Los perros de Sittstaund - 01
Por La Hoguera
Enviado el 17/05/2023, clasificado en Terror / miedo
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En una remota región, a los pies de unas escarpadas montañas de formas sinuosas, existe, un pequeño pueblo llamado Sittstaund. Allí, sus gentes son poco versadas, incultas y probablemente endogámicas. Antes de seguir quiero dejar claro, que nunca he estado en ese lugar, ni tampoco tengo ningún tipo de relación o parentesco con esas gentes y que conozco los hechos gracias a las palabras que pude oír de boca un visitante, el cual coincidimos en un bar hace días.
El hombre, parecía dispuesto a narrar su historia a todo aquel que le prestase un mínimo de atención, tal, y como hice yo ese día. No con el objeto de mofa, sino más bien por curiosidad, ya que, aunque el oyente no lo crea, creo que hay fuerzas oscuras ocultas en este mundo y esa idea, fue la que me hizo prestar atención a la historia del visitante.
Según dijo, en el año 1880, varias familias que, por aquel entonces, huían de la persecución racial y religiosa, fundaron el pueblo de Sittstaund. Protegido por la linde de un bosque espero de altos árboles al sur, y por una cordillera de altas montañas al norte, inicialmente el pueblo no era más que un pequeño asentamiento de carros-casa. Con el paso de las semanas y aprovechando los materiales del bosque, comenzaron a construir las primeras casas por el día, mientras que, por las noches, chamanes y sacerdotes oficiaban los distintos cantos religiosos, en los cuales participaba toda la comunidad. Cantos y súplicas a los distintos dioses se elevaban a los cielos, pidiendo protección y prosperidad para el pueblo.
En poco más de un año, el pequeño asentamiento de carros-casa pasó a ser un pueblo de tamaño aceptable, discreto y aparentemente oculto a los ojos del resto del mundo, y aquel viajero que, por curiosidad o por mala suerte, llegaba a entrar en el pueblo, nunca más se sabía de él.
El visitante contó, que algunos de los órganos de esos viajeros extraviados, eran utilizados para los ritos religiosos de aquellos pueblerinos, o directamente como ofrenda, en algún profano altar de algún dios antiguo.
El caso, es el que pueblo logró pasar desapercibido y llego a prosperar más de lo que nadie hubiese podido imaginar. Sus habitantes nunca salían de sus límites y con el tiempo su población empezó a crecer de forma alarmante. Las malformaciones, los rasgos faciales casi idénticos entre sus habitantes y los cruces entre la misma sangre eran algo a la orden del día en Sittstaund.
Una calurosa noche de verano de 1888, algo cambió en el pueblo. Movidos por las palabras de su sacerdote, comenzaron a excavar una serie de túneles en las montañas. Según les dijo, una deidad habitaba en ella.
Cientos de vidas se perdieron durante los meses que duró la excavación, muchos murieron por agotamiento, ya que se picaba la montaña noche y día sin descanso, otros, murieron aplastados por desprendimientos de rocas, otros cayeron a causa de unos extraños vapores que brotaban de la misma roca y algunos, morían tras experimentar agitados sueños entre convulsiones que doblaban sus cuerpos en formas imposibles. En cualquier caso, cuando la última pared de roca cayó, los habitantes de Sittstaund hallaron una gran caverna dentro de la montaña, cuya altura se perdía en la oscuridad.
- Lo hemos encontrado – murmuró el sacerdote.
Mientras las luces de las antorchas dibujaban extrañas sombras, bajo la luz de las llamas.
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