La existencia de un todopoderoso

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El concepto de Dios está tan programado en la mente, que resulta complejo si no imposible modificar todo lo que ha sido inculcado desde siempre. Es tanta la influencia ejercida que basta con echar un vistazo al núcleo familiar y la comunidad. Ambos grupos promocionan de manera obstinada la creencia de un ser superior, cuyo poder supera los límites del pensamiento humano y por tanto, es obligatorio rendir pleitesía casi automáticamente en cada momento. Porque, supuestamente ha sido el constructor de todo, el máximo pensador, el líder que dirige el camino, el que estará disponible cuando los problemas personales aparecen o para pedir un consejo.

La existencia de esta gran mente maestra no ha podido ser demostrada, como tampoco negada. Es complicado y curioso. Si se acepta que en realidad existe, la aceptación general es una recompensa, contrario si se niega, pues el rechazo por gran parte de los grupos sociales hacia el opositor se hará notar al instante y tomarán medidas inmediatas para tacharlo de raro e ignorante. Dios penetró cada rincón de la sociedad a tal grado que cuesta comprender, al día de hoy, un mundo sin glorificarlo, puesto que el individuo se acostumbró a resolver el cuestionamiento sobre la existencia humana con algo que probablemente no exista, y que más bien sea una manipulación premeditada.

El hecho de utilizar la palabra Dios en una conversación, pensamientos, imágenes y escrituras, se está aceptando la existencia del mismo, incluso si a la vez se niega. Así funciona, es básicamente un mecanismo implantado para validar el concepto una y otra vez. Ya que de esta forma se mantiene a flote la creencia constante del ser especial qué ama, perdona, pero que al mismo tiempo destruye e ignora. Sin embargo, esto último, los fieles creyentes lo desestiman, reafirmando que su gran perfección no está destinada para solucionar los problemas, sino que únicamente orienta cuando se le pide mediante oraciones específicas. Exactamente, un todopoderoso incapaz de manifestarse y afrontar las consecuencias de su actos, a menos que se le implore de rodillas día y noche.

Pensar que está presente, genera cierta contradicción. Realmente, lo apropiado es cuestionar y apegarse a la opinión personal. Reflexionar internamente si la propaganda en favor de la existencia de Dios es real y comprobable por medio de pruebas tangibles cuyos resultados puedan ser aceptados y flexibles para que todos puedan aportar sus ideas. De una u otra forma, si alguien diseñó esta realidad, es un hecho que debería manifestarse físicamente y callar la bulla de los escépticos en el acto.


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