ANECDOTAS DEL TAXI.

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    Esta es una anécdota de las muchas que me pasaron trabajando de taxista por la noche de 8 de la tarde  a 8 de la mañana.
    Era una noche lluviosa y sobre la una de la mañana me paro una mujer cuarentona y un poco basta que al subir al taxi sus primeras palabras fue decir que los conductores son unos hijos de puta, yo llame su atención y le dije que los taxistas éramos conductores y me estaba insultando y eso no se lo permitiría. que se bajara del taxi si seguía con insultos.
    Calmada me pidió perdón y me explico su estado de animo, me dijo que un camionero la invito a tomar café en su casa y al terminar quiso llevarla a la cama para hacerle el amor sin ella querer y por eso estaba tan cabreada 
    Mi contestación fue que yo si invitara a una mujer desconocida  a mi casa a tomar café a altas horas de la noche  seria para después del café rezar un rosario y no para hacer el amor.     Añadiendo. Yo creo que vienes cabreada por que no te pago tu servicio a domicilio
    Su respuesta fue negar el asunto asegurando que ella era una mujer horada y decente, y yo un mal pensado. Poco duro su argumento y se confirmo mi sospecha.
    Su destino era la puerta del Sol, pero me dice que solo tiene 50 pts. y la carrera supera ese dinero, que lo que falte lo puedo cobrar en carne. 
    Acepto bajar la bandera al llegar a las 50 pts. y te llevare a Sol, si es eso lo que necesitas pero no acepto tu ofrecimiento porque no me gustas y no me pondría a tono contigo.
    -Eso es una ofensa para mí, ningún hombre se ha resistido a mis caricias  y mi encanto tu no serias una excepción.¿ A no ser que seas marica.?
    Mi amor propio  me llevo apostar unos chocolates con churros, si ella me ponía en forma pagaba yo y si fracasaba  pagaba ella. Fuimos a un lugar apartado y trato de todas formas 
 subirme la moral pero no pudo y perdió la apuesta. Tomar los chocolates nos apetecía a los dos y decidí invitarla yo, por compensar sus esfuerzos y salir yo como vencedor
    Fuimos a tomar los chocolates al callejón de San Ginés, chocolatería que esta toda la noche  abierta y allí la gente a esas horas de la noche era salida de los teatros o salas de fiesta, Todos bien vestidos y yo me sentí ridículo con aquella basta mujer al lado. Con mi uniforme azul de taxista pensaba que todos me miraban como el chulo de esa mujer. Fue de esas ocasiones que te gustaría ser invisible para el mundo.
     Para pasar más vergüenza, ella pidió en voz alta y chillona al camarero que le trajera azúcar para  echar a los churros. Su voz resonó como un trueno y todos giraron su vista hacía nosotros  Eso colmo el vaso de mí  paciencia y salí  a toda pastilla del  local sin probar mi chocolate ni mis churros.
    Pasado ese bochorno me reía yo solo al pensar en como pagaría los churros y el chocolate al no tener dinero (Nunca lo supe por supuesto)
    No se si hice bien o me porte mal, son esas cosas que se hacen de joven para recordarlas de mayor. Ahora al recordarlas me rio y me sirven para entretenerme escribiéndolas

 

 

 


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