Ninguno de mí

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Me estaba encañonado. Vi la chispa, sentí el golpe para un momento, deje de existir. No me di tiempo para explicarle, tampoco me iba a entender.

 Ahora se que habra sido inútil. Lo que no sabía ninguno de mí era que yo también estaba al otro lado de la pistola. Me mate a mi mismo igual que lo había hecho demasiada veces antes.

  Era el Dios que mataba en su nombre. El Diablo tirado en la tierra por si mismo. Sabía todo, pero no tenía las palabras para explicarlo. No sabía hacer nada excepto no hacer nada. El dictator que veía el caminó correcto y el sin techo que dejó de seguirlo. El mejor amigo del mejor amigo del hombre y por esto le mantenía atado. Ladraba hasta que mi dueño decidía que tengo hambre. El jefe que recortaba gastos y el empleado sin tiempo libre. Tenía droga pero no tenía amigos. Predicaba la verdad a las abuelas y me aseguraba a mantener los niños cerca de mi. El niño que se moría de hambre y el votante al que iba a quitar derechos.

   Ahora pensándolo bien, creo que lo peor es que siempre tenía derecho. Siempre he defendido mis ideas y convicciones hasta la muerte, en todos y cada uno de mi.


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