EL TEMPLO DE KRONOMORTH (parte 2 de 3)

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Esa mañana desperte decidido a encontrar el templo de Kronomorth. Fui por el camino de tierra ensuciándome los pies hasta los tobillos. Continué eligiendo la opción más difícil cada vez que la calle se bifurcaba. Agua sobre barro, barro sobre tierra, tierra sobre piedras; siempre seguí el consejo del Encantador de pájaros.

Me fui alejando del pueblo hasta que ya no hubo edificaciones en kilómetros. En un momento llegué a una bifurcación en donde los dos caminos parecieron ser iguales, pero en uno de ellos había una serpiente de cascabel ubicada justo en medio de la calle; supe que debía tomar ese camino. Tomé una piedra para lanzársela a la víbora, pero ella pudo notar mis intenciones:

–¿Qué harás con esa piedra? –me preguntó.

–No pretendía hacerte daño, solo quería ahuyentarte para poder pasar.

–¿Y por qué me atacas? Yo no te hecho nada. Puedes pasar si quieres, no te detendré.

Su lengua viperina entraba y salía de su boca con rapidez.

–No puedo confiar en ti –le dije–; no te conozco.

–¿Y cuánto tiempo necesitas conocer a alguien para tenerle confianza?

No supe qué decir.

Nos quedamos ambos en silencio mirándonos. El sol se reflejaba en el vidrio de sus ojos, y del suelo se elevaba una cortina de calor que cubría todo su cuerpo. Minutos después decidió retirarse y pude continuar mi travesía; a veces la solución está en tener solo un poco de paciencia.

Mi peregrinación tomó más tiempo del que esperaba, y mi marcha comenzó a hacerse cada vez más lenta. Mis piernas se volvieron pesadas, como si no fuese yo quien se movía sino que estaba haciendo girar al planeta con mis pasos. En un momento me detuve casi por completo, y unas cucarachas aprovecharon mi falta de movimiento para trepar por mis piernas.

Las alimañas me atormentaron durante varios kilómetros, caminaban encima de mí y se turnaban para susurrarme ideas de suicidio al oído. No me decían que acabe con mi vida en forma definitiva, sino que cometa pequeños actos de muerte: «Recuéstate y descansa hasta que todo se resuelva», «Solo te esperan desgracias en el futuro», «Nadie notará la diferencia si no haces tus tareas», «Nadie notará la diferencia si te mueres».

Comencé a perder mis fuerzas y llegué a creer que jamás llegaría al templo de Kronomorth, incluso se me ocurrió que el anciano me había enviado a una búsqueda de algo que jamás existió, para que muriera en medio de la nada y así la humanidad se desharía de mí.

Las cucarachas llegaron a cubrir todo mi cuerpo, incluso el rostro, y no me permitían ver con claridad cuando caminaban sobre mis ojos. Por culpa de ellas choqué con algo, y al estirar las manos noté que se trataba de un muro de piedra. Parecía ser el fin de mí búsqueda, pues no tenía fuerzas para treparlo. Comencé a sacudirme para deshacerme de los insectos y logré ver entonces que la pared terminaba a tan solo unos pocos metros de donde yo estaba. Me deshice del enjambre que me rodeaba y caminé hasta el fin del muro con facilidad.

Horas más tarde observé que el cielo comenzaba a ponerse de color lila, y vi que en la cima de una colina había una construcción única e imponente, y supe que se trataba del templo de Kronomorth. Tenía forma cilíndrica, y estaba rodeado por columnas, y encima del edificio descansaba una enorme cúpula hemisférica. En ese momento recordé la inmensa jaula de pájaros que llevaba el sabio del bar y me di cuenta de que tenían la misma forma.

Avancé unos pocos kilómetros más mientras el sol se escondía tras la colina, y llegué entonces a otra bifurcación que resultó ser la última.

A la izquierda había un camino de pequeñas rocas de colores brillantes con una hilera de margaritas a cada lado. Parecía ser cuestión de unos pocos minutos llegar al lugar de mi salvación si seguía ese sendero. La ruta de la derecha, en cambio, solo parecía traer consigo promesas de dolor. Ríos de lava la cruzaban, y un bosque de árboles negros no me permitía ver si el trayecto era recto o sinuoso. Por supuesto seguí el camino de la derecha.

–¿A dónde te diriges, adefesio? –dijo alguien a mis espaldas.

Al darme la vuelta vi que se trataba de un hombre delgado con el rostro cubierto por una grotesca máscara roja.

–Estoy yendo al templo de Kronomorth –le dije.

–Por eso lo pregunto, adefesio, ¿acaso no ves que el otro camino es más corto?

–El Encantador de pájaros me dijo que siempre elija el camino difícil.

El sujeto de la máscara tomó un poco de la tierra negra del camino de la derecha y dibujó sobre su máscara una enorme sonrisa.

–¿“El Encantador de pájaros”? –dijo– ¿Por qué lo llamas así? Sabes bien que ese no es su nombre.

–Me gusta llamarlo así –le dije, y seguí mi camino mientras el sujeto de la máscara continuaba riéndose sujetándose del abdomen para exagerar el gesto.

...  

CONTINÚA EN LA TERCERA Y ÚLTIMA PARTE

www.cortorelatos.com/relato/46103/el-templo-de-kronomorth-parte-3-de-3


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