Eutrapelia (veredicto)

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Es cierto que amparándose en la llegada, masiva, de la gente trabajadora, que viene en busca de un futuro mejor, se cuela la inmunda chusma astuta y delincuente, cuyo único objetivo es ser parásitos del sistema sanitario ó, hacer el mal, por el mal. Cometen sus delitos con una violencia inusitada. Se asocian en bandas de malhechores e imponen el terror en nuestras calles. Para ellos no existe la coexistencia; si no es para aprovecharse del organismo que les sustenta hasta asfixiarlo. Pero, debo decir en favor del infortunado elegido, que afortunadamente, son una minoría, comparado con la gran cantidad de inmigrantes que ha entrado en los últimos años en nuestro país.

También soy de la opinión, que si no se pone coto a la entrada de estos sujetos, en unas pocas generaciones nos impondrán sus costumbres anulando nuestra cultura, o reduciéndola a una mezcolanza de calidad ínfima, por lo rápido que se extiende la novedad entre la población menos favorecida de nuestro país.

Aún así, creo que ellos, en gran parte, son el producto de las sociedades a las que pertenecen. En las que no existe la clase media; y las que detentan el poder, han hecho de la corrupción, del soborno, de la transferencia ilegal de recursos del sector público al privado, la única forma de entender la política. Bajo estas condiciones, el recelo, la rabia y el odio hacia todo lo que representa el bienestar del resto, es lo que motiva la agresividad de estos individuos.

Quiero que entendáis que no justifico, en absoluto, el comportamiento de esta gente. Es más. Me parece desde todo punto intolerable que todo el odio, la inquina, que han acumulado en sus países revierta en la sociedad que les acoge.

Con esto doy por concluida mi intervención. Mi intención ha sido dar otro punto de vista que, sin rebatir la proposición de Héctor, porque no era ese mi propósito, sí quería tratar de equilibrar la balanza a favor del desdichado y dejaros entrever la posibilidad de que quizá no deba recaer sobre el individuo toda la culpa del colectivo que representa y, así, poder salvar in extremis, al que ya tiene todas las papeletas de caer abatido. De todas formas, si tú Héctor, has dedicado tu tiempo a analizar la situación, está claro que éste, u otro del mismo grupo, estaba sentenciado, y aunque no tengo demasiado interés en eximirle de su culpa, alguien debía intentar quitarle la soga del cuello.

Tomo nuevamente la palabra Héctor.

—Efectivamente es lo que hemos convenido desde un principio. El motivo por el cual lo hicimos, fue precisamente, para que no se tratara de aplicar un castigo por capricho, sin más. De esta manera la pieza elegida se enfrentaría a su suerte con alguna posibilidad de sobrevivir. Pues bien. Como ya ha quedado patente que el sistema no funciona, yo te pregunto. Yo os pregunto. Al castigar a este individuo, ¿no obramos con razón? El gesto de asentimiento fue unánime. Por lo tanto, ¿estamos haciendo una obra justa? Nuevamente asintieron todos. Pues bien. La justicia es de gran utilidad, independientemente de quien la aplique y, aunque quien debe sufrir su aplicación, no piense de la misma manera, le estamos librando a él de su maldad y a la sociedad de sus consecuencias.

Después de un breve silencio, tomó la palabra Raúl y dijo, frotándose las manos.

—Bien señores, si alguien tiene que añadir algo, puede hacerlo, si no, ¿os parece que pasemos a la votación?

El resultado de la votación fue unánime. El individuo elegido era culpable y por lo tanto debía ser ejecutado...(continuará)

 


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