SOLO EN COMPAÑÍA 1

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No me esperaba que aquel jueves por la tarde Concepción Miravet que era una atractiva mujer morena, de cabello corto que había salido durante un tiempo con uno de mis amigos de la infancia y éste me la había presentado en una ocasión viniera a buscarme a la salida del trabajo. Recuerdo que la invité a tomar algo en un bar cercano a mi empresa mientras que ella me confesaba que había roto con dicho amigo porque a su juicio era un tipo muy celoso; y también me contó cómo le iba en la empresa de cosméticos en la que se ganaba el sustento de administrariva.

Aquel encuentro propiciado por aquella mujer de temperamento nervioso y al parecer muy práctica, se prolongó durante bastantes días dado que yo por aquel entonces no tenía a nadie con quién compartir mi vida, al par que aquella relación evolucionó de un modo muy  pasional y Concepción tenía la particularidad de ofrecerse a mis necesidades eróticas con gran generosidad. Su habitual actitud para mi asombro era: "Tómame, y haz conmigo lo que  quieras, porque no encontrarás a otra fémina como yo".

Un día Concepción me invitó a almorzar en su casa que estaba ubicada en una población  obrera colidante con Barcelona, y durante la comida yo creí oportuno explicarle algo de mi vida.

- En realidad yo he conocido a bastante gente, ya que soy una persona inquieta y en  consecuencia también he tenido algunas relaciones con algunas mujeres - le dije-. Sobre todo me he movido en el ambiente de la farándula porque aparte de mi trabajo me apasiona el teatro.

-¡Ah! Muy bien... - respondió ella escuetamente.

- Ya me han propuesto de interpretar alguna comedia pero chica, me falta la suficiente habilidad para meterme en la piel de un perssonaje. Sin embargo sí que asisto a menudo a ensayos, a estrenos de funciones porque tengo amigos que se dedican a este arte; y asimismo he escrito algunas críticas de obras de teatro en algunos periódicos locales de mi barrio. Se habla mucho de Margarita Xirgú que era la preferida actriz de García Lorca como de un gran referente. Pero si hoy en día viéramos una interpretación de esta mujer no nos gustaría nada, porque la forma de actuar ha cambiado mucho desde aquella época. Las cosas evolucionan.

- Claro, claro... ¿Pero los actores no tienen una vida demasiado bohemia? - quiso saber ella.

- Bueno. Esto es un tópico popular. Hay de todo. Pero es cierto que este colectivo teatral no tienen los convencionalismos de la gente común. ¿Y a ti qué es lo que más te gusta? - inquirí yo para no parecer un egocéntrico.

- ¿A mí? Pues no sé... Pienso que esto que me has dicho del teatro está muy bien. Es estupendo.

- Mi parecer es que la ciudad es muy grande, y hay muchas maneras de ser. Por tanto una persona para poder realizarse a nivel personal ya que no todo el mundo disfruta con su trabajo, debería de tener alguna afición.

-Sí, sí ya, ya comprendo. Tienes razón.

Concepción siguió invitándome los fines de semana en su casa, y tras el almuerzo hacíamos el amor. Hasta que un día en la cama ella me propuso con cierta gravedad; como tanteando el terreno

- Jordi. Como veo que estamos tan bien juntos, lo mejor es que nos casemos.

- ¡Oh, no precipitemos las cosas! - me alarmé-. Es verdad que estamos juntos, y yo siempre te hablo de lo que pienso,  pero creo que antes de dar este paso, deberíamos de conocernos mejor; de hablar más sobre nosotros mismos.

Inesperadamente Concepción estalló en sollozos; lloraba desconsoladamente como una niña pequeña, al tiempo que golpeaba con furia el colchón de la cama.

-¡Buuuuaaa! ¡No me quieres, no me quieres...! -  gritaba con gran desconcuelo-. Yo, yo te he ofrecido lo mejor  de mi misma, y te quiero, te quiero... ¿Es que no lo ves? ¡buuuuaaa!

Confieso que cuando la vi llorar de aquel modo me sentí cono un tipo desalmado; un ser insensible que no reparaba en nada ni en nadie.

- Yo no he dicho que no te quiera. Pero vamos a ver. ¿Tú y yo congeniamos realmente? ¿Sabes cómo soy en el fondo? Sabes que trabajo de administrativo en una empresa que fabrica confección; que me gusta el teatro, y poca cosa más. A lo mejor tengo una doble vida; o unas costumbres, una forma de ser que no coincide con la tuya. Creo que nos tenemos que conocer más - le dije yo.

- No entiendo lo que quieres decir.

- Es bien sencillo. Que tenemos que ver si nuestros intereses personales; nuestras almas coinciden entre sí para sentirnos bien el uno con el otro. Pues todavía no sé lo que te gusta ni lo que no te gusta.

- Eres un clasista.

- Cada uno es como es, que depende de muchas cosas. Y quién no atienda a su razón de ser, es que no se respeta así mismo.

Desde aquel día Concepción no dejaba de llamarme por teléfono con regularidad como si se precupara por mi, de irme a buscar a la salida del trabajo y por lo menos en apariencia se avenía a mis gustos. Se informaba de los estrenos teatrales que se iban a celebrar en la ciudad, y solíamos acudir a bastantes de ellos.

Poco a poco, sin darme demasiada cuenta la compañía de Concepción empezó a penetrar en mi ánimo; ya no me sentía tan solo como antes y pensé que tal vez yo había sido demasiado rigido en mi planteamiento respecto a la relación de pareja.

Pronto mi situación de hombre independiente se me hizo forzada, se me antojaba como algo estéril y vacía, así que a iinstancias de Concepción, terminé casándome con ella.

                                                                          CONTINÚA


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