EvoluZion 16

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Enviado el , clasificado en Ciencia ficción
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Se escucha a los ruidosos zetas ascendiendo por las escaleras.

 

Quizá me haya convertido en un antihéroe, o quizá no, pero no es momento de cavilaciones, si no de tocar retirada. Doy medía vuelta.

 

Guardo mi machete en su vaina y ayudo a Jenn a incorporarse, que se duele del golpe en la mandíbula posando la palma de su mano. Deberíamos alcanzar las escaleras antes de que las ocupen. 

 

De reojo veo moverse al secuestrador detrás mío, alcanza su arma y parece moverla para apuntarme.

 

- Te veo alli abajo - sonríe cambiando la dirección del cañón y colocándolo dentro de su boca.

 

Un fogonazo ensordecedor sacude su cabeza y esparce parte de sus sesos decorando la pared, derrumbándo su cuerpo al instante.

 

Prefirió morir como humano a vivir como zeta. Sobrecogedor.

 

- Vamos Jenn - nos miramos - Mai Lynn nos espera arriba.

 

Me da un breve abrazo y se distancia para asentir con sus bellos ojos verdes entornados. Agarro la ballesta del marmóreo suelo. Un zeta aparece y nos descubre. Chilla como un maldito jabalí. La cojo de la mano y estiro de ella iniciando el ascenso por las escaleras hacia la azotea. No tardarán en darnos caza. Dejo que Jenn lidere la huída y así puedo defender nuestra retaguardia.

 

Suerte que el mono es lento, aunque su evolucionado hermano, le rebasa al galope cómo un gorila enloquecido subiendo hacía nosotros con una facilidad pasmosa.

 

- ¡Rápido Jenn, sube, por tu madre! - le grito.

 

¿Y de qué sirve que le grite si no oye una mierda? Mejor le achucho su espléndido trasero con la mano, pero creo que ya ha a avistado al hambriento cuadrúpedo, porque acelera hasta alcanzar la puerta de salida y cruzarla.

 

Peldaño a peldaño voy llegando y cargando también la ballesta. Antes de traspasarla torsiono mi cintura hacia el furioso espécimen que resopla, noto su aliento en mi nuca, noto una mano que aferra mi tobillo, noto que me cago vivo. Caigo de espaldas en el pequeño rellano que da al terrado y dirijo mi arma a su pelado y sucio melón. Aprieto el gatillo sin apenas espacio entre ambos, al unísono de su mordedura en mi brazo izquierdo. El alargado proyectil se incrusta en su sien, sobresaliendo el afilado acero en el lado opuesto, separando su boca de mi carne.

 

Doy un alarido. Más de rabia por la mala suerte que por dolor. El flechazo en el cerebro lo desactiva, aplastandome, e inmediatamente me lo quito de encima con brusquedad. Rueda escaleras abajo arrollando al otro hambriento que asciende con mayor lentitud.

 

Me levanto maldiciendo y arranco la maneta interior de un zapatazo, ocupándome de no facilitarles nada, luego traspaso la puerta de chapa, cerrándola de un golpe por fuera. Hay que bloquearla y detecto que tiene una cerradura para ello. Volteo la cabeza al grupo que continúa unido el fila espaldas a la pared.

 

- ¿Alguien tiene la llave de esta puerta? - les insto.

 

La mujer rubia mete la mano en el bolsillo de la bata y saca un llavero que me muestra. Le hago un ademán con la cabeza para que eche el pestillo mientras continúo sujetando la puerta. Da una vuelta a la llave, y a la segunda vuelta un golpe sordo nos indica que el primer zeta ya se encuentra al otro lado.

 

Ambos nos separamos y nos alejamos despacio algunos pasos hacía atrás. Coloco mi mano en mi brazo herido, cubriendo la zona de la mordedura y miro hacia la silueta de Jenn cabizbajo, junto a la dragona. Mis ojos le revelan que mi fin está cerca. Pero al menos la he podido disfrutar una vez, y eso me hace sonreír. 

 

Un extraño cansancio me embarga el cuerpo. Hinco mis rodillas en el borroso pavimento encarnado. Las voces guturales prosiguen en el exterior del edificio, cubriendo los cuatro puntos cardinales. La chica de verdes luceros se acerca y me abraza, intentando reconfortarme. Ya imaginaba que ésto podía pasar.

 

- "Jenn" - escucho que la llama Mai Lyn - "Ya sabe que tener que hacer yo ahora".

 

Se separa con una sonrisa y un guiño. Luego me levanta su pulgar. No entiendo su extraña despedida, pero le correspondo de igual modo con algo de desgana.

 

La chica se coloca detrás de nuestra amiga alada. Abre sus fauces y me enseña su afilada dentadura. Una llamarada azulada surge de su garganta en mi dirección. Agacho la cabeza y aprieto los ojos esperando lo peor y al mismo tiempo recordando lo mejor. Por segunda vez, el calor estimulante me envuelve durante unos instantes, con la fuerza de una ventisca del desierto. Luego me envuelve una sensación de arraigo a la vida, al planeta.

 

El callado grupo de mis congéneres observa la escena con estupefacción, mientras que Jenn no puede retener un espontáneo aunque grotesco grito de celebración, alzando sus puños.

 

Es entonces cuando lo comprendo. Fue Mai Lyn quién sanó a la preciosa mudita de aquellos mordiscos envenenados, es Mai Lynn quién me ha concedido una segunda oportunidad para continuar luchando contra la plaga que nos extermina.

 

De forma paulatina, mis oídos vuelven a escuchar los aporreos en la puerta metálica que de momento los mantiene a raya.

 

La idea principal era salir volando en cuanto Jenn estuviera con nosotros y dejar a los residentes a su suerte contra la horda zeta. Pero ahora, llegado el momento de ejecutar la huida, no lo tengo tan claro, y más leyendo lo que Jenn me suplica con el brillo de sus ojos. No tenía previsto ese giro, así que tendré que improvisar.

 

A duras penas diviso un cobertizo de madera en una esquina de la azotea.

 

- ¿Qué hay ahí? - les señalo al grupo.

 

- Las reservas de combustible - responde el que no usa peine.

 

Sonrío. 

 

- Vayamos a quemar Troya - les reto.

 

La noche es joven.


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