El Sobrino (Viernes) Capítulo 1 (1/3)

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Vengo aquí a contar algo real que me sucedió apenas hace unas semanas y que no me ha dejado dormir desde entonces. Tengo varias amigas y amigos en los que confío mucho, pero esto es tan intenso que me da miedo ser juzgada, por eso prefiero quedar en el anonimato, y si algún día alguien que me conozca llegase a saberlo, espero que me sepa entender. 

Todo comenzó un viernes en la víspera del cumpleaños de mi cuñado. 

Pero primero me presento: 

Mi nombre es Tatiana, tengo 50 años, soy casada y mi historia empieza el viernes en la noche, mientras ayudaba a mis hijos y a mi esposo a empacar las maletas para el fin de semana que nos esperaba fuera de casa. 

El plan era pasar esos días en la casa campestre de mis suegros, un lugar con mucho espacio que usan para las celebraciones familiares y días festivos. La casa tiene varias habitaciones donde nos acomodamos por familia y una extra muy grande, equipada con literas para los chicos. 

También cuenta con una piscina, sillas para acostarse alrededor de ella y una mini cabaña donde hay una bodega y baño. 

Allí nos reuniríamos con mis suegros, cuñados y las familias de cada uno. 

Entonces el viernes, después de llegar del trabajo y empacar, salimos hacia la casa en nuestro auto.  

Más o menos a las 8:30 de la noche estábamos estacionando el auto afuera de la casa, en un espacio en el que apenas cabíamos, pues por la cantidad de autos estacionados, supuse que éramos los últimos en llegar. 

«De últimos como siempre» dijo mi esposo con un tono grosero. 

Desde ahí supuse que las cosas no estarían muy bien con él en ese fin de semana.

Dentro de la casa nos esperaban todos: En el sofá más grande de la sala estaba sentada Margarita, la hermana menor de mi esposo, con Esteban su marido y sus dos hijas, las mellizas María del Mar y Rocío; mis suegros los acompañaban en la sala sentados en otras sillas. 

Desde la cocina vino la voz de Martha, la esposa de Hernán, el hermano mayor de mi esposo que ese fin de semana cumplía años. Ella salió muy festiva y buena gente a saludarnos como siempre. Hernán apareció detrás de ella y se unió al saludo. 

Justo cuando pensé que estábamos completos, apareció al fondo del pasillo la única persona que faltaba. El antagonista de esta historia fue el último en presentarse, como si estuviera esperando el momento indicado. El único hijo de Hernán y Martha hizo su aparición recibiéndonos calurosamente: Joaquín, mi sobrino. 

Martha, que era la encargada de la cena esa noche, nos avisó que en un momento estaría sirviendo, así que llevamos las maletas a nuestro cuarto y salimos a cenar de inmediato. 

Mis hijos Karen y Matías pidieron dormir en el cuarto grande con sus otros primos. Mi esposo y yo aceptamos sin ningún problema. 

De hecho… 

Me dio mucho gusto escuchar la petición de mis hijos, ya que así tendría mucha más privacidad con mi esposo y seguramente la aprovecharíamos para tener algo de intimidad.

Verán, últimamente las cosas habían estado tensas entre nosotros con lo que respecta al tema sexual. Después de llevar muchos años de matrimonio, la rutina empezó a consumirnos al punto de caer en la monotonía. 

A pesar de mi imagen de esposa y médica profesional seria, dedicada y respetuosa, me considero una persona caliente a la hora del sexo, con gustos variados y muchas necesidades. No soy de las que se queda con lo clásico, pues me encanta experimentar y disfrutar completamente de lo que nos brinda el placer erótico. 

Los últimos meses con mi esposo habían sido complicados, pues él ya no estaba tan interesado como yo en las noches de pasión que tenían cabida en nuestro lecho matrimonial. 

Les estaría mintiendo si no admitiera que en mis ratos libres me gusta encerrarme en mi estudio personal a ver pornografía. No soy una experta en el tema, ni en cómo buscarla en internet, pero encontré varias páginas que supieron satisfacer mi falta de acción. 

