Una grieta en el tiempo (parte 1)

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La puerta de metal se abrió deslizándose sin hacer el más mínimo ruido y una mujer atractiva que llevaba gafas, vestía una bata blanca y sostenía en sus manos una tablet totalmente transparente entró en la habitación. Un joven que solo llevaba puestos unos calzoncillos de color azul marino y aguardaba sentado en una banqueta miró a la recién llegada con ansiedad.

- ¿Qué tal estás Jorge, nervioso?

El chico asintió. Se había metido en aquel experimento científico que le conduciría al año 1320. No, no se trataba técnicamente de un viaje al pasado. No es que algún científico loco hubiese inventado una máquina del tiempo. Era más un descubrimiento fortuito, una rotura en el tejido multidimensional, una ventana que según los cálculos permanecería abierta medio mes.

La enfermera hizo un chequeo rápido del candidato utilizando distintos aparatos futuristas. Luego, con algo que se parecía a una pistola fina, se acercó a Jorge para introducir bajo su piel, junto a la oreja, un dispositivo de traducción avanzado.

- Esto va a doler. Aguanta la respiración. - avisó la mujer.

Jorge se preparó para lo peor con el cuerpo tenso. El picotazo provocó un escozor intenso que por suerte solo duró unos instantes.

- Ya casi hemos terminado. - dijo la mujer.

- ¿Casi? - 

- Faltan las vacunas. Bájate los calzoncillos.

Las mejillas del joven se ruborizaron mientras descubría su trasero y se preparaba para los pinchazos.

*********

El bosque parecía salido de un cuento de los hermanos Grimm. El aire era fresco, puro, quizás demasiado; olía a tierra mojada y se podía oír el trino de los pájaros y el sonido del agua procedente de un arroyo cercano. 

Jorge comenzó a caminar en dirección a la corriente de agua. A los diez minutos se topó con un camino de tierra, oyó voces y se ocultó tras un árbol. Un grupo de unas diez personas, seis hombres, cuatro mujeres, un par de carros y algún que otro caballo aparecieron tras la curva. El joven comprobó con alivio que las ropas que llevaban, aunque algo más toscas, no se diferenciaban de las que el equipo de investigación le había dado.

Salió de su escondite y se dirigió hacia dónde estaba la comitiva. 

- ¿Quién sois? - preguntó un tipo corpulento de barba gris.

El traductor funcionaba.

Jorge pensó en la historia que había estado ensayando, pero al ir a hablar, de repente, todo empezó a dar vueltas a su alrededor. 

Su rostro debía transmitir el desconcierto que sentía ya que los expectantes viajeros comenzaron a hablar entre sí.

- Por favor... ayu... - balbuceó el joven dando dos pasos y cayendo al suelo.

Con desesperación vio como todos se alejaban. Todos menos una joven que se agachó a su lado y le tocó la frente.

- Tenéis una calentura.

La chica tenía una voz dulce y unos ojazos que le miraban con una mezcla de inteligencia y curiosidad. Jorge se sentía avergonzado e impotente ante su incapacidad. Intentó hablar de nuevo, decir algo coherente, pero en su confusión, las palabras no parecían apropiadas para la situación. 

- Bonita... ¿qué queréis decir, no os entiendo? - respondió la muchacha.

Jorge, por miedo a ahuyentar a su cuidadora, desistió y cerró los ojos, esperando que cuando los volviese a abrir su estado fuese mejor. 

Antes de perder la conciencia, le pareció oler un suave perfume que emanaba de la piel de aquella joven. Durante un instante se sintió confuso, siempre le habían dicho que en la edad media la gente se lavaba poco y olía mal... y sin embargo el aroma de la piel de aquella mujer era maravilloso.

Era de noche cuando despertó, las estrellas llenaban el cielo de forma mágica y a su lado ardía una hoguera. A unos metros de dónde se encontraba, junto a un árbol, la joven que le había atendido discutía con el hombre de barba gris. 

- No sabes quién es. Puede ser un ladrón.

- Estaba solo, queríais que le dejase morir.

- Sois una inconsciente María, debería azotaros.

Dos hombres y una mujer, que escuchaban la conversación, asentían ante las palabras que acababan de oir. Para suerte de la joven, Jorge decidió intervenir, reclamando todo el foco de atención. 

- Siento molestaros, ¿dónde estamos?

Todos le miraron y María aprovechó la interrupción para acercarse y hacerle preguntas. Él les contó la historia que había preparado y les dijo su nombre, al menos el nombre era auténtico.

Luego conversó con María brevemente. Al parecer la joven tenía diecinueve años, aunque aparentaba algunos más. Su padre era el tipo de barba y estaba interesada en aprender a curar. La pronta recuperación del enfermo le pilló por sorpresa, la fiebre no era algo que desapareciese de repente en su tiempo. Jorge estaba casi seguro de que el viaje, el cansancio y una reacción a las vacunas eran la explicación, pero claro, esto era algo que no podía contar.

- Gracias. - dijo Jorge

- ¿Por qué? - respondió la joven.

- Por ayudarme. - 

Definitivamente aquella chica tenía algo. "Aunque solo sea por haberte conocido merece la pena el viaje" pensó el joven antes de que le venciese el sueño.

***********

Los primeros rayos de sol despertaron a nuestro protagonista. Tenía hambre y ganas de orinar. 

Se internó en el bosque, alejándose del campamento y de las miradas indiscretas. 

Mientras la orina chocaba contra el tronco de un árbol, oyó unas risas y el chapoteo del agua. Lleno de curiosidad, se dirigió al arroyo. Allí estaban dos miembros de la expedición en cueros, un hombre pelirojo y una chica rubia chapoteaban riendo. En un momento dado, el varón beso los labios de su compañera y luego la invitó a salir. Se tumbaron sobre la hierba, a la orilla, e hicieron el amor.

Jorge contempló la escena durante unos segundos. Junto a los amantes, a escasos pasos, estaban sus ropas y junto a ellas un saquito de color turquesa atado con una cinta color oro.


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