La entrevista

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– Señor pase, la entrevista es en esa oficina.
– Buenos días… ¿Doctor…?
– Hola, cómo está ingeniero –le extendió la mano satisfecho por la pleitesía que le ofrecía aquel tipo de cara triste y derrotado–. ¿En qué le puedo ayudar?
– Doctor…
– Oh, no, no, no. Llámeme ingeniero, usted ya sabe lo que dicen de los doctores. –Dijo con la dulzura con la que se trata a un perro con sarna.
– Bueno, doc… –se detuvo asustado sin saber cómo disculparse–. Qué pena, ingeniero –dijo sonrojado y pasó casi un minuto de silencio incómodo hasta que pudo aplomarse–. Estoy interesado en el empleo.
– Hummm…
– Soy experto en el trabajo con la gente, hice varios estudios; mi perfil no es el que busca, pero tengo una especialización que me ayuda a entender lo que se necesita, –el hombre lo miraba con morbo y descaro disfrutando la angustiosa situación en la que estaba el tipo–, además tengo experiencia en trabajos similares, usted sabe que la experiencia es la que cuenta…
En el fondo como un zumbido molesto al que no se puede evitar se oía la sarta de estudios y experiencias que tenía el tipo mientras el hombre fingía escuchar y husmeaba el vademécum que poco o nada le importaba.
– Bueno, me parece muy completa su hoja de vida –exclamó sin convicción, sólo tenía una preocupación–. Dígame una cosa, ¿usted se va para donde sea por lo que le vamos a pagar?
– ¡A donde sea!
– Bueno, entonces… –dijo aliviado–, ¡Bertica hágale el contrato y que lo firme de una vez!, –declaró levantando la voz y el tipo suspiró–. ¡Ah, por cierto!... ¿cómo se llama?


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