad perpetua Inés distinguía en todos esos ojos amarillos miradas de burla, desprecio, lujuria, envidia y codicia; todas tan humanas. Sus piernas fallaban, obstruidas por la arena que se derrumbaba y hundía más a cada paso, no podía continuar; mientras, cinco chacales huesudos tomaban posición.

Rodeada y sumergida en un víl hechizo, Inés vigilaba a las fieras alimañas con una expresión vacía compuesta por una mirada vaga y acompañada de una pequeña sonrisa melancólica, absorta en una fantasía enfermiza que la mantenía sorda a los famélicos gruñidos de los demonios a su espalda, que de golpe se abalanzaron para dar paso a la carnicería. Entonces despertó.