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Levanto mi culo y, con la mano derecha, agarro tu pene para dirigirlo a la entrada de mi vagina. Un leve roce provoca que gimotee a unos milímetros de tu boca, mientras apoyo mis manos sobre tus hombros. No me creo que vaya a pasar lo que tantas veces me he imaginado durante este verano. Dejo caer mi culo de un golpe, clavando mis uñas en tus hombros al sentir toda su plenitud dentro de mí. Levantas mi barbilla con una de tus manos para besarme mientras mi interior se acostumbra al grosor de tu polla. Pensaba que el simple hecho de que me penetrases me liberaría de toda la excitación que me provocas pero, lejos de ello, me abruma sentir que necesito absolutamente todo de ti.

Comienzo a moverme adelante y atrás, notando cómo las paredes de mi vagina se ciernen sobre ti, como si llevasen esperándote toda la vida. Me muevo lento y pausado, permitiendo que tu polla se mueva hasta estar a punto de salir de mí, para después volver a introducirla de un golpe seco que me hace vibrar de placer. Tu boca se va directa a mis pechos mientras tus manos sujetan mis caderas, ayudándome en cada movimiento. Al cabo de unos minutos, apoyo la planta de los pies a cada lado de tus piernas, para flexionar las rodillas arriba y abajo, cada vez más rápido y más brusco. Pierdo la cuenta de todos los tacos que vas mascullando a medida que subo y bajo mientras tu polla palpita dentro de mí.

Sin apenas saber cómo ha pasado, me encuentro arrodillada de espaldas a ti. Apoyo mis manos justo debajo de uno de los cojines del cabecero, y agacho la espalda hasta que la punta de mis pezones roza la colcha de la cama. Noto cómo colocas tus rodillas a cada lado de las mías mientras escucho el sonido que producen mis fluidos sobre el látex mientras te masturbas sin cesar. Comienzas a besarme la espalda mientras una de tus manos aprieta uno de mis pechos y desciende hasta volver a masajear mi clítoris sin que pueda evitar dejar de gemir a estas alturas. Noto tu glande rozar mi entrada mientras me acaricias el culo. Impaciente, muevo mis glúteos hacia atrás, provocando que, de nuevo, tu polla se introduzca completamente en mí de un golpe seco. En ese momento, azotas una de mis nalgas con suavidad.

- Joder. Me vuelves loco. -tu voz se ha tornado ronca, hecho que no ayuda con lo excitada que estoy en estos momentos. Para terminar de rematar, acallas un gemido que provoca que me humedezca más a pesar de que lo consideraba ya imposible.

Muevo mi cuerpo al compás de tus embestidas, que se mantienen lentas mientras una de tus manos alcanza mi clítoris y comienza a masajearlo. Dejo caer una de mis mejillas hasta la cama, rindiéndome por completo al placer que me provocas. El ritmo de tus embestidas aumenta a la par que vuelves a azotarme un par de veces más. Es como si mi vagina estuviese hecha a tu polla y viceversa. Se acoplan a la perfección. Una y otra vez. Tu pene acoge mis contracciones sin apenas dificultad, mientras que ahora sólo se escucha el ruido sordo que provocan nuestros cuerpos chocándose una y otra vez, tan rápido que no me da tiempo a recomponerme de la anterior embestida cuando ya se produce la siguiente. El ritmo de tu mano sobre mi clítoris aumenta, al igual que lo hacen mis gemidos junto a los tuyos. Los espasmos recorren mi cuerpo como si fuesen electricidad, y siento que la vagina me arde. A la quinta embestida, aprieto las sábanas mientras sucumbo al placer del orgasmo gritando una y otra vez tu nombre. Dos embestidas después, gruñes el mío mientras te corres dentro de mí.

Dejo caer mi pecho sobre la cama, que me parece exageradamente áspera en comparación con tu piel. Tu torso se ciñe sobre mi espalda, besándome los hombros mientras ambos intentamos calmar nuestra respiración. Cuando te incorporas, aún dentro de mí, comienzas a acariciar mi espalda y mis nalgas, haciéndome cosquillas.

Permanecemos así un rato. En silencio. Sólo se escuchan nuestras respiraciones entrecortadas y un breve gimoteo que me permito emitir. No puedo evitar estremecerme cuando sacas tu miembro de mí. Al instante, sin embargo, vuelvo a humedecerme otra vez.

Carcajeas mientras me giro para mirarte, tumbada sobre mi espalda, con una pierna estirada y la otra ligeramente flexionada. Te acercas a mi boca para besarme lento, con sumo cuidado, como si me fuese a romper. En el momento en el que tus ojos se cruzan con los míos, sin articular palabra, sé que me has escuchado.

- Tengo la ligera sospecha de que eres insaciable.

Acto después, metes tu cabeza entre mis piernas, haciendo que arquee la espalda una vez más.


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