VIDAS ENTRELAZADAS (1-1)

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                                              VIDAS  ENTRELAZADAS

                                                             (1-1)

 

Vivian  en  Italia, Roma. En  un barrio de  trabajadores. Nació dentro  de  una  familia  numerosa, exactamente  de  siete  hermanos.  Cuatro  niños  y  tres  niñas. Los  niños  se  llamaban; 1º  Juan, 2º Luis, 3º Jaime, 4º Julián.  Las  niñas  se  llamaban; 5º Lupita, 6º Desiré, 7º Kassi.

Ella  era  la   quinta  en  nacer. Todos  se  llevaban  poquito  tiempo  entre  ellos, tan  solo  12  a  20  meses  de  diferencia. Su  padre se  llamaba  Lucas, bebía  mucho, pero  era  muy  bueno  con  su  esposa  y  un  gran  trabajador. Aunque  bebiera  tanto, nunca  le  había  levantado  la  voz  a  su  esposa, ni  ponerle  una  mano  encima, a  ningún  miembro  de  su  familia. Tenía  un  taller  de  mecánica, con  8  personas  contratadas. Siempre  miraba  por  sus  empleados. Todos  lo  apreciaban  mucho.

Su  madre  se  llamaba  María. Era  muy  buena, le  gustaba  ayudar  a  quien  lo necesitara. Siempre  le  gustaba  salir  a  la  calle  con  un  bocadillo  y  una  botella  de  agua  en  el  bolso. Decía; por si  alguien  me  pide  para  comer. María, era  jornalera, trabajaba  horas  sueltas, porque  decía  que  no  podía  quedarse  en  casa y  ser  una  mantenida. Cuando  los  niños  estaban  en  el  colegio  o  en  la  guardería  los  más  chicos, ella  salía  echar  tres  horitas, sin  interferir  en  el  bienestar  de  sus  peques.

Se  encontraba  muy  enamorada  de  su  Lucas, como  si  fuese  el  primer  día,  aunque  bebiera  mucho, pero  a  ella  y  a  sus  hijos  nunca  les  falto  de  nada, ni  siquiera  un  capricho. Siempre  que  pedía  algo, Lucas  se  lo  compraba.

Ella  se  llamaba  Lupita, le  gustaba  pasear  siempre  cogida  de  la  mano  de  su  padre. La  primera  palabra  que  aprendió, fue  decir  papa. Por  cualquier  motivo, por  alguna  circunstancia  de  la  vida, Lupita  con  su  padre, era  especial. Cuando  nació, todos  cuentan  que  sus  ojos  se  pararon  y  dejo  de  llorar, al  encontrarse  con  los  ojos  de  su  padre, desde  aquel  día, nunca  se  separo  de  su  papa.

Un  día  cuando  tan  solo  tenía  3  añitos, su  padre  salió  a  comprar  el  pan. Lupita  salió  detrás  del, agarrándole  con  su  manita  el  dedo  meñique  de  la  mano  de  su  papa. Los  dos  caminaban  hacia  su  destino, ignorantes, pero  a  la  vez,  muy  felices, se  miraban, sonreían.

El  padre  se  para  en  el  bar  a  beber, terminando  borracho, saliendo  del  bar sin  darse  cuenta  que  Lupita  no  salía  con  él. Tampoco  echo  de  menos  la  falta  de  su  pequeña  manita  sujetándole  el  dedo  meñique.


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