Me gustaba imaginar que estaba sola y meterme de lleno en el video, buscaba de esos con historia, pues disfruto tener algo de contexto y no solamente el clásico mete-saca. 

Imaginaba que yo era la protagonista de muchas situaciones: unas en las que me quedaba sola en casa con un daño en las tuberías y llegaba un guapo y estilizado fontanero a reparar el daño, mientras yo lo seducía con ropa que dejaba ver más de la cuenta o comentarios que revelaran mis intenciones con él. 

Luego el fornido tipo me levantaba por los muslos y justo encima de donde estaba trabajando, en la sala, en el cuarto de mis hijos o incluso en mi propia cama, me sometía con todas sus fuerzas hasta penetrarme y acabar adentro mío al tiempo que yo tenía un fuerte orgasmo. 

Mis fantasías volaban por todos los escenarios posibles que tenía a la mano, pero pronto los videos me parecieron menos entretenidos. 

Fue entonces, en otra de mis búsquedas clandestinas de placer online, que encontré los relatos eróticos. 

Quedé fascinada con el vasto mundo que esconden este tipo de relatos y además, con su potencia a la hora de hacer que uno se excite. 

Fue aquí donde me llevé la primera sorpresa como novata del contenido para adultos, más específicamente con una categoría muy mal vista pero muy exitosa (y excitante) de la que al principio sentí inseguridad, luego curiosidad y al final satisfacción. 

Pero de eso ya hablé en el prólogo y profundizaremos luego. 

Continuando con la noche del viernes… 

Después de cenar acompañé a mi hijo Matías, un adolescente que empezaba a pedir más libertad y menos cuidados, a acostarse al gran cuarto repleto de literas donde de a poco llegaban todos los sobrinos. 

Cuando llevé a Matías ya estaban las mellizas María del Mar y Rocío, dos chicas un par de años menores que mi hijo, blancas, delgadas, de ojos azules y un abundante cabello rubio. Muy bonitas. Ambas habían preparado una litera donde dormirían juntas. 

Mi hijo pidió la cama de arriba de la litera contigua, donde dormiría también su primo Joaquín, pero en la cama de abajo. Joaquín es mayor que Mati, tiene cabello negro intenso, cuerpo delgado, ojos color miel y piel bronceada. 

Digamos que está en la época donde quiere parecer mucho más grande de lo que es. 

Karencita, mi hija, durmió sola en la litera del frente. 

Las parejas nos quedamos en cuartos separados, entonces después de acompañar a mi hijo, fui a mi cuarto para cambiarme de ropa, pues estaba agotada después de un viernes intenso en el trabajo y solo quería ponerme cómoda. 

Soy una mujer de curvas pronunciadas, mis pechos son grandes, también mis nalgas y mis piernas, ese día llevaba una camisa de botones y unos jeans, debajo un brasier color negro y una tanga también negra. Me gusta combinar mi ropa interior, siento que es una parte sexy que las mujeres dominamos. 

Después de desempacar casi todo, lo más cómodo que encontré para ponerme fue una blusa blanca de tiras y un short de tela. Aunque hacía frío, lo que más me importaba era no sentir el cansancio de mi cuerpo. 

Les confieso que una parte de mí esperaba verse bien esa noche para intentar algo con mi marido, por eso la combinación de ropa interior. Pero a esas alturas ya no me importaba como me estaba viendo, sino lo que mi cuerpo sentía, entonces decidí quitarme el brasier para descansar de la espalda. Tener senos grandes cansa mucho, puede ser una gran ventaja para los afortunados que los disfrutan, pero una carga a veces para las que los llevamos. 

Sin quitarme la blusa me desabroché el bra y lo saqué por uno de los costados. Al fin más cómoda terminé de organizar las cosas para salir de nuevo a la sala, donde me esperaban el resto de adultos.


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