Actos opuestos (Parte 3) Del juego al cortejo

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Las risotadas inundaban la calle. Una adolescente trataba de quitar las manos pesadas de un muchacho que se echaba sobre sus hombros para que lo arrastrara. “Déjeme”. Él no hacía caso. “¿Por Qué?”. “Porque sí, bobo”. Gritó aparentando seriedad, se detuvo en seco y lo alejó con los hombros. “Jairo, me va hacer caer”.
Nuevas risas y ella se le acercaba incitando y él se arrimaba insinuando.
– ¿Quieres una menta? –Ella respondió mimosa que sí– ¡A que no me la quitas! –la retó y echó a correr con la menta agarrada de la envoltura con los dientes. “Vos sos tonto” le dijo mientras lo perseguía. Cuando lo alcanzó trató de cogerlo, pero la esquivo y la agarró por la espalda. “Soltame” gritaba mientras se impulsaba desde el suelo para que tomaran fuerza los giros que él daba y levantaba las piernas para sentirse volar.
Finalizaron los giros y ella se dejó caer sobre el cuerpo del muchacho que la sostenía de los codos.
–¿Dónde está mi menta?
Al escucharla se le rio. “No me la quitaste”, y se la mostró todavía agarrada de los dientes. “Aquí está, vení a cogerla”. Ella estiró la mano. “Con la mano no”, le advirtió.
– Qué te pasa –le dijo y trató de arrebatársela otra vez. Volvió a escurrirse y se le paró de frente mostrándole la menta y riendo con la boca ajustada.
– Dámela, es mía –dijo melosa, haciendo pucheros
– Cogela.
Siguió con su gesto empalagoso y él no pudo resistirse. Acercó la boca a la delicada mano y sintió que el dulce se lo arrancaba de golpe y encima una palmada en la cabeza. Pero de un momento a otro con un brinco nervioso se alejó lo que más pudo.
– ¡Jairo no moleste! Ahí viene la vecina. ¡Suélteme! –exclamó y un nuevo golpe en la cabeza lo suficientemente fuerte para dejarlo de una pieza.
– ¡Hola veci!
– Cristina, ¿cómo está mija?
– Bien, señora –respondió y trató de verse lo más inocente posible.
– Buenas tardes –dijo, Jairo. Aún se sobaba la cabeza.
– Buenas… –respondió, la vecina, con algo de desagrado.
– ¡Cuídese mija!
Con un movimiento de su cabeza afirmó. Tenía los ojos muy abiertos y apretaba los dientes como quien insinúa que la ha embarrado. Miró a Jairo y lo reprochó. “Si ves, bruto, ahora le va a decir a mi mamá".
– No es para tanto –exclamó, Jairo y se abalanzó sobre ella nuevamente.

“Yo no te pido hacer una locura. Sólo te pido sepas que me gustas. Yo no te pido besos ni promesas. Sólo te pido hablar mientras lo piensas. Yo no te pido que no sientas miedo. Sólo te pido fe para vencerlo.
Yo no te pido cosas imposibles de alcanzar…”.


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