La vida y el amor son momentos

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          El autobús se dirigía hacia el norte bajo un cielo encapotado dejando atrás Madrid. Las montañas, algunas nevadas, otras rodeadas de nubes bajas, parecían postales dignas de un buen fondo de escritorio. Dentro del vehículo, una mezcla de voces y música, una cacofonía de lenguas dónde convivían con naturalidad el idioma de Cervantes, el de nuestros vecinos portugueses, el italiano y el inglés. 

          Pasado el tunel de Guadarrama, las gotas de lluvia comenzaron a caer sobre los cristales, lluvia que seguía presente cuando el autocar aparcó en Segovia, el imponente acueducto a la vista, parada obligatoria para una foto de grupo.

          Rostros sonrientes, caras con ganas de pasárselo bien, de olvidar la rutina y entregarse a una jornada de desconexión y celebración. 

           Ya de noche, volviendo a la capital de España, un tipo que se había quedado sin voz observó a sus compañeros de aventura durante unos minutos. Luego, decidió escapar de todo aquello. Conectó los auriculares al móvil y buscó en Youtube una canción que tenía ya algunos años. "Bachata en Fukuoka". Fukuoka, la colina de la felicidad, o eso significaban los kanji. Las imágenes de la ciudad en verano, la playa y la letra romántica, le transladaron a otro lugar, a otro país. 

          La música se detuvo con el adiós final, pero la mente de aquel tipo tardó un tiempo en regresar a la realidad. La canción le recordaba otra historia parecida, en otra ciudad, hace años. También había una chica de por medio. Su sonrisa, sus ojos, sus besos vivían en su memoria con gran realismo. Se preguntó, como tantas otras veces, cómo hubiera seguido la historia si no hubiese tomado el vuelo de vuelta. Hubiera sido, a buen seguro, una historia llena de días felices y otros no tanto, hubiera sido una historia dónde el día a día, la convivencia, hubiese minado parte de la magia. 

        Este último pensamiento le ayudaba a vivir. Hubo un tiempo en que aquel recuerdo le causaba dolor, un tiempo en el que la decisión de coger el avión le había parecido estúpida, era como tener el paraiso y renunciar a él. Pero todo eso ya no importaba. Ella ya no estaba al alcance de su mano, ella...

        Durante un instante las palabras del email volvieron a inundar su pensamiento. Ella había conocido a otro y tenía fecha de boda.

Parecía feliz.

El había respondido al momento, dándole la enhorabuena y alegrándose por ella. 

         Mintió, no fue sincero. La noticia le dolía, le quemaba por dentro. Solamente la distancia, la maldita distancia. Era un cobarde, un caballero que respetaba los deseos de una dama. ¿Qué sabía él de los deseos de las mujeres? ¿Cómo podía estar seguro de que ella hubiera elegido a aquel tipo si el hubiese estado allí? 

        Por suerte, el tiempo mitiga el dolor. Ya vendrían nuevas oportunidades, quién sabe, quizás el destino tuviese otros planes. El destino, ¿pero eso existe?, y si existe, quién le aseguraba que el destino ya fue, que el ser humano, en su libre albedrío había decidido ser estúpido y elegir mal.

       La vida son momentos, y ahora, de vuelta a Madrid, a la realidad, tocaba empezar de nuevo, crear nuevos momentos y dejar en el olvido lo que ya no puede cambiarse, el pasado.


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